Fascismo eterno: una lectura a 25 años
Iván Insunza escribe en Hiedra para convocar el texto Contra el fascismo de Umberto Eco y crear así, con ese desplazamiento, una lectura al panorama actual.
El 25 de abril de 1995 Umberto Eco pronunció en la Universidad de Columbia la conferencia El fascismo eterno. El texto fue posteriormente publicado en el The New York Review of Books, La Revista dei Libri y, un pequeño librito, en un acierto editorial de Lumen que permite que hoy circule en las librerías.
La tesis de Eco es hoy, a la luz del paso de los años, una lúcida y temprana mirada a los nuevos fascismos y nos permite pensar cuestiones de la contingencia con una óptica distinta. Teniendo a la vista a Franco, Mussolini y Hitler el autor nos muestra un fascismo plural, pero de clara y sólida estructura de odio que nos permite pensar hoy a Trump, Bolsonaro o Piñera.
El fascismo eterno o ur-fascismo es caracterizado por Eco en 14 puntos que traeré aquí, en un ejercicio que parece más una reseña que un análisis reflexivo, sin embargo, el puro desplazamiento del ensayo a esta columna aparece como suficiente para una experiencia valiosa del lector.
El ur-fascismo está siempre ligado a cierto tipo de tradición (sincrética, pero de apariencia no sincrética), diríamos que el fascismo es siempre conservador. La tradición se arraiga en una verdad originaria, ya anunciada, por lo tanto, no hay nada nuevo por saber, descubrir, explorar. He aquí la respuesta a que para el fascismo sea tan sencillo negar la ciencia y la facticidad. De este modo se niega la modernidad. El nazismo se enorgullecía de sus avances industriales al mismo tiempo que rechazaba la forma de vida capitalista. El ur-fascismo es lo contrario del racionalismo, es irraciaonalismo.
Esto derivaría en un permanente desprecio por la cultura como lugar de tensiones críticas. La verdad originaria no da pie a contradicciones, la reflexión insistente sería un modo de pereza y eso transforma a la universidad y los círculos intelectuales en nidos de ratas comunistas. Así para el ur-fascismo aferrado a la tradición no sólo el conocimiento es indeseable en su panorama, también es algo que debe ser erradicado. Se rechaza el pensamiento crítico pues éste distingue, discierne, valora el desacuerdo y para el ur-fascismo eso es traición.
Luego, el desacuerdo es además diversidad, es un ruido en la búsqueda de la homogeneidad y la uniformidad, para la pretensión de totalidad lo otro es un intruso, un indeseable. El ur-fascismo es y será siempre racista.
Tierra fértil para el surgimiento del ur-fascismo es el descontento social o individual. El llamamiento a las clases medias frustradas es su condición de existencia, crisis económicas, humillaciones políticas. El proletario que transita hacia burgués es su nuevo sujeto votante, pues se ve seducido por el discurso de la superación. La carencia de identidad social es resuelta con la más simple de las identidades: haber nacido en un país. La nacionalidad se transforma en la única identificación sin relieves que necesita al enemigo, al extranjero, al distinto para, negándolo, constituir identidad. Racismo, xenofobia y finalmente, la idea de un complot internacional permanente contra un “nosotros” nacional.
El otro tiene lo que yo no tengo, la ostentación es siempre humillación para el ur-fascista. El enemigo es despreciable porque tiene más, pero es vencible porque es menos. El ur-fascismo pierde contacto con la realidad y está condenado, a la larga, a perder sus guerras. Y, claro, la permanente guerra es constitutiva del ur-fascismo, el pacifista es también un traidor.
El elitismo del ur-fascismo es aristocrático y militarista, implica jerarquía, verticalidad, respeto al de más de arriba, desprecio al de más de abajo, no puede evitarse así el populismo que llama a ser mejor y superarse, tener más abajo que arriba. La fuerza es el medio para el ascenso.
Todos somos educados para ser héroes en el sistema del ur-fascismo, el héroe no es la excepción sino la norma. El héroe no teme al peligro, lo desea incluso, busca la muerte, aspira al sacrificio, espera encontrar su consagración en la muerte, mientras la muerte sale de él y va quedando regada por el camino.
La guerra y el heroísmo son asuntos complejos y requieren poder y verticalidad, rectitud y dureza, la superación del pliegue y grandes mástiles donde flameen las banderas. El desplazamiento a lo sexual es evidente: el ur-fascista es siempre un machista. La mujer es su subordinada y las diferencias sexuales son simples perversiones que deben ser suprimidas.
Para el ur-fascismo el pueblo es una ficción útil, se reconoce el poder del individuo, su especie, su nacionalidad, su poder, pero no se cree en un pueblo poderoso, el pueblo requiere de un líder que lo interprete, porque el ur-fascismo exalta a las masas, pero las desprecia. De este modo desacredita la democracia y cualquier representación que no sea total.
El ur-fascismo habla y enseña una lengua simple, básica, igual para todos. Con esto se desactiva la posibilidad de un razonamiento complejo y crítico y se pone al que habla una lengua experimentada en el lugar del traidor. Los lenguajes deben ser simples y transversales, imponentes, pero vacíos.
El ur-fascismo permite pensar un fascismo plural que se acomoda a su época, al tiempo que se aferra a sus estructuras basales. Pero también permite mirar las maneras en que el discurso fascista se ha colado en las retóricas progresistas, en ciertos esencialismos biológicos y en la construcción de identidades contemporáneas.
A poco más de 25 años de la conferencia de Eco, sus palabras resuenan más cerca de lo que uno pensaría. Mientras Fukuyama rectificaba su tesis del fin de la historia diciendo que se refería a que, por ejemplo, no era posible imaginar un resurgimiento fascista, Eco nos dibujaba el panorama con extraordinaria nitidez.
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Imagen: serie Herr Meets Hare, rara producción de WB que operó como propaganda política.