Fuimos a ver “Te prefiero muerta que perra sidosa”, obra ganadora del XVII Festival de Dramaturgia y Puesta en Escena Víctor Jara. El montaje busca cuestionar qué significa ser mujer hoy vinculado con violencia de género.

“el pacto se rompió

seguiste tu camino y yo seguí con el mío oh

dime qué te pasó oh

no puedes olvidarme

mientras te domino llamas insistentemente

y quieres que yo te conteste

si no te contesto.

Si no le contesto se desespera…”

“Si no le contesto”, reggaetón del grupo “Plan B” suena mientras dos mujeres bailan en escena. Dos mujeres en escena con un suelo lleno de flores de colores. Dos mujeres en escena que juegan a ‘perrear’ sobre ese suelo lleno de flores. La perra y el perreo.

Estamos en un momento donde la lucha en contra del acoso callejero, entendida como una forma de violencia del hombre hacia la mujer, la reivindicación, la necesidad de alcanzar la igualdad de género y la explosión del feminismo, -manifestado mayormente en testimonios acerca de abusos sufridos-, se están tomando los medios, sobre todo, los medios digitales. También, hoy se tramita una ley en el Congreso con el fin de poder penalizar el acoso callejero. Por su parte la ONU acaba de lanzar su campaña llamada He For She, donde se usan rostros televisivos masculinos para entregar un mensaje de igualdad de género.

¿Se lograrán realmente cambios de paradigma con estas acciones? ¿Desde dónde se piensa hoy la lucha contra del machismo incrustado que existe, no solo en Chile, si no con fuerza en Latinoamérica y todos los países que están en la famosa y condenatoria categorización de “tercermundistas”? ¿Es el testimonio suficiente forma o estamos entrampándonos en él?

Te prefiero muerta que perra sidosa es una obra que se presenta como “un debate en torno a lo que significa ser mujer, a las complejidades del género y cómo en una mujer pueden existir todas”. Sin embargo, en su estructura se suma a esa forma de denuncia testimonial, tomando como motor los casos de los hermanos Rojo y de La Cocinera de Molina, en donde la figura de la mujer víctima de violencia –no siempre directa- decide devolver la mano a su victimario con más violencia.

Pero estas historias crueles, crudas, impactantes, se vuelven una anécdota. Como pequeños monólogos que ficcionan situaciones que podrían estar, o no, protagonizadas por las mujeres de esos casos. Pequeños monólogos irremediable e inentendiblemente desconectados, que, cruzados por audios e imágenes proyectadas van envolviendo al espectador en una narrativa difusa que abusa del fragmento.

Aquí la fragmentación constante emerge como un peligro. Porque lo que pudo ser en un minuto, en ese reggaetón del principio que proponía una atmósfera clara, termina siendo una línea de acciones realizadas en diversos formatos que impiden vislumbrar un hilo dramático claro y con él, la reivindicación: el saber qué significa ser mujer y sus complejidades.

¿Cómo accionar en torno a la lucha por la igualdad de género? ¿Cómo hacerse cargo, desde la disciplina teatral de esta lucha? ¿El testimonio continúa siendo la punta de lanza de esta reivindicación o puede entramparla? Esta y más preguntas surgen al ver Te prefiero muerta que perra sidosa, porque más allá del ejercicio teatral, bien ejecutado por las actrices, estamos frente a un cuestionamiento de orden global.

Y es en este punto en donde se puede decidir si ingresar a la reflexión más profunda, ir más allá o quedarse en la forma más utilizada. ¿Cómo enlazar estas historia y entender que son parte de un todo? ¿Cómo trabajar el fragmento, entendiéndolo como una “parte pequeña de alguna cosa quebrada o dividida”? El quiebre como impulsor parece ser la pregunta. El fragmento como parte del todo, la respuesta.