LA GRAN FAMILIA DE CIRCO: alcances y limitaciones de una zona de peligro
Paula Jirkal* escribe en Hiedra, esta vez para abordar la problemática identificación del mundo del circo con el concepto de «familia».
En contextos de circo tradicional o contemporáneo no es extraño escuchar a sus miembros decir que son “una gran familia”. Existe una unidad discursiva muy clara al interior de este gremio en torno a esta idea, cuestión que no ocurre en el teatro y la danza -o al menos no con tanta aceptación-, pero ¿por qué ocurre este proceso de identificación grupal y cuáles son sus implicancias? son cuestiones que trataré de problematizar en este momento para, de una u otra forma, construir algunas posibles respuestas.
La familia como unidad básica de organización social, presenta una dimensión del todo relevante para analizar las diferentes formas de vida que despliegan los grupos humanos. Nadie que viva en una sociedad moderna como la nuestra puede decir que desconoce lo que es la familia, pues las relaciones de parentesco y los vínculos que de ella emergen son cruciales para las articulaciones de la vida social. A lo largo de la historia han existido diversas formas de familia: poligámicas, monogámicas, extendidas, nucleares, compuestas, monoparentales, reconstituidas, unas más cerradas, otras más abiertas que, al fin y al cabo, demuestran los diversos factores que han impactado en sus cambios y transformaciones estructurales. Pero hasta aquí la familia como categoría de análisis, sigue apareciendo como un concepto abstracto.
Según Federico Engels, la familia monogámica no aparece producto del acuerdo romántico entre dos partes, sino que más bien, surge producto de condiciones económicas dadas por el triunfo de la propiedad privada de un patrimonio y autoridad masculina por sobre la propiedad colectiva. Esto trae consigo que el primer antagonismo de clase que aparece en la historia es el antagonismo entre hombres y mujeres: “la primera división del trabajo es la que se hizo entre hombres y mujeres para la procreación de hijos”. Este tipo de familia inaugura, entonces, la esclavitud, las riquezas en manos de unos pocos y un progreso relativo o limitado, ya que nos remite al triunfo y bienestar de unos a expensas de la represión y dolor de otras y otros.
Ahora bien, cuando los miembros del circo se refieren a sí mismos como “una gran familia”, independiente del tipo de familia al que se aluda, si conserva o rompe en mayor o menor medida lo señalado anteriormente, a lo que se alude es a la familia. Los alcances de una afirmación como esta son las problemáticas que emergen de este tipo de vínculo social, pues en las familias encontramos los peores secretos, las mentiras, los incestos, las violaciones, las violencias, las jerarquías y las opresiones, solo por nombrar algunos.
Entonces, si el circo es una familia, por consecuencia encontramos en el todo lo mencionado: la sujeción casi perpetua a los roles de género, donde los hombres son maestros de ceremonia, los más fuertes y protagonistas en la forma de payasos. Pues es muy raro ver mujeres animando espectáculos, varietés o siendo payasas, incluso en contextos de circo contemporáneo o nuevo circo, también en el último tiempo hemos venido presenciando cómo se han ido destapando casos de abusos sexuales y violencias al interior del gremio.
La relación circo y familia tiene un origen que es histórico para esta disciplina artística, pues en nuestro país existen grandes familias de circo que han levantado grandes empresas en torno a la actividad circense y han transmitido el oficio de generación en generación, perpetuando la tradición a la manera de linajes. Por lo cual, es posible señalar que existe un alcance temporal e histórico relevante para que los miembros del circo en sus diferentes variantes se identifiquen con lo familiar. Dicho de otro modo, el tema traído a colación genera mecanismos de identificación entre sus miembros, construyendo así una identidad que habla de la historia de su oficio.
No obstante, la familia es una forma conservadora de generar identidad, ya que es reflejo también del lugar que ocupa la familia en el relato nacional, bien sabemos que las riquezas de este país y que los más altos mandos políticos del gobierno están repartidos entre primos y parientes; la gran familia de circo está directamente relacionado con la mantención del status quo de nuestro país, porque en el fondo las trampas del lenguaje, nos permiten mirar cómo el poder se cuela en todas las formas de generar relaciones e identidad entre los grupos humanos.
Ser una gran familia de circo nos coloca ante una zona a lo menos, peligrosa. Pues es complejo criticar algo que es tan familiar y está tan revestido de afecto, por lo general la familia como toda tradición sociocultural, es algo complejo y lento de modificar por las mismas resistencias de sus miembros.
Ante todo esto se me abre la siguiente pregunta: ¿Cuál es la necesidad de equiparar las instituciones sociales o culturales al funcionamiento de la familia? Si lo que se pretende es generar mecanismos de identificación ¿por qué ha de ser la familia ese lugar? o por otro lado, ¿cómo podemos hablar de una escena de circo contemporáneo cuándo sus miembros siguen perpetuando formas de relaciones ortodoxas y tradicionales? Si a la hora de almuerzo familiar no se permite hablar de religión ni política ¿cómo podemos politizar un arte que se resiste a salir de la organización familiar? Al parecer el nuevo circo en Chile de nuevo solo tiene el contexto en el que se articula, pero en el fondo sus raíces siguen siendo las mismas, pues la organización CircoChile y sus miembros siguen señalando una y otra vez en sus discursos lo felices que están de esta gran familia. Considero que politizar el circo es hoy una tarea primordial, operar en la construcción de sindicatos de artistas de circo que trabajen fuera del circo tradicional, consolidar su organización y articular un discurso estético que vaya más allá de la generación de un lugar de entretención y esparcimiento.
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*Investigadora social. Licenciada y titulada de la Escuela de Trabajo Social de la PUC de Valparaíso y estudiante de la Escuela Preparatoria de Artes Circenses EPAC.
Imagen: Sagrada Familia del pajarito (1650) de Bartolomé Esteban Murillo