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Julio César: ver la voz

La retórica como condición política de poder y persuasión, se ve reflejada a través de la voz en la obra Julio Cesar, fragmentos de Romeo Castellucci.

Se trata de una adaptación del clásico de William Shakespeare desde una propuesta de Teatro Posdramático (nuevos códigos teatrales que se aproximan a la Performance) formando parte de los homenajes al autor inglés que trae consigo el Festival Internacional Santiago a Mil 2016.

La manifestación de la voz a partir de la laringe, es proyectada mediante una videocámara introducida por la fosa nasal de un actor, hasta llegar a la garganta en donde se visualizan sus cuerdas vocales. Una imagen potente, directa, que instala un acontecimiento vivo presentado en un gran formato, exhibiendo cómo se gesticula el discurso que narra la victoria del dictador romano Julio César. Un monólogo que esboza de manera indirecta la hegemonía del realismo en el teatro occidental, haciendo un guiño a Stanislavsky en la placa del actor, que lleva por nombre «Vskij». En contraposición a Marco Antonio, militar romano y colaborador de Julio César, sus palabras son distorsionadas a causa de una laringectomía del actor, por tanto, la ausencia de voz impide que el espectador comprenda lo que está oyendo, salvo por los subtítulos que comunican el fragmento del texto shakesperiano, en el cual se revela la verdad del asesinato de Julio César. La muerte del César reafirma la caída del realismo en la esfera teatral, para dar paso a innovadoras posibilidades de formato artístico, las cuales son desplegadas en el hall central del Museo Nacional de Bellas Artes, lugar que contiene una acústica poderosa, además de convertirse en el escenario para los actores, quienes transitan por el espacio con libertad interviniendo incluso al público. 

¿Cuán decisiva es la voz en escena? ¿Qué tan efectivo es un discurso sin el sonido de la palabra? La metateatralidad en Castellucci plantea la reflexión sobre el poder de la palabra hablada, tanto en la política como en el teatro, cuestionando la trascendencia lingüística a falta de una proyección vocal que la sustente. El teatro posdramático se encarga de remarcar el carácter performativo de una obra, por lo que prevalece el cuerpo, esto significa que la palabra puede ser representada mediante otras alternativas escénicas. Esto se evidencia en Julio César, fragmentos a través de las acciones pausadas, el manejo de los silencios, las detenciones fotográficas de los actores y los diversos sonidos que emanan del cuerpo en movimiento.

Cabe destacar, la complejidad de abordar una obra clásica en base a un lenguaje teatral contemporáneo, aquello se resuelve en una secuencia de imágenes portadoras de significados, y en particular, la relación cuerpo-voz en ambos monólogos que muestran una versión acotada del texto original de Shakespeare, desde una receptividad visual fragmentaria que se reconoce en el mismo título de la obra.

Lo atractivo de ver la voz, tal cual, es el hecho de pensar su presencia en el espacio, si atrae al público por las palabras textuales o en la forma en que se dicen; de igual modo es interesante hasta qué punto se altera el contenido en el eco de una voz obstaculizada. No es casual que Castellucci escogiera el Museo de Bellas Artes para el montaje, pues la retórica es perturbada por el tratamiento de la sonoridad en escena, entorpeciendo la locución política, en efecto, inhabilitándose el poder de su dominio verbal sobre la audiencia.

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