Los títeres y las artes en chile
El arte de trabajar con títeres es hoy un oficio invisibilizado por la academia, su circulación es al margen de los circuitos teatrales y es visto, generalmente, como una entretención para niños. Pero la naturaleza de este oficio es mucho más que eso y sufre las mismas condiciones de precarización que el resto de las artes escénicas. En esta columna, Esteban Herskovits reflexiona sobre el estado actual de ese arte y del oficio del/a titiritero/a.
Por Esteban Herskovits
Oficio y academia son dos escuelas o formas para la producción de obra. Por Academia se entiende una institución compuesta por un grupo de especialistas en diversas áreas de una carrera que al otorgar una validación o título forman profesionales. Oficio, en cambio, es un trabajo que no siempre requiere una validación formal universitaria para ejercerlo.
La tendencia social actual es que hoy se estudia para ser artista. Pintores, escultores, actores, músicos, bailarines, se validan en la academia. Y es a través de la certificación académica que se termina de completar «el ser alguien».
Las instituciones académicas o universidades estandarizan conocimientos para otorgarle al estudiante una visión global y especifica de su área. Pero la validación es también raíz del modelo competitivo de mercado. Hoy se hace requisito básico en muchas certificar calidad. Con esto la persona que desde el oficio ha forjado su trabajo está limitada en su quehacer laboral, no necesariamente en lo creativo, pero sí en el vínculo con lo institucional.
Trabajar desde el oficio tiene que ver con desarrollar la técnica a través del aprendizaje con maestros. Es un camino personal de investigación, estudio, ensayo y error. De todos modos, en definitiva, en las artes quien recibe el trabajo (el público espectador) es quien valida, da fe, comenta, critica y/o recomienda.
El arte de los títeres en Chile es un camino de oficio, no existe universidad que imparta la carrera de títeres. Ni siquiera en las carreras de teatro se imparte como ramo. Salvo en algunas universidades que excepcionalmente han hecho seminarios, pero principalmente enfocado al área pedagógica.
Que la gente de teatro y que las instituciones de cultura no estén familiarizadas con el títere como un lenguaje propio de las artes escénicas tiene consecuencias en varios ámbitos. A la hora de planificar actividades culturales y/o proyectos de ley, los títeres y sus titiriteros simplemente son omitidos. Esta mirada desvinculada de los títeres con las otras artes no es por falta de exponentes que estén desarrollando un trabajo artístico de calidad, sino porque es un trabajo de oficio.
El 2016 el titiritero Sergio Tito Guzmán recibió el reconocimiento por parte del Consejo de La Cultura y las Artes como tesoro humano vivo por su meritoria trayectoria. Pero dicho reconocimiento no solo lo hace la institucionalidad de cultura: también es validado por un gran número de titiriteros y titiriteras que reconocen en Tito y su compañía Candelilla un ejemplo de vida. Sin embargo, este reconocimiento también evidencia el nulo apoyo a la gran mayoría de compañías de títeres en Chile, sobre todo los elencos más antiguos que por salud y vitalidad tiene problemas para mantenerse trabajando.
En Chile todas las artes están sometidas a una precarización laboral que pone el énfasis en los fondos y en la competencia que no genera un desarrollo real. Esta lógica favorece al sector validado por la academia y por los medios de comunicación e invisibiliza la labor del trabajador de oficio.
Hoy se imponen ideologías y términos como economía creativa o industrias culturales apuntando a que los creadores deben ser, además, gestores culturales, productores, generadores de espacios, audiencias y financiamientos para hacer rentable el arte. Así, el Estado se va desligando de su rol de preservar la labor material e inmaterial de los trabajadores de la cultura.
En lo laboral, los elencos de títeres subsisten principalmente de realizar espectáculos para público familiar, lo que no significa que los títeres sean infantiles. Muchos elencos en su repertorio tienen espectáculos para adultos, pero sin duda el arte de los títeres atrae fuertemente al público infantil. Esto lo supieron leer las compañías titiriteras como una forma de subsistencia, ya que antes del cine o la televisión los repertorios de obras que ofrecían los elencos en Chile eran populares y con historias para adultos.
Una obra completa. incluidos actores y actrices, puede caber dentro de un par de maletas, lo que permite traslados de bajo costo, pocas personas por compañía (son muy escasas las compañías de más de tres personas que tengan una larga trayectoria) la posibilidad de llegar a los territorios más apartados sin requerimientos técnicos tan complejos, se puede prescindir también de la sala de teatro para realizar la presentación.
Es por estas características de subsistencia que los titiriteros y titiriteras son muchas veces dramaturgos, constructores, directores, sonidistas, productores, chofer, etc. Pero esta versatilidad suele estigmatizar a los títeres como un arte pequeño, exclusivamente para público infantil, para la fiesta de cumpleaños, el parque o la plaza.
Los títeres son muchísimo más que eso: otorgan vida a lo inerte. Esta es su principal característica. Se le llama animación –y no manipulación- ya que el titiritero o titiritera le da ánima o alma. La manipulación, en cambio, es parte del proceso técnico. La animación tiene una relación sutil con la magia, como una especie de rito chamánico.
¿Qué es un títere? Todo objeto puesto en situación dramática independiente a su tamaño, técnica o estética. El trabajar con objetos como personajes protagonistas de las puestas en escena pone el foco afuera del cuerpo del actor y determina una forma de crear singular (las titiriteras y titiriteros no son necesariamente actores de teatro).
La dramaturgia para títeres entonces responde a imaginar universos con objetos y a permitir que los objetos tengan vida dentro de ese universo al incorporar, además, el diseño, la escultura y/o la pintura, también la música, la danza y la narración oral.
La evolución histórica que tienen las artes y los títeres también genera particularidades interesantes de observar. En el mundo de las academias, las artes son estudiadas por los teóricos del arte. Allí los estudiantes deben comprender las teorías de vanguardia implicadas en la creación artística. En muchos casos, el lenguaje conceptual que emplean las obras se vuelve hermético o, por el contrario, es explícito y banal.
El lenguaje de los títeres es conceptual en sí mismo, cada personaje es un concepto que no busca ser rupturista porque su naturaleza es rupturista. El arte de los títeres sigue perteneciéndole al público, no se queda enclaustrado en los teatros o en las galerías, es libre. Por esto no comulga y no califica en la historia de las artes, a pesar de que permanentemente aporta a la cultura del territorio y cruza las fronteras como representante creativo y cultural de un país que no lo tiene considerado.
*Imagen de la obra Bottom’s Dream.