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Fieramente humano

Fuimos a ver «Fieramente Humano», obra escrita y dirigida por el dramaturgo Juan Radrigán. La colaboración es de Jessenia Chamorro Salas*

 

Contemplación, ese es un concepto que puede definir bastante bien lo que sentí al ver FIERAMENTE HUMANO. Estar en aquél escenario principal viendo a este Jesús que ha llegado a nuestro tiempo, fue realmente la contemplación de un hecho que roza lo religioso con lo esquizofrénico. Este Jesús fieramente humano que se inmola ante nuestros ojos una vez más, con una pasión humana, férrea, que combina a la vez que cuestiona la relación entre locura y fe.

El argumento central gira en torno a la figura de Jesús resucitado, quien como Marti McFly llega a este 2015. Sin embargo, no llega a una ciudad moderna, ni siquiera deambula por la ciudad, ya que este Jesús recala en un hospital psiquiátrico tras dos mil años de errancia. Ahí parece ser el único cuerdo en esa casa de orates, no obstante, es está cansado de tanta crucifixión, pues se ha inmolado en la cruz durante dos mil años. En el siquiátrico llamado Olivos 837 se centra la acción, donde viven cinco personajes “locos” junto a este Jesús que está en conflicto consigo mismo y con su misión en este camino de expiación eterna y tortuosa con el que ha debido cargar.

Los cinco locos que acompañan a Jesús en esta última pasión que emprende, contribuyen a destensar la atmósfera y a imbuirle un cariz cómico. Son tres hombres y dos mujeres que han tenido desdichados destinos y que luchan por sobrevivir en un mundo que les ha dado la espalda, tal como Dios: un músico obsesionado con crear y que le paguen por su música (Damián), un viejecillo antaño comunista que anhela que le den el alta (Néstor), un hombre con estética “frankesteniana” (Horacio) que tiene una afición por subirse a los techos, una mujer de apariencia pobre con manías (Natalia), y una mujer con ascendencia indígena (Melania) que tiene una consulta en donde “sana” a sus compañeros previo pago en cigarrillos “no chupeteados” diciéndoles que deben rezarles a distintos santos que murieron en situaciones terribles, según sea el mal por el que piden.

Estos personajes vienen a ser apóstoles de este Jesús que ante sus ojos parece un maestro al que siguen y cuidan. Cada uno con sus tormentos, con sus locuras, con su lucidez claroscura se va integrando en esta nave de los locos que ha varado en Olivos 837. Todos quieren que les den el alta, y para ello desean concursar en el festival de canciones que realiza el siquiátrico. Mientras se ocupan de esto, interactúan con este Jesús que aparece y desaparece de la escena, predicando su misión, interrogando retóricamente sobre su sitio en este siquiátrico, cuestionando el por qué está allí, por qué su padre lo dejó en ese lugar, cuestionando este presente, el cual a sus ojos solo es una continuación de las torturas que ha llevado a cabo la Historia desde tiempos inmemoriales.

Mientras avanza la acción, vemos a Jesús acrecentando su crisis interior. De pronto, lo vemos entrar con una camisa de fuerza, herido, pues lo han maltratado luego de que intentara escapar y golpeara a los doctores. Él quería ir al encuentro de María, no su madre, sino Magdalena, su amor prohibido y único (en esta referencia se vislumbra el cariz apócrifo a la vez que sacrílego con el que Radrigán dota a esta versión de la última pasión de Cristo).

Los compañeros comentan que Jesús ha perdido el juicio. Le temen. Quieren que mejore, y en su intento lúcido/orate por curarlo lo conectan, en una especie de nueva crucifixión, a una máquina de electroshock. La obra finaliza en un estremecedor oscurecimiento y silencio total del escenario que deja a los personajes contemplando el cuerpo de Jesús.

La problemática que gira en torno a esta obra es la ley del eterno retorno, de los ciclos que se repiten una y otra vez ad infinitum, en un sinsentido que combina la lucidez con la locura. Este Jesús que nos presenta Radrigán ¿Es Jesús o solo es un hombre que cree serlo? Y si es Jesús resucitado en el Chile del 2015 en este siquiátrico ¿Cuál ha sido su misión? ¿Por qué su muerte? La obra solo plantea cuestionamientos sobre la vida se ha transformado en una carnavalización, que ha invertido a tal punto los órdenes que encontramos a Jesús siendo adorado por locos (aunque quizá esa es la esencia original).

Una tragedia contemporánea, en donde se subvierte la estructura aristotélica pero se mantiene ese aura catártico hacia el espectador, quien contempla la muerte de Jesús como algo sabido de antemano pero que no deja de estremecer. Vemos en esta obra la combinación perfecta entre lo dionisíaco y lo apolíneo. Pero no se trata solo de un drama esquizofrénico y religioso, sino también de alto contenido social, ya que los personajes que están en Olivos 837 son resultado de una sociedad que ahoga, que reprime, que no comprende, una sociedad carente de sentido, de oportunidades, y de justicia para estos personajes que vienen a representar a los locos del mundo, o en términos de Spivak, a los subordinados a un orden superior que los aplasta, recluyéndolos en un sitio olvidado de Dios, un siquiátrico, en donde ahora, 2015, vive su última pasión su primogénito, Jesús.

En este sentido me atrevo a señalar que la figura de Jesús vuelve a expiar los pecados del mundo en una crucifixión de electroshock reivindicando en sí mismo a los olvidados por el mundo, a los dejados por la sociedad y por Dios, en otras palabras, a los subalternos.

Por último, cabe señalar algunas consideraciones generales sobre la puesta en escena, la cual destaca por su sencillez y minimalismo escenográfico, un acompañamiento musical potente y una iluminación apropiada que enfatiza la atmósfera, contribuyendo al estremecimiento, la tensión y la comicidad cuando según corresponda a cada momento.

El epígrafe con que comienza esta crítica hace referencia a un poema del español Blas de Otero, que aparece en su obra Ángel fieramente humano, el cual podría sugerirse, sirvió de inspiración para Radrigán y podría funcionar como intertexto de la obra, no sólo por el título, sino que también, entre otras cosas, trata acerca de un ser atormentado con la figura de Dios.

*Estudiante de Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena (USACH), Profesora de Lenguaje y Comunicación (PUC), y Licenciada en Literatura Hispánicas (UCHILE).[/vc_column_text][/vc_row]

Ficha artística

Autor y Director: Juan Radrigán
Asistente de direccción: Scarlett Carrasco
Elenco: Renzo Oviedo, Víctor Faúndez, Leonardo Santana, Leonora Hidalgo, Ximena Morales
Músico en escena: César Pacheco
Diseño: Guillermo Ganga
Técnico: Esteban de Juan
Producción General: Ximena Morales