Campo minado: un fragmento de la historia
Federico Zurita Hecht fue a ver «Campo minado» el último trabajo de la directora teatral argentina Lola Arias. La pieza de teatro documental revive la historia de la Guerra de las Malvinas a partir de seis personas que participaron de ella en diferentes bandos.
La directora teatral y dramaturga argentina Lola Arias presenta en Chile su obra Campo minado precedida del éxito que ya tuvo su obra El año en que nací. Mediante el formato de teatro documental, la obra reúne en escena a tres veteranos argentinos y tres ingleses (uno de ellos un gurkha) de la Guerra de las Malvinas. A partir de la evocación que realizan estos actores circunstanciales que se representan a sí mismos, se construye una serie de cuadros que permiten relatar (dentro de la dramatización de unos veteranos de guerra que realizan una obra de teatro) el padecimiento de la guerra.
El espacio ha sido dispuesto en función de que el relato se realice sostenido en la enunciación hacia el público y hacia una cámara cuya captura es proyectada en el fondo del escenario, superficie donde, además, se proyectan imágenes del campo de batalla rescatadas de la prensa escrita y de documentales. Hay, además, espacio para que los veteranos interpreten canciones con el uso de una batería, dos guitarras y un bajo. Las variaciones de la iluminación no están diseñadas para generar atmósfera o significados, sino para permitir que con la oscuridad, puedan ser vistas las proyecciones en el fondo del escenario y, con la claridad, las acciones de los veteranos al relatar sus episodios de la guerra.
Con la interrelación de estos elementos, Campo minado buscaría exponer el absurdo del antagonismo nacional que produce la guerra. Esto se demuestra en varios asuntos: los veteranos hablan del odio que tuvieron al enemigo, sentimiento que hoy, sin embargo, ya no existe; participan de la representación paródica de sus autoridades (Thatcher y Galtieri) mediante la dramatización de discursos reales que dieron en período de guerra; comparten, además, escenario al tocar en la misma banda durante el desarrollo de la acción dramática y, por cierto, al participar de la misma obra que busca, precisamente, exponer el absurdo del antagonismo nacional; y finalmente, le enrostran al público, mediante una canción, si saben cómo es estar en una guerra.
Con este tramado dramático se concreta eficientemente el propósito discursivo de juzgar el antagonismo nacional impuesto por la guerra y de subrayar, como parte de la denuncia, el padecimiento del soldado inducido a tal antagonismo. Sin embargo la obra de Lola Arias desaprovecha la oportunidad de formular una reflexión que aspire, además de la demostración del absurdo ya señalado, a reflexionar sobre las condiciones culturales (políticas, económicos, jurídicas y morales) que producen el sacrificio de unos pocos en función de defender una estructura social específica.
El padecimiento por la proximidad de la muerte o por la visión de la muerte de los compañeros es presentado por Campo minado como un hecho producido por una guerra visualizada en la imagen discursiva de la obra de teatro como una situación carente de perspectiva histórica. Es decir, la obra de Arias, a partir de la necesidad de dar forma al padecimiento de quienes llegan al campo de batalla guiados por la voluntad de quienes están en la parte alta de la estructura de poder, desaprovecha la instancia para juzgar, precisamente, esa estructura de poder que produce el absurdo que marcó para siempre la vida de estos veteranos, induciéndolos a un antagonismo que hoy cuestionan. En relación con esto, la obra desperdicia la posibilidad de ofrecer una reflexión que considere la importancia que tuvieron en estos hechos las pugnas de las fuerzas de la historia y que han permitido, a través de la violencia, que la historia de Latinoamérica sea movilizada.
En Campo minado pareciera que la guerra responde a un absurdo antojadizo y elude la discusión en torno al reconocimiento de un absurdo desplegado por estrategias geopolíticas propias de lo que define al siglo XX en Occidente. Por ejemplo, no hay profundización en el hecho de que las razones argentinas para entrar a la guerra respondan a las necesidades de la dictadura de construir un enemigo común para todos los argentinos y acallar, así, la tensión interna.
En relación con esto, pese a hacerse mención al odio de los militares por el chileno, no se subraya el hecho de que, en el contexto de las necesidades ideológicas de la dictadura argentina, el enemigo podría haber sido cualquiera, porque en la guerra se buscaba la conservación del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, eufemismo con que la dictadura denominó a su proyecto.
Con lo anterior, la obra elude la discusión en torno al contexto latinoamericano de dependencia que propició, como rasgo de gran parte del siglo XX en nuestro continente, que la Guerra Fría (mediante la violencia de Estado) estuviera en la puerta de nuestras casas y se manifestara como violencia sobre los mismos argentinos. Esto podría haberse conectado con la idea que da título a la obra: argentinos muriendo a causa de las minas instaladas por los mismos argentinos (Argentina matando argentinos por razones geopolíticas con determinaciones mundiales, igual que en Chile).
Como complemento de esto, se hace una mención superficial al hecho de que el Gurkha (de origen nepalés), pese a formar parte del ejército inglés, no tenía autorización para vivir en Inglaterra hasta hace pocos años, lo que, sumado a la violencia de Estado, forma parte del despliegue de la realidad postcolonial en un mundo articulado a partir de procesos de Occidentalización.
De esta forma, la obra Campo minado hace alusión a una problemática social de la historia de Argentina, pero la piensa de forma aislada sin examinar sus causas y su continuidad. Como consecuencia, la obra se formula (desde su condición de teatro documental) como un producto artísticos con pretensiones epistemológicas de carácter histórico para concretarse, finalmente, solo como un producto aparentemente histórico que no se detiene en cómo la historia es movilizada por la pugna de las fuerzas que participan de su constitución.
Podrá esgrimirse que esta lectura crítica está proponiendo la realización de una obra que no existe en lugar de analizar la obra ya realizada por Arias. Sin embargo, la necesidad de esta reflexión de hacer referencia a aquello de lo que Campo minado carece, se sostiene en la identificación de la falta de coherencia y unidad en el despliegue de una estrategia textual mediante códigos teatrales. Podrá decirse que no todas las obras tienen por qué participar del desarrollo de una perspectiva histórica (y eso es cierto), pero la realización de teatro documental (que es un tipo de puesta en escena que busca explicitar cuál es su referente) corresponde a un tramado discusivo coherente con las necesidades reflexivas históricas. Seleccionar una estética y no usar su naturaleza discursiva genera, como consecuencia, el desarrollo de falencias en la coherencia estructural y en la unidad discursiva.
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Ficha Artística
Dirección y dramaturgia: Lola Arias
Elenco: Lou Armour, David Jackson, Gabriel Sagastume, Rubén Otero, Sukrim Rai, Marcelo Vallejo
Investigación y producción: Sofía Medici, Luz Algranti
Diseño de escenografía: Mariana Tirantte
Composición musical: Ulises Conti
Diseño de iluminación: David Seldes
Diseño de vídeo: Martín Borini
Ingeniero de sonido: Roberto Pellegrino
Operador de Sonido: Ernesto Fara
Asistente: Erika Teichert
Asistente técnico: Imanol López
Asistente de producción: Lucila Piffer
Asistente de investigación en Reino Unido: Kate O’Connor
Vestuarios: Andrea Piffer
Asistente de vestuario: Federico Castellón Arrieta
Productora en Reino Unido: Erica Campayne