Ampuero el Converso y el programa cultural de Piñera
No hay creyente más radical que un converso. El converso necesita creer desesperadamente para llenar ese tiempo vacío de sentido que le ha dejado la duda. Pero no todo sujeto sometido a ese trance es capaz de reconocerlo. Por eso el caso de Roberto Ampuero, -quien se autoreconoce como un converso-, es digno de análisis.
Para él no es tema que se le enrostre a perpetuidad su pasado de izquierda. Lo que le importa es el presente. El converso necesita constantemente dar pruebas de su fe para eliminar toda sospecha. Por eso, y porque quiere ser un fiel creyente, Ampuero mantiene públicamente y desde hace años una campaña de terror contra el mismo sector al que alguna vez perteneció.
¿Un capítulo notable? Cuando se presentó en ENADE haciendo una comparación absolutamente irresponsable entre el contexto de la UP y el actual, hablando de la “noche oscura” que se avecinaba y de un clima de “odiosidades” que el mismo ha fomentado. En dicha ocasión, Ampuero no escatimó en recursos: quería el aplauso del clero, la ovación del empresariado.
Sería otro liberal, Carlos Peña, -un liberal nativo, no un converso- quien le diría que era un exagerado. Sin embargo, la campaña de Ampuero no se ha detenido. Por el contrario, el clima electoral lo tiene desaforado publicando en redes sociales. Hace tan solo unos días tocó fondo al citar un supuesto tweet de Nicolás Maduro apoyando a Guiller. El ex ministro había caído de canto en eso que llamamos posverdad o falseo y alteración de información mediática para infundir el terror.
Y se resistió a aceptar su error: antes de reconocerlo quiso jugar al empate citando a Camila Vallejo y Karol Cariola. Cuando ya no le quedó más que asumir, intentó bajarle el perfil al asunto diciendo que todo se dio en el contexto del “fragor del debate”. Vaya vara que tiene el ex ministro respecto a lo que implica debatir.
Más preocupante resulta todo esto cuando nos enteramos de que Roberto Ampuero integra el área de cultura del programa de Sebastián Piñera y que durante el día de ayer publicó una columna en El Líbero buscando destacar tanto las propuestas culturales del candidato como el aparente florecimiento de un grupúsculo de actores culturales de derecha: “Hace diez años sectores políticos que no eran de izquierda no lograban convocar a tantos artistas y gestores culturales como hoy”, afirmó el escritor.
El ex ministro comienza su columna celebrando lo hecho: la conducción del CNCA por parte de “la centro derecha y los liberales”, afirmando que ello ha implicado un quiebre en el monopolio de la izquierda. Luego, Ampuero aplaude lo que considera es una virtud de la derecha: su capacidad de ordenar la casa. Con Piñera “la casa cultural” se habría ordenado luego del desastre en la conducción de la izquierda.
Está en el ADN de la derecha neoliberal celebrar el crecimiento y el orden. Y está bien, cada quien celebra como puede, pero no parece muy razonable que el escritor bestseller festeje tanto la gestión del gobierno de Piñera en esta materia (para ordenar la casa no se necesita de políticos). Tampoco parece razonable que Ampuero afirme que el gobierno de Piñera no pecó de “adanismo”, mal que mal, se recuerda sin demasiado cariño la arrogancia del dueño de Bancard al decir que en 20 días su gobierno hizo más que la Concertación en 20 años.
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Ojo, no es que no se pueda ser arrogante, pero para serlo, hay que tener cierta dosis de inteligencia en el uso de las palabras, cualidad de la que el candidato de derecha carece.
Permítaseme una digresión: también carece de ella otro ex ministro de cultura de Piñera, don Luciano Cruz-Coke quien recientemente tuvo la mala ocurrencia de discutir y decirle a los trabajadores del MAC Parque Forestal que el gobierno de Bachelet no había hecho nada por ellos. Lo desafortunado no es que les diga eso, sino que lo haga para autoaplaudirse: tal parece que el actor que alguna vez dirigiera Lastarria 90 (hoy Starbucks) esperaba que le agradecieran como un favor la restauración del museo luego del terremoto de 2011.
