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Realismo: actores objeto

En una nueva entrega de Ágora Chile, fuimos a ver «Realismo» de Teatro de Chile, una obra que se presentó brevemente en CorpArtes, pero que volverá con temporada en Matucana 100.

 

Hace algunos meses atrás el reconocido astrofísico y conductor de Cosmos: A Spacetime Odissey, Neil deGrasse Tyson, habló por Twitter sobre la conocida campaña “Save the Earth”. Sobre ella dijo: “Salvar la tierra en realidad significa salvar a los humanos. La tierra seguirá acá cuando nosotros nos hallamos extinguido”. El propósito del tuit de Tyson no era otro que acusar el modo en que a diario los humanos proyectamos los problemas de nuestra especie como si de su solución dependiera el resto universo.

Pero, ¿y acaso podríamos pensar de otro modo? ¿Podríamos, por ejemplo, desarrollar algún tipo de consciencia expandida donde un sujeto, ya previamente condicionado por nuestro limitado conocimiento del universo, sea capaz de pensar una nueva relación con las cosas? En Realismo, el último estreno de Teatro de Chile recientemente en temporada en CorpArtes, podemos encontrar algunas respuestas, o al menos, continuar profundizando en las preguntas.

La obra comienza mostrándonos una ficción pretendidamente tradicional, clásica, realista. En ella vemos a la aristócrata familia Montes compartiendo en el living de su casa. La ficción en cuestión, nos muestra en su anverso la historia de la degradación familiar del clan Montes, deteniéndose en cuatro momentos del siglo XX-XXI, desde los viajes familiares a París en el centenario de Chile, pasando por la venida a menos de la hacienda, la fundación de una frágil empresa de confección de volantines y hasta la total caída en desgracia familiar.

En el reverso de la ficción, en cambio, son los objetos que componen el mundo material que rodea a la familia Montes (sillas, cuadros, etc.) los que parecen tomar vida propia: las mecedoras se mueven, las alfombras se desplazan por el escenario y las lámparas bajan del cielo.

Si nos mantuviéramos dentro de los márgenes de la ficción, pensaríamos que la historia que se nos cuenta, es un intento por abordar una serie de eventos paranormales que le ocurrieron a esta familia. Pero en Realismo la ficción opera en términos instrumentales siendo el hilo conductor que permite dar continuidad y coherencia a la obra. Y más allá de ella, la relación entre los actores y las cosas se van hacia otro mundo, no menos cargado de misterio, pero si más ligado a una reflexión de orden filosófico.

En efecto, para la construcción de Realismo, Teatro de Chile previamente ha tomado como referencia una discusión adscrita al campo de la filosofía. Dicha discusión, aún reciente y poco abordada en nuestro continente, -conocida como “Realismo Especulativo”-, se pregunta si la destitución del pensamiento antropocéntrico (ese mismo que cuestiona deGrasse Tyson) no pasa por dejar de pensar la realidad bajo el binomio sujeto/objeto. “¿Podría existir algo parecido a una filosofía orientada a objetos, capaz de trazar las formas en las que las entidades seducen y destruyen a seres humanos y no humanos por igual?”, se pregunta uno de sus filósofos.

Si aceptamos la premisa y aceptamos también que los objetos que componen la realidad ocupan un estatuto diferente, quizás debiéramos considerarlos seres en si mismos dueños de tipo de conocimiento único e intransferible, del mismo modo en que lo hemos pensado y reservado hasta ahora respecto de la experiencia de vivir.

La discusión es muchísimo más profunda, evidentemente áspera, y en varios sentidos, irrepresentable. La solución de Teatro de Chile es escenificar el problema invirtiendo la ecuación entre sujeto (actor) y objeto (las cosas). Así, no es que simplemente los actores abandonen la escena y que los objetos ocupen su lugar, sino más bien que los actores se vuelven progresivamente objeto de los objetos. En concreto, esto significa que los actores (y también las y los tramoyas) manipulan distintos objetos como mesas, sillas, cinta adhesiva, etc.

Hay algo problemático en esta decisión en vista de la tosquedad de algunos efectos (hilos que brillan, ganchos que no abren, botones que no funcionan) y cierto tono aséptico generado, presumiblemente, por el espacio. Pero más problemático es que en Realismo para significar el carácter vivo de los objetos, se les bañe de un aura místico-ritual, citando con ello algo de la relación de culturas pre-modernas con los objetos (donde un volcán en erupción o un tótem, eran considerados seres vivos). Pero, ¿acaso no podemos pensar una relación que no sea pre-moderna? ¿cuánto de la propia matriz filosófica occidental (cargado de lugares comunes) hay en esta mirada del rito y el misterio?

Con todo, es posible situar a Realismo en línea con anteriores trabajos de Teatro de Chile, donde lo central ha sido producir obras en base a problemas teórico-estéticos específicos. En este caso, vincular el problema del antropocentrismo con el lugar preferencial que ocupan el actor/actriz y su cuerpo en la jerarquía teatral, resulta en un modo interesante de tensionar la teoría teatral, de ligar campos del saber y trazar problemas afines.

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Ficha Artística

Dirección y dramaturgia: Manuela Infante.
Elenco: Cristián Carvajal, Ariel Hermosilla, Héctor Morales, Rodrigo Pérez y Marcela Salinas.
Diseño integral: Claudia Yolin.
Asistente de diseño integral: Gabriela Torrejón.
Consultor técnico: Karl Heinz.
Realización escenográfica: Taller El Litre.
Diseño sonoro: Juan Pablo Bello.
Diseño gráfico: Javier Pañella.
Realización audiovisual y fotos: Luis Bustamante y Sebastian Núñez.
Operadores técnicos: Ignacio Salgado y Ricardo Montenegro.
Tramoyas: Daniel Barnachea, Magdalena Mejía y Pamela González.
Producción: Alessandra Massardo.

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.