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Sobre las otras quince mil cosas que hacemos para vivir

“Ahora el teatro está al nivel de cualquier otra profesión, instalado como un trabajo que te permite vivir sin necesidad de hacer quince mil otras cosas», afirmó el destacado director teatral Rodrigo Pérez. ¿Está en lo cierto?

Polémicas resultaron las declaraciones del actor y director teatral Rodrigo Pérez, quien hace un par de semanas afirmó a Las Últimas Noticias que “ahora el teatro está al nivel de cualquier otra profesión, instalado como un trabajo que te permite vivir sin necesidad de hacer quince mil otras cosas».

En realidad, el director intentaba responder a la pregunta respecto de qué es síntoma que se esté afianzando la lógica de reponer y reestrenar obras. Sin embargo, Pérez terminó elaborando un juicio sobre las condiciones laborales del teatro que sacaron ronchas en el medio, fundamentalmente, porque la realidad que él plantea sobre el medio, no se condice con la realidad cotidiana y material de tantos otros artistas.

¿Por qué el reconocido director hace un juicio de valor tan optimista? Quizás convenga considerar el contexto de la entrevista: Rodrigo Pérez celebra la instalación de la lógica de reposiciones que permite volver a La viuda de Apablaza, obra coproducida y financiada por GAM.

De todos modos, algo no calza. Pareciera que en su entusiasmo, el director de la obra de Luco Cruchaga tiende a universalizar las condiciones de producción particulares de su proyecto. Tampoco es para disparar a quemarropa. El punto es que la respuesta del medio ha hecho evidente que no se puede esbozar un diagnóstico general sobre el estado de las condiciones laborales del medio cuando se es parte de su excepción.

Porque el teatro no está ni por asomo a la par de otras profesiones. Precisamente, hace apenas unos días atrás la presidenta del Sindicato de Actores, Andrea Gutiérrez, se refería a las injustas y dañinas condiciones laborales planteadas desde el mismísimo Código del Trabajo respecto de los trabajadores del mundo del arte y la cultura. Se trata de un artículo específico (el 145L) que obliga al disparate de cotizar dos veces –como dependiente e independiente- a un trabajador, solo por desempeñar funciones en el mundo de la cultura.

Que la propia normativa laboral establezca estas condiciones de desigualdad hace imposible aceptar por mucho tiempo la idea de que estamos a la misma altura de otras profesiones en términos laborales. Y eso que todavía estamos hablando de cumplir con la ley.

Qué decir del empleo informal dentro del mismo campo del arte, de la falta de regulación laboral, de la ausencia de contratos acorde a la ley, de a la falta de salud digna y seguridad social, de la imposibilidad de tomar vacaciones legales, de la nula protección laboral, de las lagunas previsionales y a la dependencia económica del núcleo familiar.

Pero no acaba ahí. Porque si bien se trata de empleo informal o no regulado, todavía hablamos de trabajo dentro del medio. ¿Qué hay con el día a día de actrices y actores que todavía deben recurrir a quince mil otras cosas para vivir? ¿Qué hay de los animadores de cumpleaños infantiles, de las y los garzones, de los que trabajan como guías turísticos, de los que pasan la mitad del día en una oficina, de los que trabajan free lance como ejecutivos de ventas, etc?

Si año tras año, los informes sobre las peores carreras para estudiar, las carreras con peores sueldos, peores perspectivas laborales y/o peor futuro, tienen al teatro y la actuación disputándose los primeros lugares, es porque todas las dimensiones de la realidad laboral de los artistas son todavía precarias y condenatorias.

Todo esto a propósito de que a la vuelta está el 1 de mayo, una fecha que nos recuerda que no por ser artistas dejamos de ser trabajadores. Esto es fundamental. En una sociedad globalizada como la nuestra, la dimensión del trabajo es, a mi juicio, la más importante. Más que la educación, más que el medio ambiente. Simplemente porque un profesor o un científico necesita y merece condiciones dignas de trabajo para ser agente de cambio de la sociedad.

Hoy conseguir la estabilidad económica desde el mismo medio artístico es un privilegio de pocos. Y esto por cierto que no es problema del privilegiado. Por el contrario, es una condición por la que debemos luchar por extender.

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.