En fin, volvamos a Ampuero y el programa cultural de Piñera: después de repasar lo que fue la gestión del gobierno del ex dueño de LAN en cultura, comienza a enumerar las nuevas propuestas del candidato.
La primera, afirma, tiene un carácter simbólico. ¿El nombre de la propuesta? No hay acuerdo. En el programa de gobierno del candidato se le llama “Vale Cultura”, en un viral colgado en redes sociales Cruz-Coke le llama “Bono Cultura” (¿habrá sido un lapsus?) pero Ampuero aquí le llama “Pase Cultura Joven”.
Tanto cambio de nombre se debe a un hecho concreto que ya abordé en una columna anterior: un estudio de factibilidad hecho durante el propio gobierno de Piñera recomendó cambiar el nombre de “Vale Cultura” pues semánticamente era complejo. En realidad, es bien malo el nombre. Pero más malo es el proyecto en sí, razón por la cual no se ejecutó.
¿Cómo y por qué ahora se volvió factible? No lo sabemos. Ampuero en su columna no se refiere a nada de esto. De hecho, de aquí en más Ampuero no se refiere a nada en profundidad. Solo habla generalidades en un programa que en materia cultural ya es bastante general. Sobre el propio “Vale Cultura” dice que es una medida exitosa en otros países, pero no hace referencia a que fue su propio gobierno el que desestimó el proyecto.
Es más, Ampuero y el equipo programático de Piñera ignoraron por completo algo central que reveló el estudio de factibilidad en 2011: la gente que no accede ni participa del consumo cultural lo hace por falta de interés y por falta de tiempo. En este sentido, prometer vales culturales y fibra óptica son medidas absolutamente escasas para un gobierno que busca la excelencia. Evidentemente, Ampuero sigue pensando la cultura desde su puro acceso, como si una política cultural consistiera en hacer que la gente consuma cultura.
¿Quién la financia? ¿Quién asume sus costos? Ampuero hace mutis por el foro. En cambio, se da espacio para reiterar ese manido discurso dulcificado sobre la cultura hablando de identidad, diversidad, riqueza cultural, pueblos originarios, etc. A mi juicio, la mejor muestra de la ausencia de proyecto.
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Quizás por eso Ampuero avanza rapidito y matizando sobre este asunto para pasar a hablar de la simplificación de los fondos concursables. Aquí afirma la necesidad de eliminar excesos burocráticos, en una solapada crítica al rol del Estado. Podría ser interesante saber cómo y qué se simplificará de los procesos de postulación, si los requisitos en la plataforma misma o el proceso de evaluación.
De todos modos, más interesante sería haber visto alguna propuesta para frenar la predominancia de los fondos concursables en el financiamiento de la producción cultural. Hoy solo un reducido porcentaje del total de postulantes accede ese financiamiento, y entre quienes acceden, genera una dependencia patológica que a esta altura se ha transformado en uno de los principales factores de la precarización laboral del artista en tanto impide proyecciones de mediano y largo plazo.
Pero nada de eso aparece. Tampoco hay lugar para que el escritor plantee desafíos. Y eso que uno de los grandes desafíos de un gobierno de derecha está, a mi juicio, en el ámbito cultural. ¿cómo hacer que un sector político conservador, que construye su discurso bajo las nociones de orden, certeza y extracción de capital, logre hacer algo más que “ordenar la casa cultural” de un área productiva que funciona a contrapelo, con altas tasas de precarización laboral e incertidumbre?
Sobre este punto el programa del candidato de derecha no dice ni pío. Pero en eso no está solo: el candidato de la Nueva Mayoría tampoco ha dicho nada. Ambos han decidido evadir el gran problema de la producción cultural hoy: que el costo de su producción lo asumen los artistas y trabajadores de la cultura con cargo sus condiciones laborales.
En fin, Ampuero el Converso, debería tener claro que para autoaplaudirse con tanto orgullo, él y su candidato necesitan demostrar mucho más.