“siempre fui perfil bajo”
A propósito de las declaraciones de Consuelo Valdés sobre su bajo perfil, Sebastián Pérez piensa el binomio extroversión/introversión para observar las astucias y torpezas retóricas de la ausente ministra de cultura.
Recuerdo que más de una vez en mi infancia me dijeron que era “florero de mesa” o “florerito”. Acá en Chile se le suele llamar así a quien busca llamar la atención del resto. Mi personalidad más bien extrovertida tendía a querer que los demás centraran sus ojos en mí. Mi hermano mayor, en cambio, era lo opuesto, introvertido y bajo perfil.
Como sociedad tendemos a valorar más la personalidad del “florero” que la del bajo perfil o “quitado de bulla”. Esto equivale a decir que valoramos más la extroversión que la introversión. Creo que uno de los motivos de por qué eso sucede es porque vemos en la extroversión un abierto interés por mostrar sentimientos y buscar ser agradable, lo que asociamos con transparencia, mientras que en la introversión las cuestiones no son explícitas o derechamente se esconden, por lo que especulamos con la opacidad. Por eso se dice que “los calladitos son los peores”.
Pero todas estas cuestiones operan al nivel del sentido común. Y como bien notó John Sassall[1], el sentido común es una trampa que “tienta a aceptar lo obvio”. Las estrategias de los “floreritos” para llamar la atención son literales y obvias, lo que no quiere decir que la gente de “bajo perfil” no busque llamar la atención. Lo hacen igual solo que con cierta astucia.
Recuerdo el caso de un amigo cuya estrategia para llamar la atención en un grupo era guardar silencio y mostrarse como un sujeto reflexivo a través de pequeños gestos como asentir con su cabeza o mover su boca de lado a lado cada tanto. Así aparentaba un profundo mundo interior incluso en la conversación más irrelevante. Los que lo conocíamos sabíamos que detrás de esa impostura meditabunda no había mucho más (precisamente por eso no abría la boca, sabía que hablar lo delataría), sin embargo, su estrategia funcionaba y más de alguien se le acercaba atraído por su performance.
Se me vino a la cabeza todo esto a raíz de una entrevista que dio la actual ministra de cultura, Consuelo Valdés, a La Tercera. “Soy perfil bajo” era el titular de la entrevista. Con esa cuña la ministra se defendía de las acusaciones sobre su escasa presencia en el contexto de la crisis económica que vive el sector cultural a causa de la pandemia.
Pudiera ser que efectivamente el bajo perfil de la ministra haya sido mal interpretado como ausencia de liderazgo cuando en realidad la intención era no figurar, pero un remate demasiado cursi, con esa misma impostación afectada de mi amigo, delató la astucia retórica: “yo sirvo a la cultura, pero no me sirvo de la cultura” dijo la ministra.
Evidentemente es una frase hecha que no dice nada. Solo funciona como un comodín que podría ser ocupado básicamente por cualquier persona a la que se le haga un reclamo como este, desde un escolar que falta a clases a un padre ausente. “no me ausenté de clases, profesora, es solo que yo no me sirvo de la educación”; “No he visto a mi hijo porque yo sirvo a la paternidad, pero no me sirvo de ella”. Es ridículo.
La ministra ensayó una salida inteligente que, de algún modo, la exculpaba e incluso hacía que uno se sintiera mal por meternos con su modo de ser. Pero se pasó de lista con el remate martirizante. Y no hay mártires cuando hay gente pasándolo peor que tú.
Ahora bien, esa entrevista es de inicios de mayo. Hoy, tres meses después, la noticia es que más de cincuenta organizaciones del mundo de la cultura abandonaron la mesa de trabajo que se había creado hace cuatro meses en conjunto con el MINCAP. Entre los motivos está, una vez más, la ausencia de la ministra en esas reuniones. ¿Cuál va a ser la respuesta esta vez? ¿La ministra va a insistir en que su liderazgo es más bien introvertido?
El mundo de la cultura es el sector productivo más golpeado por la crisis. Las estadísticas así lo confirman: la cesantía aquí alcanza el 44%. El rubro de la construcción, segunda área más golpeada, llega al 28%. En cultura los números rojos se duplican y triplican. Estamos en el barro.
Y lo más probable es que esos datos estén subestimando la magnitud de la catástrofe pues la informalidad y la precariedad laboral no siempre entran en los análisis. Hay una enorme cantidad de trabajadores de la cultura que no tiene contratos, y por lo tanto, no tiene ahorros previsionales para retirar. Muchos solo boletean y a causa de ello hoy no pueden acceder a los créditos blandos del SII o al bono de 500 mil pesos. Estamos en el barro con el lodo hasta el cuello.
Para colmo, los planes de desconfinamiento no consideran la apertura de espacios culturales hasta recién la fase cuatro donde podrán abrir a un 25% de su capacidad. Y solo en la quinta fase podría ampliarse ese número a un 75%. El problema es que esa fase de “apertura avanzada” solo tendrá lugar cuando haya menos de 150 casos diarios. La última vez que chile tuvo 150 casos fue la semana del 20 de marzo, hace cuatro meses. Y mientras escribo esta columna el recuento en la tele es de 2.201 casos nuevos, una cifra que parece haberse estancado pues se viene repitiendo hace un mes. No hay para cuando.
Algunos estiman que recién a fines del 2021 las cosas se reactivarán. Más de un año más. Si el Estado no actúa con rapidez a través de un verdadero plan de salvataje tal como otros países lo han hecho, va a desaparecer una buena parte de la actividad cultural. El desastre es inminente.
Y aun así, puede que el sector aguante esta crisis echando mano a su “amor al arte” (es decir, seguir haciendo cosas asumiendo los costos y sin generar ganancias), pero definitivamente no aguanta un año y medio más de gobierno con una ministra celebrando natalicios en su cuenta de twitter mientras no aparece en las reuniones. Ya demasiadas instituciones y personas la acusan de lo mismo y ya demasiadas confianzas han sido quebradas.
No puede ser que tengamos una ministra que celebra en sus redes sociales el año nuevo mapuche, pero hoy calla ante el racismo que se vive en el sur. ¿Cuándo va a abordar la dimensión cultural del conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche?
Se necesita un lidezargo a la altura, ni florero ni bajo perfil, sin astucias retóricas, sin imposturas reflexivas, con los pies metidos en el barro, que es donde hoy estamos todas y todos.
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[1] Médico inglés retratado por John Berger en “Un hombre afortunado”.
Imagen: Lenny de Los Simpsons, un «bajo perfil» muy concentrado.