Algernon: La Ilusión de Charlie
Fuimos a ver “Algernon” del Colectivo de Arte Matamala. Lo que vemos es una obra de gran calidad actoral que trae al teatro algo de ciencia ficción a partir del relato original del escritor estadounidense Daniel Keyes.
“Flores para Algernon” se llama el relato de ciencia ficción escrito por Daniel Keyes en 1959 que hoy da vida a Algernon, obra del Colectivo de Arte Matamala que se presenta en la sala de teatro de la Universidad Mayor. La historia cuenta la vida de Charlie Gordon, un hombre de 33 años con retraso mental leve que es seleccionado para un innovador programa de aumento de inteligencia.
Lo que vemos durante la obra son los meses que dura el experimento, con Charlie (destacable la actuación de Moisés Angulo) triplicando su coeficiente intelectual hasta sobrepasar los 200 puntos, pasando del analfabetismo y una notoria dislalia, a poder hablar veinte idiomas y leer un libro en cuestión de minutos. A la par de su desarrollo está Algernon, un ratón de laboratorio que rápidamente se convierte en su mejor amigo.
Pero conforme Charlie incrementa su inteligencia, advierte que ello no trae los resultados que él esperaba, pues si bien antes se le discriminaba por tonto, ahora su inteligencia se transforma en una piedra en el zapato para sus pares de la fábrica, e incluso, los doctores encargados del programa. Sumado a ello, Gordon descubre que Algernon prontamente comienza a vivir un acelerado proceso degenerativo que termina con la muerte del ratón, lo que a la postre significará su propio retroceso mental.
La obra ha decidido mantener el género del cual procede el relato, evocando aquel universo de ciencia ficción que tenemos fresco en la cabeza gracias al cine: una lámpara de quirófano y una plataforma metálica con aires a cárcel/laboratorio/panóptico (aunque bien le habría venido un linóleo al piso de madera del teatro).
El diseño escénico privilegia la oscuridad en términos literales y simbólicos. Las sonoridades, también sombrías, incluyen citas que funcionan como interrupciones irónicas, como por ejemplo la sensual voz robotizada similar a la de los traductores web o a la versión latina de la serie ochentera “Cosmos” de Carl Sagan.
Se suma a ello los experimentos hechos en escena por el neurocientífico invitado, Tim Marzullo, que por una parte sirven como apoyo estético y narrativo para la obra (los electrodos conectados al cuerpo del actor prenden una lámpara), por otra funcionan como credencial que aporta cierta verosimilitud científica a la puesta en escena, aun cuando lo que persiste una vez practicados los ejercicios es menos el real de la experimentación –su finalidad científica-, y más su espectacularidad.
Sea o no por las condiciones de producción del teatro, no es muy habitual ver en el medio local obras que aborden el género de ciencia ficción. Y en este caso lo que vemos es un tipo de ciencia ficción que toma distancia de la fórmula distópica de “1984” o “Blade Runner”. En Algernon, tanto como en el relato de Keyes, es el mundo ordinario, la realidad cotidiana la que sirve como base para contar la historia de Charlie.
Ahora bien, Algernon no es una obra que aborde un contexto en particular. Más bien lo que sucede es que el contexto norteamericano de donde proviene la novela, ha sido respetado sólo en términos referenciales. Con ello la obra logra escapar de cierta necesidad de autoafirmarse como contingente para desplegar una reflexión o un cuestionamiento, si se quiere, en torno a una serie de valores que la humanidad da por sentado.
Una de las fantasías modernas es poder manipular artificialmente la inteligencia, como esperando que con eso se asegure el progreso humano. Es por ello que Charlie confía en que su desarrollo intelectual signifique mayor consideración de su entorno. Sin embargo, ya lo sabemos, diversos ladrones, dictadores y asesinos, poseían extensas bibliotecas (otro cuestionable símbolo de la inteligencia).
Algernon parece indicarnos dos cosas. Primero, que no hay géneros o estilos incompatibles con el teatro. Segundo, la fe ciega en el conocimiento nos conduce a la (des)ilusión del progreso humano, pues mientras ello sucede lo que se reitera en toda época es la discriminación. Para muestra sólo un botón: para el año sesenta ya existían satélites de complejísima tecnología, y sin embargo, faltarían todavía siete años para que por primera vez se le permitiera a una mujer correr una maratón.[/vc_column_text][/vc_row]
Ficha Artística
Dirección: Nicolás Fernandois
Asistente de Dirección: Marcelo Salinas
Elenco: Moisés Angulo y participación especial del neurocientífico Tim Marzullo
Diseño Gráfico y Ficción: Marcos Ríos
Iluminación: Julio Escobar
Sonido: Nicolás Aguirre
Colaborador: César Chandía
Prensa y Difusión: Francisca Babul Guixe
Fotografía y Grafica: Marcuse
¿Cuándo?
Funciones
Vi-Sá 21.00hrs
Do 20hrs
Lugar
Teatro Universidad Mayor
Precios
General $ 5000
Est y tercera edad $3000
Reservas
22328 1867 saladeteatro@umayor.cl