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Inútiles: ésta no es (no logra ser) una comedia política

Federico Zurita Hecht fue a ver «Inútiles» para Ágora Chile. La obra que reflexiona sobre el papel de la élite y la desigualdad en la conformación de Chile, forma parte del sexto ciclo de Teatro Hoy.

El formato elegido por la Compañía Teatro Sur para la construcción de discursos en su obra Inútiles es la comedia. El foco de la risa está puesto en el intento de poner en escena el absurdo de las ideas que, históricamente, han participado de la construcción cultural de la sociedad chilena y que han propiciado, entre nosotros, la naturalización de la desigualdad, el racismo y la xenofobia, al hacer que estas prácticas formen parte de nuestra identidad nacional.

Mediante la construcción de una estética sobrecargada que toma elementos prestados del barroco que la conquista española trajo a América, la acción de Inútiles se lleva a cabo en el comedor de la casa de una familia perteneciente a la clase dominante en el siglo XVII, en un lugar denominado “La Frontera”. Ahí está la vieja viuda a quien pertenece la casa, su hijo dado al emprendimiento económico, la hija con delirios místicos que está más apegada al mundo indígena que al criollo, el pariente sacerdote de la familia y el sirviente de raza negra. El resto de los sirvientes (los indios) se han ido, pero los dueños de casa se demoran en enterarse. El mundo se desborda en decorados (telas, joyas, maquillajes, peinados, muebles, cortinas, utensilios, etc.) como si la España contrarreformista estuviera sobre el escenario de la sala más grande del Teatro Sidarte en Santiago de Chile en 2016.

En el desarrollo de la acción, queda claro que la alusión de Inútiles a la América españolizada del siglo XVII, más que formar parte de un intento de interpretación de la América colonial, es un elemento necesario para instalar productivamente dos asuntos en la estrategia de la obra. El primero es la conformación de la noción histórica de construcción de la identidad chilena, pues la combinación de lo barroco con elementos modernos que aparecen gradualmente, advierte que el interés no está puesto en la construcción de un corte de la historia de Chile en escena, sino en la construcción de la imagen de una transición histórica de la violencia cultural que demora varios siglos.

Como consecuencia, el tiempo de la acción se vuelve indefinido o, más bien, trans-histórico. El segundo asunto es que la conformación de esa imagen trans-histórica se desplace desde lo que inicialmente ha sido entendido como barroco hacia lo que podría ser considerado como grotesco. El propósito de este asunto es advertir que aquel mundo desigual, racista y xenófobo originado por la España católica es, por supuesto, un mundo monstruoso.

Con lo anterior, se hace evidente que las intenciones discursivas de Inútiles son robustas. El propósito es proponer que ha habido un proceso histórico de construcción de una identidad nacional gestado en la violencia y la desigualdad, y que se ha ido fortaleciendo por varios siglos en que, españoles primero, criollos después, y emprendedores económicos más tarde, han construido a los demás (indios, negros y, más recientemente, pobres e inmigrantes) como marginales. Sin embargo, esta estrategia pierde poder en la concreción de dos problemas.

El primero problema es la necesidad de esta fallida comedia política de buscar la risa del público a través del abuso del chiste y, de esta forma, desechar la herramienta del sarcasmo que, en su mayor adecuación a la denuncia política, genera la risa, pero luego, como efecto de ésta, impacta, desconcierta, produce culpa incluso y, por sobre todo lo anterior, genera la circulación de ideas. En Inútiles hay momentos graciosos en que la idea parece no importar. El segundo problema es la tendencia al desorden en las acciones y diálogos.

La constatación de esto permite entender que hay muchos momentos en la acción que simplemente sobran, pues en lugar de integrarse a la interesante estrategia discursiva que presenta la obra, la debilitan. La escena en que discuten si el ave es gallina o pavo es un ejemplo de esto. El hecho de que la gallina se llame Lucía, en alusión a la esposa del dictador, es otro, especialmente porque el teatro nacional reciente y el público se están acostumbrando a creer que el solo hecho de decir su nombre es motivo de risa, y desechan el análisis. Ese es un intento de denuncia pobrísimo en recursos. Como las metáforas que se debilitan de tanto ser usadas, este asunto ocupado por Inútiles se ha vuelto un cliché, especialmente si no se integra a la estrategia discursiva.

Como complemento del segundo problema, puede señalarse que el final de la obra no se presenta como el resultado de haber recorrido una línea (mediante tensiones y distensiones de ésta) que nos condujo a un final natural o perfecto. Más bien lo que ocurre es que el final se presenta como antojadizo (un Deus ex machina, podría decirse), pues en lugar de desatar el nudo, lo deja olvidado. La destrucción del mundo tal como ha sido hasta ahora es inminente en la acción de Inútiles.

Sin embargo, no hay una propuesta clara de qué es lo que lo produce pues (aparte de que los dueños de la casa han sido abandonados por los sirvientes y tras varios siglos de dominación han recibido, por encomienda, un regalo horrible) no hay una progresión en la acción hacia esa destrucción. De esta forma, el desenlace es inesperado, pero, en lugar de serlo porque produce en el espectador, como parte de una eficiencia dramática, la idea de que está ocurriendo lo contrario de lo que se esperaba, lo es porque se presenta como inverosímil.

Ficha Artística

Dramaturgia y dirección: Ernesto Orellana
Elenco: Tito Bustamante, Nicolás Pavez, Guilherme Sepúlveda, Tamara Ferreira, Eric Melo y Tomás Henríquez
Diseño integral y gráfica: Jorge Zambrano
Vestuario: Muriel Parra y Felipe Criado
Composición Musical: Marcello Martínez
Maquillajes: Camilo Saavedra
Producción: Teatro SUR

Fotografías: Héctor Riveros
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