Fuimos a ver «Límites» de la Compañía La Laura Palmer. Lo que la obra desarticula, coincide con la exacerbación de nacionalismos baratos en el contexto de Copa América. 

Por María José Durán y Sebastián Pérez

Chile es el nuevo Campeón de América. Justa celebración. Pero la borrachera nacional tanto como la hipersensibilidad tras la derrota, ha dado lugar a un guión que muchos quisiéramos no volver a escuchar: recriminaciones ajenas a todo espíritu deportivo vienen y van, viajando llenas de xenofobia y fascismo, anclándose siempre en un mismo hecho histórico: la cuasi guerra entre Chile y Argentina.

Pero en una coincidencia que viene como anillo al dedo, el teatro local está, precisamente, abordando este episodio de la historia de ambos países con la obra Límites de la Compañía La Laura Palmer.

Lo que vemos es a un grupo de seis actores y actrices, tres de nacionalidad chilena, tres de nacionalidad argentina, que nos cuentan la historia sobre el conflicto del Beagle, desarticulando de paso la idea de límite como una línea imaginaria establecida por convención.

Pero la obra, -lúcidamente suponemos-, decide no transitar hacia lo evidente: ese vacío discurso integrista/latinoamericanista. En cambio, al hacer hablar las biografías de los actores, realiza un simple pero efectivo ejercicio que construye un relato capaz de esbozar los lugares comunes sobre la que se funda ya no sólo la idea de límite, sino también de la de patria, nación o identidad.

Ahora bien, existe también otra noción que opera a la inversa: el límite no como separación, sino como frontera de paso no vigilada, como espacio de tránsito, hibridación y mestizaje donde lo suspendido sería precisamente la convención.

Esto es interesante pues de un modo similar, las actrices y actores de Límites se han sometido al mismo proceso de hibridación al tejer una historia en común para contársela al espectador. Así, ya no simplemente se suspende la primera idea de límite, sino que la noción completa se transforma haciendo que esas historias mínimas que no alcanzaban a ser más que fragmentos ausentes del relato oficial, disputen a través de un nuevo relato lo que ahora les es lo común.

Así, lo más interesante de Límites no es necesariamente lo que sucede en la obra, sino posteriormente, cuando se piensa en todo lo que tuvo que ser pensado y experimentado: viajes por los dolores de cada actor, recopilación de datos científicos sobre longitudes, magnitudes, sondas viajando por el espacio, pretensiones de vida, etcétera.

Méritos hay además en su destacable ritmo escénico, lo lúdico y una serie de momentos agradables que captan nuestra atención, haciéndonos reír y reflexionar. Aunque sobre esto, un alcance: el riesgo de esta fórmula es que aquel cierre donde cada actor ejecuta el gesto que determina su biografía, esté al borde de transformarse en un contradictorio momento indie/optimista, es decir, un cliché (una convención saturada) con aires a cine romántico independiente.[/vc_column_text][/vc_row]