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Constelaciones: realidades universales

Fuimos a ver «Constelaciones», obra del dramaturgo inglés Nick Payne, dirigida en Chile por Víctor Carrasco, que se presenta en el Teatro de la Palabra.

Richard Feynman, Premio Nobel de Física y célebre percusionista de bongós, contaba en alguna ocasión la discusión que tuvo con un amigo artista, quien cuestionó su capacidad para apreciar la belleza de una flor. El físico cuántico le contestó afirmando que cualquier persona disponía de la capacidad para apreciar lo bello, y que desde la ciencia las cosas sólo mejoraban al poder estudiar los procesos celulares de la flor, pues la belleza se presentaba en nuevas escalas, mezclando sentimiento y entendimiento.

A algo similar juega Constelaciones: comprender en otra escala nuestra idea de la vida, las relaciones y el amor. Los puntos altos de la obra residen justamente en su interés por traer hacia teatro, algo de ciencia y astrofísica, una especie de cruce que, aunque todavía dentro de la órbita del texto, resulta absolutamente recomendable para plantear un camino para el teatro, tal como otras iniciativas ya se han dado en otros campos del arte.

Ahora bien, la anécdota de Feynman nos permite una reflexión: su amigo nos recuerda aquella esquemática división del conocimiento humano que se ha tomado demasiado en serio: ¿se es científico o humanista? Lo que persiste al final de tal mirada es ese tufillo tecnócrata-neoliberal con el que se forman profesionales incapaces de ligar intereses distintos al de su campo de producción. Y sea el caso particular del arte, la conformación de sujetos autoproclamados dueños de una genialidad creativa única, lo que subsiste acá es la atracción del campo de gravedad del romanticismo, estrella muerta hace más de un siglo, que todavía irradia su energía hasta nuestro tiempo (lo que explicaría por qué todavía existe gente como Jodorwsky sentenciando al mundo con sus clichés virtuales).

Pues bien, ese mismo tipo de irradiación romántica –hegemónica en radios, películas, teleseries, etcétera- es la que constelaciones disputa, antes que nada, desde su estructura narrativa. No hay aquí profecías autocumplidas, milagros o amores a primera vista. Los saltos temporales y las reiteraciones de una misma situación diferenciada por leves cambios en lo que se dice o se deja de decir, modifican irremediablemente el futuro de ambos. Así, un mismo acontecimiento puede devenir en diferentes sucesos sin asegurar su éxito o su fracaso.  Lo que finalmente se termina por destituir es el carácter trascendentalista del amor. La predestinación es proscrita. Dios hace las maletas.

Bajo esta perspectiva podríamos decir algo nada de novedoso: cualquier tipo de amor es una construcción que demanda trabajo, no milagros. Pero además Constelaciones nos dice que lo sólido se desvanece, que lo que parecía ir en dirección correcta, desaparece súbitamente, y que contra eso no hay más que modificar nuestra percepción de la vida (o decidir morir).

Pero no hay que confundirse: no estamos frente a una obra que resuma el espíritu cínico, desencantado e irónico de una sociedad que, parafraseando a Zizek, le sea más fácil imaginar el fin de la humanidad por el choque de un asteroide, que el fin del capitalismo. Por el contrario, Constelaciones conmueve, sólo que sosteniendo la afirmación contraria a que el amor todo lo puede: el amor es aleatorio, temporal, finito.

Bukowski afirmaba: “el amor es una forma de prejuicio. ¿Cómo puedes decir que amas a una persona cuando hay diez mil personas en el mundo a las que amarías más si llegases a conocerlas?”. Puede que esta perspectiva del amor se vea desoladora. No hay un para siempre y no somos únicos. Sin embargo, el astrofísico Neil deGrasse Tyson (conductor de Cosmos, segunda versión) propone cambiar la forma en que vemos nuestra propia vida: él no podría sentirse pequeño al mirar las estrellas, pues comprende que los elementos básicos que componen el universo, vinieron de esas estrellas, es decir, “el universo está también dentro de nosotros”.

De algún modo lo que están proponiendo Tyson o Feynman es que no hay límites para el conocimiento, sino más bien fronteras que pueden decidir cerrarse o cruzar. Sólo una de las opciones asegura el desarrollo humano, la otra seguirá reproduciendo religiones, conservadurismo, clasismo, racismo, machismo y desigualdad.

En Constelaciones persiste aquel cruce, pese a que se advierte que mientras más avanza la obra, más tenue se vuelve aquel impulso. Sea o no que hacia el final gana el teatro, la reflexión que queda es que el rendimiento de la obra sería superior si para una próxima ocasión, sea el teatro el que se ponga en duda.[/vc_column_text][/vc_row]

Ficha Técnica

Dirección: Víctor Carrasco
Dramaturgia: Nick Payne
Traducción: Constanza Brieba
Elenco: Fernanda Urrejola, Francisco Pérez-Bannen
Diseño Escenografía: Víctor Carrasco
Iluminación: Andrés Poirot
Composición Musical: Juan Cristóbal Meza
Producción: Bárbara Nash.

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.