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Andrea Gutiérrez: “Estamos en una generación donde las palabras ‘derecho social’ y ‘trabajador’ vuelven ser usadas con orgullo”

Conversamos con Andrea Gutiérrez, presidenta del Sidarte y una de las muchas mujeres que participaron en la creación de la Plataforma de Artes Escénicas y el proyecto de Ley de Artes Escénicas.

 

Han sido días especialmente movidos para la presidenta de Sidarte.  Durante este último tiempo ha debido repartir su tiempo entre su trabajo sindical, el final del proceso de construcción del proyecto de Ley de Artes Escénicas que ayer fue firmado por la presidenta Bachelet y el desarrollo de una propuesta en materia de cultura para la candidatura de Beatriz Sánchez a la presidencia. Todo esto sin dejar de lado el trabajo con su histórica compañía La Mona Ilustre, que este año ha itinerado a lo largo de Chile y, por supuesto, a su familia.

“Dormí tres horas”, nos dice. Y todavía quedan algunos procesos abiertos. Hoy Sidarte vive cambios profundos: acaba de renovar sus estatutos para acoger buena parte de los trabajadores del teatro (ahora se llamará Sindicato de Actores, Actrices y Trabajadores del Teatro) y fortalecer su orgánica institucional. Además, está ad portas de vivir un nuevo proceso eleccionario al que Andrea decidió no repostular.

“Es un trabajo que me gusta mucho, pero creo que los liderazgos se tiene que renovar. Es importante que los socios del sindicato sientan que este es un espacio que ellos deben ocupar y no asociarlo a una persona”.

De esto y más conversamos en esta entrevista: contingencia cultural, el nuevo panorama teatral “mucho más líquido” y el futuro.

Andrea, partamos hablando de la aprobación del nuevo Ministerio de las Culturas y de la firma del proyecto de Ley de Artes Escénicas. Pasa que con esas dos cosas, uno podría afirmar que se ha avanzado mucho, pero al mismo tiempo tendríamos que recordar que ciertas lógicas como la de la concursabilidad, dar bajos presupuestos en cultura y precarizar al trabajador cultural, continúan. ¿Cómo evalúas tú esto? ¿Hay más avances o más bien retrocesos?

– No soy de la idea de encontrar las cosas mejor o peor. Hemos crecido en aspectos de organización, conexión y red. Tenemos hoy otra manera de visibilizarnos. Tenemos mucho contenido y reflexión. De eso soy una agradecida del mundo del teatro. Pero también tenemos muchas falencias propias de la profundización del modelo económico. Muchas veces hablamos de ser más solidarios y estar más conectados, pero el modelo está tan arraigado en nosotros que somos tremendamente individualistas, tremendamente competitivos. Hay una contradicción bien amarrada.

¿Lo ves como una paradoja?

– En el fondo, podemos ver crecer un aspecto sobre la institucionalidad, pero por otro lado, igual está este fantasma gigantesco que nos hace ser competitivos, individualistas, abandonar espacios de representación como los sindicatos, comportarnos como clientes, ¿cachai? Esos son los fantasmas que amenazan permanentemente al mundo de la cultura.

A propósito de lo que mencionas sobre la competitividad, el año pasado Gabriel Boric habló en el congreso sobre Fondart y dijo que era un modelo basado en la competitividad. Pero en cierto sentido, acá en el teatro ni siquiera hay espacio como para “competir”. El costo de lo que hacemos lo asumen nuestras redes, nosotros mismos o Fondart, que es un poco una lotería.

– Claro, sí, y Fondart es bastante rotativo.

Aunque existe esta idea de que siempre se lo ganan los mismos.

– Yo no soy muy de la teoría de los apitutados. Creo que depende de quien maneja la fórmula. Y eso evidentemente discrimina. Pero no diría que tenemos que terminar con los fondos concursables, no me gustan esas frases como para la galería. Me parece que no es la cuña correcta. La profundización del modelo de fondos concursables ha diversificado la cantidad de artistas y compañías, de la competencia, pero también la movilidad que hay en el medio. Creo que tenemos que revisar a quienes se orientan los espacios de concursabilidad y a qué proyectos.

 ¿Qué tipo de proyectos no deberían tener que concursar?

– Los que necesitan estabilidad y continuidad. Pienso en proyectos de distribución, circulación, festivales, difusión, etc. No puede ser que un festival se haga un año y otro no, porque comienzan a establecer un compromiso con una comunidad que necesita estabilidad en la relación con el arte y la cultura. Y esa gente está muy cansada, muy agotada. Y ni siquiera estoy pensando en Santiago. Pienso en las regiones, donde además el presupuesto es escaso. Hay festivales que si no se hacen, la región se queda sin teatro.

