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El texto literario de género dramático, El caso de liceo de niñas: balance de la memoria y el olvido

Federico Zurita habla de memoria, olvido, la escasa publicación de obras dramatúrgicas en nuestro país, y más a partir de «Liceo de niñas» de Nona Fernández, publicado por Ediciones Oxímoron el año 2016.

En 2016 Ediciones Oxímoron publicó el drama Liceo de niñas, de Nona Fernández, texto que en 2015 sirvió de base para la realización de la obra teatral del mismo nombre estrenada en octubre de ese año en el Teatro de la Universidad Católica bajo la dirección de Marcelo Leonart. Esta reflexión se inicia con la distinción entre drama y teatro, pues tal deslinde ocupa un lugar importante en el ejercicio de valorar la circulación de los textos literarios de género dramático que se busca formular aquí.

En la presentación que Mauricio Barría escribe para el libro Dramaturgia chilena 1890-1990. Autorías, textualidades, historicidad, de María de la Luz Hurtado, advierte: “[s]abemos que la historia de nuestro teatro ha sido reducida a un puñado de textos que están lejos de representar su espectro real. No tenemos teatro de repertorio en donde esas obras vuelvan a verse, con lo que perdemos no solo una parte de la historia de nuestro teatro, sino también de nuestro país”.

Las palabras de Barría apuntan a generar las condiciones para que en Chile se haga el esfuerzo de desarrollar un circuito teatral con buena memoria. Pero indirectamente podrían contribuir, además, a tomar conciencia del valor literario de aquellos textos que mayoritariamente fueron escritos para hacer teatro y que, sin embargo, tienen vida no solo en vínculo con este, sino también fuera del escenario, mediante la palabra impresa.

Muy probablemente la pérdida de la tradición en Chile de publicar los dramas durante el siglo XX ha propiciado que pasado el contexto en que surgen las obras, se olvide su existencia en términos generales y se olvide, además, el conocimiento que estas producen sobre su presente. Queda apenas un puñado de datos con pretensiones históricas que hablan de las obras del pasado que han podido superar el olvido por su relevancia o, por supuesto, porque fueron valoradas, además, como textos literarios.

Como consecuencia, pareciera hacerse visible que hay un vínculo entre la valoración literaria de los textos dramáticos y su trascendencia teatral. La literaria y la teatral son dos formas diferentes de trascendencia de la palabra inscrita, y, sin embargo, pareciera que la palabra declamada en escena se olvidará en un tiempo diferente a su composición si no se cuenta con su trascendencia literaria. No por esto, una disciplina artística depende de la otra, pero pese a su independencia hay naturalezas compartidas entre drama y teatro.

En relación con esto, el texto de Liceo de niñas publicado por Oxímoron está consciente del vínculo que mantiene con la puesta en escena de un año antes, asunto que se evidencia en el registro fotográfico incluido en sus páginas, y está consciente, además, del valor de la palabra escrita a partir de su estructura, que da forma al teatro dentro del teatro, a propósito de la obra La familia normal que uno de los personajes de Liceo de niñas escribe y que aparece contenida en ésta.

Por necesidades contextuales, tanto la conmemoración del bicentenario de Chile en 2010 como la de los cuarenta años del golpe militar en 2013 produjeron dos fenómenos que son pertinentes a la hora de comentar la publicación de Liceo de niñas. El primero se relaciona con la circulación del texto dramático como texto literario y su potencial de participar en las determinaciones de la historia del teatro en Chile. El segundo se relaciona con los significados y juicios que la obra de Nona Fernández es capaz de producir y ofrecer a las discusiones sobre nuestra realidad histórica y social.

En relación con el primer fenómeno, desde 2008 hasta hoy se gesta una tendencia por hacer teatro de repertorio y se sube a algunos escenarios santiaguinos un puñado de obras del listado nacional, algunas guiadas por un propósito de reconstrucción arqueológica de sus formas y estilos originales (Entre gallos y medianoche, Ánimas de día claro, Versos de ciego, etc.), otras guiadas por la necesidad de resignificar los discursos y las estéticas (Ernesto, Los que van quedando en el camino, La Viuda de Apablaza, etc).

