Gospodín: primero como comedia, luego como farsa
Fuimos a ver «Gospodín» al Teatro de la Palabra. La obra escrita por el dramaturgo alemán Philipp Löhle y dirigida por Néstor Cantillana, nos presenta la historia de un hombre que ha decidido «agarrar al capitalismo por los huevos».
Gospodín se llama la obra escrita por el dramaturgo alemán Philipp Löhle, una comedia negra dirigida Néstor Cantillana que se presenta hasta mediados de diciembre en el Teatro de la Palabra. A través de la puesta en escena conocemos la historia de Gospodín (Pablo Schwarz), un hombre común y corriente profundamente desencantado de la actual forma de vida de la sociedad controlada en todas sus dimensiones por un capitalismo voraz. Él aborrece el dinero, la propiedad privada, el consumo, el apego a lo material y, también, tener que laborar en un trabajo reiterativo y alienante.
Su felicidad, en cambio, pretende la simpleza: disfruta de pasear a su llama por la ciudad recibiendo de tanto en tanto una moneda. Pero todo cambia cuando Greenpeace le quita su mascota. Entonces Gospodín entra en una suerte de crisis. Sin embargo, lejos de desmoronarse, decide radicalizar su opción de vivir del modo más anticapitalista posible, desprendiéndose progresivamente de toda necesidad material (llega a regalar todas sus cosas), sin importarle que eso le cueste su relación de pareja y sus amistades: Gospodín está empecinado con “agarrar al capitalismo por los huevos”.
Pero, ¿acaso es posible hacer algo como eso antes de que el capitalismo lo haga primero? Un chiste de mal gusto popularizado por el filósofo esloveno Slavoj Zizek cuenta la historia de un guerrero mongol que en la Rusia del siglo XV viola brutalmente a una mujer campesina mientras su marido es obligado a sostenerle los testículos para no se ensucien con polvo. Una vez que el guerrero se marcha, el esposo de la campesina se larga a reír ¿Qué lo motiva a alegrarse de tal modo cuando su mujer ha sido violada? Pues bien, se ríe porque no hizo lo que el mongol le mandó y ahora este tiene los testículos llenos de polvo.
Este es el modo particular con que Zizek busca ejemplificar la inutilidad de ciertos discursos anticapitalistas que creen estar haciendo algo realmente subversivo cuando en realidad no logran detener ni un centímetro su avance. Podríamos pensar entonces que Gospodín es como aquel campesino ruso, pues cree que realizar su propia utopía autárquica (no usar dinero, desinteresarse de lo material, usar el trueque, etc.) es suficiente para oponerse al capitalismo e incluso agarrarlo por los huevos.
Pero hay un matiz: Gospodín no reitera la fantasía sesentera de escapar a algún lugar para fundar una huerta comunitaria o algo por el estilo (afirma que huir “es demasiado sencillo”), en cambio, decide aislarse de la sociedad manteniéndose dentro de ella. Acaso por ello el único lugar donde Gospodín logra finalmente encontrar algo de paz sea en la cárcel. El problema es que si hay un espacio donde por excelencia la modernidad capitalista ha recluido a todos aquellos que se han resistido a su avance es la cárcel. Extraña libertad a la que aspira Gospodín, que solo puede realizarse a condición de su propia criminalización y aislamiento.
En realidad, Gospodín no puede ser referencia de nada útil. No es un antihéroe ni un quijote. Lo suyo no es más que una gran renuncia a tener que hacer algo por alguien más que si mismo, tener que trabajar y tomar decisiones. Así, puede empolvar todo lo que quiera, pero su práctica política continuará -paradójicamente- despolitizándose ahí donde no puede establecer un horizonte de sentido en común, sino que por el contrario: ocupa lo común para reforzar su propia individualidad.
Gospodín no es una comedia anticapitalista, sino más bien una parodia a la farsa anticapitalista, o mejor, una comedia de la comedia anticapitalista, porque no se trata tanto de visibilizar una opción o un escape al capitalismo, como de mostrar las formas erróneas en que creemos estar escapando de él. En este sentido, aporta que no se sancione previamente (e incluso se trate con afecto) a Gospodín en esta puesta en escena, permitiendo que sea la propia narración la que devele sus contradictorias decisiones.
Sin embargo, habría que notar que no sucede lo mismo con el resto de los personajes que, no por ser estereotípicos, debieran carecer de interés de clase, es decir, de un fundamento que permita entender lo que los distancia de Gospodín. Se trata de un tipo de literalidad (también presente en el juego de puesta en abismo de la obra donde a través de la construcción de un set televisivo -a lo Truman Show- conocemos a Gospodín) cuya reiteración resta potencia a su propia finalidad, esto es, evidenciar que nuestro presente es un teatro que hay que desilusionar.
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Ficha artística
Dirección: Néstor Cantillana
Elenco: Pablo Schwarz, Macarena Teke y Guilherme Sepúlveda
Produccion: The Cow Company
Equipo de diseño: Claudia Yolin, Nicole Needham, Juan Anania
Diseño Musical: Daniel Maraboli
Diseño Gráfico: Javier Pañella
Cámara: Felipe Carmona
¿Cuándo?
Hasta el 18 de diciembre
Vi- Sáb 21 hrs
Do 20 hrs
Teatro de la Palabra