¿Y qué tipo de proyectos podrían entrar en la lógica de la concursabilidad?

– Creo que la creación es un espacio interesante para la concursabilidad. Por eso digo que acotar el espacio de concursabilidad que le sea coherente no me parece descabellado. Si imaginamos un espacio sin Fondart, ¿qué pasaría?, ¿a la comunidad artística le van a dar fondos?, ¿a cada uno? Eso es imposible, sabemos que presupuestariamente es imposible. Ni en Alemania.

No todos son financiables.

– No, no todo es financiable por el Estado. Por eso una de las grandes peleas que tuvimos en la creación de la Ley de Artes Escénicas fue el reconocimiento del rol público que cumplen compañías, festivales, salas, etc. El que cumple un rol público es financiable por el Estado.

¿Y en qué está esta ley en tu inminente salida de Sidarte?

– Está a cinco minutos de entrar al congreso.

¿Ahí puede pasar mucho o poco tiempo, no?

– Depende de quienes sean los llamados a trabajar con los parlamentarios y con la Comisión de Cultura. Todos los proyectos que ingresan al parlamento, sino uno no los moviliza desde la sociedad civil y el mundo organizado de esa sociedad, podrían dormir mucho tiempo. Por eso ahora corresponde iniciar otra etapa, que es el plan de cómo nos vamos a desplegar en el congreso.

¿Cómo va a ser eso?

– A mí me gustaría que el despliegue fuese igual de cohesionado que fue la primera etapa donde fuimos capaces de alinearnos detrás de un objetivo, y que no sea una presencia diseminada donde cada uno trata de convencer a un parlamentario para que arregle una cosita que no le gustó.

Tu mencionabas en una oportunidad que muchas veces debiste poner tu cargo a disposición en la vocería de la Plataforma dando a entender que el trabajo en la interna no había estado exento de dificultades. 

– Es que somos más de 25 organizaciones muy dañadas todas y con muchas precariedades. Entonces cada una siempre ha estado acostumbrada a trabajar en trincheras particulares, defendiendo la danza, teatro, etc. Había que hacer muchos gestos para que las confianzas se restituyeran porque era muy fácil perderla. Había que estar todo el tiempo a disposición con la claridad de que este no era un espacio de figuraciones personales y que no queríamos que hubiera sectores perjudicados.

Hubo muchas acciones de afecto para mostrar que esto era realmente colectivo. No nos interesaba juntar un lote de nombres u organizaciones para aparecer como que éramos muchos. Por eso también yo viaje mucho a regiones. Había que decirles que estábamos incluyéndolas, conversar con la gente y motivarla. Y eso les hacía sentido.

EL FUTURO DE SIDARTE

No hay novedad en afirmar que hoy tendemos a descansar en las instituciones. Las “dejamos funcionar” y ya. Sin ir más lejos, en el propio sindicato pasa que hay gente que se hace socio o socia y no aparece nunca en las asambleas. ¿Cómo lo ves tú?

 – Yo he sentido, en momentos en que estoy muy cansada, un respaldo importante del colectivo. Quizás me estoy contando historias color de rosa, pero vi para el Día del Teatro que  llegaban miles y miles de fotos de socios que yo ni siquiera he tenido la posibilidad de ver en persona. Eso igual es un voto de confianza.

El escenario sindical en el mundo del arte es muy contrario a todo lo que te indica el sistema por todos lados. Actuar juntos, cohesionadamente, requiere un trabajo que muy pocos están dispuestos a hacer y ceder su tiempo. Y digo, no todo el tiempo. Cuando se está en un sindicato uno no pide que los socios estén todo el tiempo, pero si se pide que estén detrás de causas que todos hemos acordado. En nuestro caso el proyecto sociopolítico de Sidarte se votó en asamblea y se aprobó, por lo tanto, lo que se espera es que haya un respaldo.

Ahora, en otras causas he sentido que no es así, por ejemplo, la lucha laboral sigue siendo muy compleja. Yo te diría que he visto un gigantesco apoyo en redes sociales y un frágil respaldo presencial. 

 ¿Qué te gustaría que mejorara?

– Me gustaría que, así como ha crecido la adhesión este último tiempo, que el compromiso con el pago de cuota y su presencia, aumentaran.

¿Y ves que las cosas cambien con el ingreso de nuevos socios?

