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Omar Valiño, teatrólogo cubano: “la crítica no es sinónimo de algo negativo, sino de un pensamiento”

Conversamos con Omar Valiño, teatrólogo y crítico teatral cubano que estuvo de visita en nuestro país en el marco de los festivales Santiago a Mil y Santiago Off. En esta entrevista hablamos sobre el teatro chileno y el estado de la crítica teatral.

 

Omar, para comenzar, ¿cuántas obras viste en tu paso por Chile?

– Mmm… no tengo que haber visto menos de 25 obras entre los dos festivales, lo que me ha permitido enfrentarme a un panorama no total, pero si real.

¿Y qué cosas te llamaron la atención del teatro que se está haciendo en Chile?

– Me ha resultado muy interesante de muchos espectáculos, la generación de una reflexión que busca respuestas, o al menos se pregunta, por la construcción de la identidad chilena.

¿Esta idea de la identidad es algo que tu rastrees en otros países o es que lo notas más acá? 

– Es que en Latinoamérica la reflexión sobre la identidad es consustancial al arte y al acto creativo, de tal manera que sí, lo veo en otros contextos teatrales, pero también diría que lo he notado más en Chile hoy que en anteriores confrontaciones que he tenido con el teatro chileno.

¿De las obras que viste, hay cosas que te hayan llamado la atención respecto de la manera en que se construyen las puestas en escena? Te preguntamos porque acá comienza a sonar mucho la idea de un teatro contemporáneo.

– Yo creo que es un teatro enterado de las formas contemporáneas -a mí me gusta llamarle vectores de la creación teatral contemporánea- que, a veces con mejores resultados y a veces no tanto, están siendo abordados por el teatro. No he notado un teatro atrasado y eso también me ha interesado, porque no se trata solo de rastrear temáticas, sino como las temáticas son iluminadas de una nueva manera desde un nuevo lenguaje, desde otros posicionamientos estéticos.

¿Qué obras se te vienen a la cabeza como ejemplos de lo que viste?

– Democracia no es totalmente chilena, pero el marco, el texto, los actores y el lugar de emisión es chileno. A mí me interesó mucho esa puesta en escena de Felipe Hirsch, porque es consecuente y desafiante para su propio camino como director. También me interesó mucho Donde viven los bárbaros de Bonobo, un espectáculo muy redondo, no se va nunca de esa apuesta que proponen, y la resuelven muy bien desde el lenguaje y la zona temática, que es concomitante con lo que hablábamos sobre la identidad.

Painecur quizás es menos arriesgada en su lenguaje teatral, pero cumple muy bien la exploración temática haciendo esa pregunta sobre los mapuche y el lugar de los mapuche en la estructura social chilena. En ese mismo sentido, por último, me acuerdo de la danza de Malén que me resultó muy emocionante y muy bien ubicada conceptualmente.

 

EL DESASTRE ES GLOBAL

Omar, hablamos sobre tu mirada del teatro chileno, pero ahora nos gustaría saber si te pudiste formar una idea del estado de la crítica teatral chilena. 

– La verdad es que solo me pude formar una opinión a partir de los análisis que realizamos durante estos días en el taller en Santiago Off, no a través de mi propia confrontación pues no he leído crítica en estos días. Ahora, me hubiera interesado, lo dije en el taller y lo repito ahora, que los espectáculos en el festival hubieran tenido más espacio para el pensamiento. Me parece que es importante completar el círculo de la creación con el papel que puede jugar el pensamiento dentro de ellos.

¿Te refieres a que en el festival hubieran existido más instancias de diálogo, de encuentro?

– De diálogo, directa o indirectamente sobre algunos espectáculos, abarcando segmentos de la programación. Porque eso permite pensar el festival por dentro. Estos eventos tienen siempre la obligación de pensar lo que colocan frente a un espectador y también de pensarse a sí mismos, ver si están cumpliendo sus objetivos, etc.

Nosotros hemos afirmado en Hiedra la tesis del el progresivo empobrecimiento conceptual de la crítica teatral dedicada antes a describir y calificar obras, del deterioro de la figura del crítico y también la reducción de su espacio en los medios. Tuvimos la oportunidad en su minuto de conversar con Jorge Dubatti para saber lo que sucede en Buenos Aires, y aunque en un grado menor, también afirmaba que es algo que está sucediendo, ¿cómo lo ves tú?

