Fuimos a ver «Pulmones» al Teatro Oriente en el marco del festival Santiago a Mil 2017, esta es la obra más reciente del director Álvaro Viguera junto a la productora The Cow Company a partir del texto del dramaturgo inglés Duncan MacMillan.

Cuando uno piensa tener descendencia hoy en día, es inevitable preguntarse en qué condiciones estará el mundo cuando esa persona sea adulta. ¿Habrá valido la pena traerla a vivir en un mundo que ha destruido su propia naturaleza? ¿Será esta persona alguien que contribuya a detener el acelerado deterioro del planeta? ¿Tendrá uno como madre o padre las capacidades para criar y guiar a esta persona hacia una lucidez que le permita ser un aporte al mundo?

Estas son algunas de las preguntas que se hacen los personajes de Pulmones, obra escrita por el dramaturgo inglés Duncan Macmillan, que pone en discusión las decisiones que toman las parejas al momento de volverse responsables de un/a hijo/a. El texto muestra ciertos cuestionamientos sobre los cambios emotivos que conlleva esa decisión y las consecuencias que tiene para una pareja, como la ilusión del primer test de embarazo positivo, el miedo a los cambios, o la tristeza de una pérdida.

El hombre de esta relación, músico y medio desordenado, al momento de decidir ser padre, toma el camino corporativo que le da la seguridad económica que necesita. Ella está estudiando un doctorado, aparentemente becada. Lo suyo son las ciencias sociales y/o la filosofía. Ambos son adultos “onderos”: jóvenes ecológicos que van a las marchas y cuestionan el sistema, sin embargo, el pensar en tener hijos es algo que los agobia a tal punto de cambiar de opinión sobre crear o no a otra persona.

Álvaro Viguera sigue la propuesta del dramaturgo y pone en escena a los actores sin escenografía. Ellos llevan la conversación de esta pareja que va cambiando de lugares y de tiempo solo a través del diálogo. Tanto Francisco Ossa como Francisca Lewin sostienen un ritmo atractivo que mantiene al público atento y divertido.

Sin embargo, la reiteración de clichés en la obra impide reflexiones más profundas sobre cómo nos comportamos en una relación. En cambio, se busca el chiste fácil que hace reír al más conservador. Se trata de lugares comunes visibles, por ejemplo, en el hecho de que sea la mujer la que “piensa en exceso”, se estresa rápido y habla agudo, mientras el hombre no logra contenerla pues, por ser hombre, carece de la capacidad para comprender emociones complejas.

En efecto, Pulmones realiza una caracterización más bien desde un lugar común del “sexo débil” donde la mujer es un desborde emocional que el hombre debe contener y guiar (o en último caso renunciar a comprender). Poco aporta el viaje que realizan estos personajes: desde la idea de ser padres, pasando por el término de su relación a causa de la irremediable pérdida del primer embarazo y hasta la vuelta a estar juntos lo que se confirma es la misma percepción idealizada del amor doloroso, pero, ¿cómo este amor puede ser el mismo que muestre el camino a la reconciliación y la selección de la “persona correcta”?

Frente a esto cabrían más preguntas como, ¿por qué seguimos mirándonos, comportándonos y representándonos bajo miradas estereotípicas del amor femenino/masculino? ¿Qué pasa con toda la discusión que ha comenzado a darse durante esta última década respecto a repensar el amor normado por el patriarcado?

En este sentido, en Pulmones se vuelve necesario notar la repetición de una fórmula que se nos viene enseñando hace siglos: la mujer sirve para el amor y la maternidad. El resultado es que toda posibilidad de extender preguntas, cuestionamientos y oposiciones al campo que, “por naturaleza”, se le ha asignado a la mujer (el amor) se anule entre risas y clichés.

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