– Cambia, si. Hoy hablamos de nuestros derechos y decimos, «soy actor, soy trabajador», aunque eso no significa necesariamente que se comporte de esa manera. Probablemente esa persona que dice eso con mucho orgullo, deja que lo vulneren laboralmente o se autoprecariza, pero estamos en una generación donde las palabras derecho, derecho social, trabajador, empiezan a volver a ser usadas con orgullo, les entrega un sentido de pertenencia. Ahora tenemos que hacer un trabajo más profundo, que es transformar su conducta con respecto a qué es ser un trabajador y qué es tener derechos y cómo se defienden esos derechos.

Una de mis frustraciones es nunca poder haber hablado en nomenclatura laboral, como por ejemplo, que nuestro sector se cuadre detrás de la negociación colectiva ramal. Esa negociación es la única que podría cambiar de manera efectiva las remuneraciones y las condiciones laborales del sector.

¿A qué te refieres con la negociación ramal?

– Lo que pasa es que hoy día la negociación colectiva a partir del plan laboral, –Ahí Colectivo Zoológico hizo una tremenda colaboración-, solamente puede darse colectivamente en una empresa, entonces quienes somos sindicato interempresa y no trabajamos en una empresa, sino en una rama, no tiene posibilidad de negociar. Si yo voy a hablar con un canal de televisión, el canal te puede decir «que le vaya bien», porque hoy la ley laboral establece que el sindicato interempresa solo puede negociar si el patrón lo acepta.

¿Hay algún ejemplo de este tipo de negociación?

– En Argentina, por ejemplo, si se negocia por rama: la rama de la publicidad, del teatro, del cine, etc. Ahora, pasa que la gente dice «ojalá Sidarte fuera como el de Argentina», pero yo digo: miren la normativa. De hecho, los argentinos nos admiran a nosotros porque no entienden cómo hacemos lo que hacemos, cómo seguimos vivos no teniendo nada, nada en la ley que nos apoye.

¿Nada de nada?

– En el código laboral uno puede ver claramente cómo los sindicatos interempresa están totalmente amputados, vulnerando incluso un acuerdo de la OIT que dice que la negociación colectiva debe ser un derecho garantizado para todos los trabajadores.

¿Y cuáles consideras tú que serán los principales desafíos para la nueva dirigencia, considerando además que tu gestión está muy bien evaluada?

– Bueno, tú sabes que Sidarte tiene dos ámbitos de acción. Uno es el laboral, estrictamente laboral, y el otro de política pública en materia de cultura. En el ámbito laboral es súper importante que no se abandone la lucha por los contratos laborales, sobre todo en el mundo de la televisión. Porque eso es un cambio gigantesco para el propio sindicato en su reconocimiento. Seguir siendo ignorado por los canales es algo grave que no puede seguir sucediendo.

Hay que normalizar la contratación laboral en el sector y seguir instalando los salarios mínimos sugeridos por el sindicato en los distintos espacios de contratación laboral de actores. Y como te decía, estar detrás de la causa de negociación colectiva ramal. Son cosas duras, pero que tienen que estar presentes en el sindicato.

Y por el otro lado, desde el punto de vista de la política pública, profundizar, mejorar y dar seguimiento a la Ley de Artes Escénicas. Todo esto hermanado con la idea de que el sindicato tiene que seguir siendo un actor preponderante, pero por sobre todo, que ayude a otras organizaciones a seguir constituyéndose para que haya una red poderosa de sindicatos de trabajadores del mundo de la cultura.

Mi deseo más interno es que Sidarte continúe por la senda de ser una organización política del mundo de la cultura, y que no pretenda ser otra cosa.

¿Cómo qué?

– Nosotros no somos una mutual, no somos un espacio de desarrollo de actividades para el actor. Somos un sindicato de trabajadores y somos una organización política porque queremos reivindicar políticamente e incidir en los actores políticos para que haya una reivindicación tanto laboral de nuestro sector, como desde el punto de vista del trabajador cultural que es, sin duda, uno de los más precarizados.

Por último, Andrea, ¿ya tienes decidido tu próximo frente de batalla? Nos imaginamos que una persona como tú…

– Sí, no lo tengo decidido. Tengo muchos deseos de reinsertarme de manera profunda y definitiva en mi actividad, en el mundo de la gestión y de la creación. Pero bueno, inevitablemente voy a estar en un espacio político. Hoy tengo militancia política por primera vez, además. Algo saldrá, pero no lo tengo pensado.