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La muerte de la imaginación: poder es poder

Fuimos a ver «La muerte de la imaginación», una obra de Teatro «El Viejo Chico» presente en el Festival Santiago OFF, que nos muestra una sociedad postapocalíptica donde el conocimiento es un privilegio en manos de unos pocos.

 

La muerte de la imaginación de Teatro «El Viejo Chico», obra escrita por Antonio Zisis y dirigida por Rodrigo Canales, es una delirante alegoría sobre un mundo donde la educación ha dejado de ser considerada como un derecho universal, para ser monopolizada por cierto grupo social que la utiliza como medio para dominar al resto de la sociedad. El resultado es que los que están en el poder, es decir, los que tienen y controlan el conocimiento, establecen una forma de autoritarismo basado en la acumulación de capital intelectual, asegurando la estabilidad de su gobierno a través de la estratificación social y la mantención de la brecha de acceso a la educación. Ergo, la sociedad se divide en dos: los con y los sin educación.

Esto es lo que vemos en esta puesta en escena donde los actores Diego Boggioni, Andrés Reyes, Gastón Salgado y Antonio Zisis, alternan roles en una historia sobre dominadores y dominados. La obra comienza con un diálogo entre representantes de ambos bandos, anunciando lo que será el conflicto central: un grupo de subalternos que se ha autoeducado leyendo a Einstein, Dostoievski y Condorito, irrumpe en la ciudad buscando disputar la hegemonía de la dictadura del conocimiento. A través de situaciones cada vez más absurdas, que incluye un experimento con juguetes inflables, tés con droga, sangre y actores denunciando el completo extravío en la obra («¡¿no te da vergüenza que se te olvide el texto frente a un sin educación?!»), la puesta hace una pregunta problemática, ¿qué es el conocimiento y para qué sirve?

Pues bien, por una parte, sería lo que ya todos sabemos: el conocimiento es poder, por tanto su ausencia -que ha dado vida a la metáfora que vemos en la obra sobre un Chile con su desigualdad estructural radicalizada- sería la principal razón de la dominación de una clase por sobre otra. Pero también, el conocimiento podría ya no ser una forma de progreso tal como lo hemos pensado desde hace siglos, sino que por el contrario, en nuestra época se habría transformado en un arma de doble filo que hoy potencia el status quo.

Por eso resulta interesante en La muerte de la imaginación que la disputa de los subalternos no sea por el simple acceso libre e igualitario al conocimiento, sino más bien al poder que éste da. Ello establece un disenso con la idea moderna de conocimiento, ligada indefectiblemente al imaginario liberal de igualdad, fraternidad y libertad, pues, en la obra, los sin educación no buscan más la fraternidad que hacerse del poder. Entonces tanto dominadores como dominados se insertan necesariamente en una misma lógica: ambos buscan controlar la organización de la sociedad para imponer sus propios términos bajo una sola posibilidad: morir o matar.

Pero como en este mundo las ideas son literalmente tan efectivas como un arma de fuego, los enfrentamientos tienen lugar a través de batallas de conocimiento, instancias de duelo que sirven para resolver quien es dueño de un intelecto superior a través del razonamiento argumentativo. Y eso es lo que vemos hacia el final de la obra, cuando dos parejas de competidores circulan por una especie de cuadrilátero delineado con masking tape, mientras se hacen preguntas sobre autores clásicos, cultura pop o deducciones lógicas como “¿por qué a la cama se le dice cama y a la cómoda, cómoda, si la cama es más cómoda que la cómoda?”. Al final de cada round un juez (Rodrigo Canales) determina quien tiene mejor puntuación, aunque los participantes han recibido tanto daño intelectual, que todos sangran profusamente por todo el cuerpo.

A esta delirante situación, se les suma un registro audiovisual que, quizás, sea lo más serio en la obra. El actor Andrés Reyes (él dice su nombre real en el video) sale a la calle a preguntarle a la gente “¿qué es la imaginación?”. Lo que se repite es la idea de ser libre, ser creativo y ser diferente. Solo una marca el contrapunto: “la imaginación son las cosas que nunca vas a tener”. La respuesta da el tono con que finaliza la obra, pues luego de la sangrienta batalla lo único claro es que el modo de mantener el poder en la dictadura del conocimiento, sería eliminando del mapa la posibilidad de imaginar un futuro distinto.

La muerte de la imaginación es una obra que destaca por su capacidad de componer situaciones absurdas y entretenidas, llenas de una gruesa ironía que no inhibe la reflexión. Junto con ello destaca el intenso despliegue físico y actoral que da ritmo al montaje.

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Ficha Artística

Dirección: Rodrigo Canales
Dramaturgia: Antonio Zisis
Elenco: Diego Boggioni, Andrés Reyes, Gastón Salgado, Antonio Zisis
Diseño de escenografía: José Miguel Carrera
Diseño de Iluminación: Marcelo Parada
Música: Ángelo Solari
Producción: Bárbara Donoso

¿Dónde y cuándo?

Teatro del Puente
Enero
Santiago Off 2016

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.