– Yo creo que ese diagnóstico es mundial, que obedece a un sistema que intenta que el pensamiento crítico no progrese. Y aunque en ese sistema mundo el teatro ocupe una esquina y no un lugar central, aun así lo veo relacionado del mismo modo que veo que la teoría también ha ido perdiendo espacio. Me refiero a la teoría en torno a las humanidades, la cultura y las artes.

Ahora, podría ser también que en Chile haya una dificultad a la hora de enfrentar este panorama porque no hay una enseñanza de la crítica teatral. Y como en cualquier otro aspecto de la vida humana, la crítica es también algo que se puede enseñar, transmitir y practicar.

¿Cómo se da eso en Cuba?

– En general, en Cuba tenemos una buena formación y hay un acompañamiento crítico del teatro diversificado no en una única manera de ejercer la crítica. De hecho hay una gran dificultad que, aunque parezca paradójico, los críticos no quieren escribir crítica puntual.

¿Cómo?

– Es que en Cuba los críticos participan mucho dentro del sistema escénico, entonces cumplen esas tareas de pensamiento crítico de distintos modos y huyen de la manera pública de escribir sobre los espectáculos, sobre todo de lo que no consideran bueno, positivo o que les haya llamado la atención. Pero bueno, esa también es una parte importante del edificio de la crítica.

Siempre ha existido cierto recelo respecto a que el crítico esté demasiado dentro de la institucionalidad cultural trabajando como curador, dentro de procesos creativos, etc., perdiendo de vista su función…

– Yo creo que un crítico honesto ejerce la crítica en cualquiera de esas funciones posibles, y de hecho, sería imprescindible que la ejerza.

¿Y cuál crees tú que es la función de la crítica? Te preguntamos un poco buscando dar una respuesta al diagnóstico anterior sobre textos que se hacen llamar a sí mismos crítica, pero no responden a análisis argumentados, sino a una descripción de obra con una calificación final que a veces, -ahora cada vez menos-, recurre a las estrellas.  

– A mí no me gustan, no lo practico y no estoy formado en esa línea de calificar con estrellas o con ningún otro sistema que no sea el de hacer una interpretación, una valoración y enjuiciamiento. Esos tres pasos son una función de la crítica. Me parece que orientar al público también es una función, pero una orientación que no significa la pragmática idea de vaya o no vaya al teatro, gaste o no gaste, es algo más amplio. Una orientación que incluye un proceso de formación del espectador, -en este caso lector-, en el análisis a lo largo del tiempo de esos espectáculos y de ese panorama al cual asiste cotidianamente.

Y hay otra función de la crítica que casi nadie menciona que es el placer de ejercer el oficio por parte de quienes verdaderamente creemos en él y creemos que la crítica es un acto creativo que tiene sus objetivos.

Un acto creativo que, por lo pronto, comparte el mismo rango que una obra, ¿no? Podríamos hablar incluso de dos obras que dialogan, pero pasa que cuando la crítica es considerada negativa, se le anula, se desprecia ese ejercicio. 

– Es que la crítica está acompañada permanentemente de clichés, sobre todo cuando la crítica ha ejercido un señalamiento negativo. Pero la crítica no es sinónimo de algo negativo, sino de un pensamiento. Sin embargo, cuando ejerce señalamientos negativos, los críticos nos volvemos dianas de la saeta de un conglomerado determinado de personas.

Siempre digo que de haber sido esa misma crítica positiva, esos clichés desaparecen, cuando en realidad lo que habría que hacer es pensar de los dos lados, porque puede haber magníficas críticas que valoren negativamente un espectáculo y pésimas críticas que lo valoren positivamente.

Omar, ¿te parece necesario insistir en la crítica hoy?

– Creo que el papel primordial de la creación es primero, pero el vector de la crítica es fundamental. Los teatristas quieren buenos espectadores y la crítica es parte de la formación de esos buenos espectadores, sino asistiremos en lo sucesivo a una degradación como parte de esa crisis global del pensamiento.

¿Y frente a este panorama global, te muestras optimista o pesimista?

– El estado de la bobería mundial que trata de pasar gato por liebre, en el sentido de entretener a la gente con productos y no objetos, con mecanismos de entretenimiento banal, desgraciadamente va a ir creciendo. Pero por eso también es más importante el papel de la crítica aunque sean nichos tenidos por pobres, pocos e inofensivos. Hay que resistir desde esos nichos a esa invasión global.