Editorial: los que vinieron antes
Los cambios que vive hoy y vivirá Chile durante los próximos años son parte de la expresión no solo del presente sino también de los que vinieron antes.
El domingo 4 de julio vivimos una jornada histórica en Chile: comenzó a funcionar oficialmente la Convención Constitucional, órgano civil autónomo y paritario que el pueblo de Chile decidió autodotarse mediante un plebiscito y cuyos integrantes fueron escogidos por votación democrática. Esa Convención escribirá la nueva Constitución que regirá el futuro de Chile.
Con un abrumador triunfo de un imaginario de izquierda en las elecciones de las y los constituyentes, el amplio número de activistas sociales, de independientes de regiones y escaños reservados para pueblos indígenas, parece posible soñar con que una nueva Constitución logre incluir cuestiones históricamente invisibilizadas por el Estado chileno.
Nada de esto que se comienza a construir sería posible sin la potencia del estallido social del 18 de octubre de 2019. Fue esa revuelta la que logró neutralizar por primera vez en 30 años la racionalidad neoliberal, la política de los consensos y la administración alternada del modelo entre el bloque progresista neoliberal de la Concertación y la derecha.
Sin embargo, hoy la distancia temporal permite ver con mayor claridad que desde hace al menos quince años la sociedad venía dando cuenta del malestar con el modelo: entre 2006 y 2020 prácticamente no hay un año en Chile sin una gran movilización social.
Desde la llamada Revolución Pingüina de 2006 y en adelante, las movilizaciones sociales tuvieron lugar “a repetición”, evidenciando una fractura que año tras año se agrandaría hasta dar lugar a la revuelta de octubre de 2019. En 2011 fueron los estudiantes universitarios los que instalaron un cuestionamiento profundo sobre el modelo privado de educación superior, el lucro y la calidad educativa.
En 2012 y 2013 las movilizaciones territoriales de Freirina, Magallanes y Aysén, acusarían el centralismo, el extractivismo y la explotación de recursos naturales en beneficio de privados y con costo al propio bienestar de la sociedad. En 2014 tendría lugar la “marcha de los enfermos” movilización que acusó -otra vez- los efectos de la privatización, esta vez, del sistema de salud, acusando de paso el abandono estatal.
En 2015, 2016 y 2017, volverían las movilizaciones estudiantiles a las que se sumarían después marchas docentes y de profesionales de la educación. En 2018 irrumpiría la movilización feminista cuyas demandas serían transversales a toda forma de movilización e impactarían más de un año después en la revuelta de octubre de 2019, punto de quiebre del modelo neoliberal chileno.
Todas estas manifestaciones de la sociedad, con sus contradicciones, luces y sombras, hoy se encausan en la construcción de nuevas reglas que nos incluyan a todas, todos y todes. Si prima la democracia y el proceso no es ensuciado mediante las astucias de la vieja política, de aquí a un año Chile verá sentadas las bases de una nueva sociedad plurinacional que comience a dejar atrás un modelo neoliberal cimentado sobre los principios de la competencia, la individuación, la ausencia de garantías sociales, el extractivismo, el racismo y el machismo.
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imagen: Foto original de Leandro Chávez. Escaneada del diario La Nación