Aquello fue posible por la existencia de un registro patrimonial propiciado por una lógica editorial diferente a la actual. Si bien la historia de Chile está cruzada por el despliegue de diferentes fases del capitalismo, antes de 1973 la construcción de la memoria no estaba aún determinada por las leyes del mercado. En los últimos cuarenta y cuatro años, en cambio, sí lo ha estado, y tal asunto ha determinado la circulación de los libros.

Pero este boom conmemorativo muy probablemente tendrá un límite temporal. Sin embargo, pese a eso, la decisión de Oxímoron de publicar Liceo de niñas participa de la posibilidad de que esta obra de Nona Fernández tenga una vida, tanto literaria como teatral, que exceda el tiempo en que se gesta como marca en la textura de la historia y que pueda habitar otros tiempos como una marca que se resignifica en la piel de la identidad nacional.

En relación con el segundo fenómeno, Liceo de niñas forma parte del impulso que el teatro chileno ha instalado como discusión contingente. Se trata de la necesidad que ha experimentado nuestra sociedad (y a la que el teatro ha contribuido con ideas) de juzgar nuestro pasado reciente al reconocer el fracaso de determinados proyectos que buscaban redireccionar nuestra historia, para constatar, hoy, que, si el mayor intento redireccionador de esa historia fue abortado con un gran golpe, cualquier intento menor se desintegró con mayor facilidad.

La obra de Nona Fernández muestra la historia del encuentro de un profesor de enseñanza media con tres alumnas que llevan treinta años escondidas en el colegio donde estudian. El profesor vive el agobio del tiempo que ha anulado las posibilidades de cambio. Las alumnas no entienden que han pasado treinta años, que no dieron la Prueba de Aptitud Académica y que su proyecto redireccionador de la historia nacional fracasó. En tanto, recuerdan al estudiante de otro colegio que murió en la agitación de la calle.

La obra de Nona Fernández ofrece la imagen del proyecto de transformación nacional encabezado por los jóvenes de los ochenta y, a su vez, advierte del fracaso de ese proyecto que se quedó encerrado en el colegio y que fue olvidado por quienes se hicieron cargo de las transformaciones del país (precisamente las transformaciones que anularon la posibilidad de redireccionar la historia). Naturalmente, las alumnas son las víctimas de ese olvido. Son sus proyectos los que se perdieron en su cautiverio. El niño muerto quedó apenas en un texto que escribió una de las alumnas que se quedó en el encierro, y ese texto ofrece la única posibilidad de recordar su hazaña, del mismo modo que esta reflexión pondera el potencial de Liceo de niñas de recordar el olvido que toda la comunidad nacional hizo de aquellas tres niñas encerradas por treinta años y de aquel niño muerto (la obra presenta signos con anclajes explícitos que hacen referencia a la historia de Chile).

Es posible reírse del absurdo de las alumnas encerradas por treinta años en el colegio. Tanto la puesta en escena de Leonart como el texto de Fernández subrayan la gracia que produce tal exageración, pero la estrategia textual propicia que tal risa sea incómoda. El asunto es, en realidad, una desgracia.

Resulta interesante constatar que apenas estrenada la obra Liceo de niñas y apenas publicado el texto dramático, la incomodidad de la risa que produce la acción dramática se sostenga en que el referente de estos hechos (la historia de Chile) es aún más absurdo. En la medida de que este país continúe el camino trazado en cuarenta años (y vuelva a ganar Piñera una elección presidencial), la risa incómoda que seguirá produciendo la palabra inscrita en el texto Liceo de niñas, de Nona Fernández, que Oxímoron decidió publicar, crecerá en potencia, enrostrándonos el absurdo país que hemos construido.

Liceo de niñas, Nona Fernández.

Ediciones Oxímoron, 2016.

122 páginas.