Constanza Araya fue a ver Malversión de Amor, obra argentina que se presentó en el marco del Festival Santiago Off 2016. Acá su opinión.

La escena casi vacía en elementos, solo con cinco sillas, nos muestra a una mujer hablando en francés, que con su ropa de colores emula a la virgen de Lourdes. Mientras, otra figura entre sombras traduce aquello que se dice. Esta imagen funciona como el pre-set de lo que será Malversión de Amor, ópera prima de la directora argentina Julieta Vigo, quien llegó a Chile como parte de la programación internacional del Festival Santiago Off 2016.

La obra se presenta como un cuestionamiento irónico a la dependencia a las terapias alternativas, intentando reflejar a una sociedad sometida y ansiosa de remedio, que es capaz de creer en cualquier persona que se presente como salvación a una vida sometida por un sistema abusador. Y en principio lo logra. Entre atisbos de burla e ironía, se menciona a Jodorowsky y su psicomagia, la terapia de constelaciones, la autoflagelación y la penitencia tan cercanas al cristianismo.

Sin embargo, eso es todo, atisbos. Luego de un rato, la obra pierde fuerza y cuesta encontrar elementos que puedan levantarla por alguna parte: dramatúrgicamente, el texto va en decadencia, mientras trata infructuosamente de involucrar a la figura de un Tío Vania, quién en atención a la fuerza histórica de su figura y de la personalidad dotada por Chéjov, no cabe dentro de la propuesta.

Y es que en Tío Vania, Chéjov trata intensa y profundamente el desencanto que trae consigo ver la realidad tal cual es, descubriendo cómo la vida se desarrolla sin cambios, sin desafíos, en el más absoluto tedio. Además, es dificultoso intentar comprender qué es lo que la dirección intentó hacer, lo que se vuelve aún más crítico si pensamos en la doble filiación de la autora, quien además hace la dramaturgia. Quizás por eso no haya también consistencia actoral pues, en escena, solo se ven cuerpos poco ágiles y cansados. Sobre el diseño es casi imposible decir algo, solo mencionar su intrascendencia en un par de cambios de color en la luz.

“Malversión de amor” es finalmente, una mala versión de lo que ella intenta proponer, como una forma que se deforma en el burdo humor estereotípico y mal ejecutado de una puesta en escena que, conforme avanza la obra, declara tu entrampamiento. Solo nos quedan preguntas y la necesidad de intentar entender por qué y cómo se desaprovechó un tema relevante que puede a llegar a ser una gran -y necesaria- crítica. Y quizás, sin querer, la interrogante más nítida que plantea Malversión de Amor sea ¿cuál fue el criterio de selección que terminó con esta obra dentro del festival?  En la selección hay ideología y el teatro es pura ideología.

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