Origen y usos de la idea de liminalidad
Iván Insunza escribe en Hiedra sobre los usos del concepto de liminalidad en el teatro local. ¿Cualquier tipo de teatro es liminal? ¿qué referentes actuales hay para entender su uso?
«Así, la liminalidad se compara frecuentemente con la muerte: con el encontrarse en el útero, con la invisibilidad, la oscuridad, la bisexualidad, la soledad y los eclipses solares o lunares»
Víctor Turner
A partir del trabajo desarrollado por Arnold Van Gennep y continuado por Víctor Turner en torno a los ritos de paso, en el ámbito de la antropología, surge el concepto de liminalidad. Dados los vínculos de Turner con los estudios de performance y con Richard Schechner, el concepto ingresó rápidamente al ámbito escénico, siendo utilizado por importantes teóricos teatrales como Erika Fischer-Lichte, Ileana Diéguez o Jorge Dubatti, en el campo internacional y Andrés Grumann y Mauricio Barría, en plano local. Lo que me propongo aquí es desplegar brevemente esos usos para dar paso luego a algunas reflexiones que sitúen el concepto en las prácticas escénicas locales.
Con origen en la voz del latín limen que significa umbral, la liminalidad es entendida como un estado de tránsito que se produce en determinados ritos que comparten una estructura en común en diversas culturas. Los ritos de paso, aquellos que generan la modificación del estatus de un miembro de la comunidad (de niño-niña a hombre-mujer, de soltero a casado, etc.) están compuestos por tres fases: 1. Separación del individuo (fase pre-liminal), 2. Tránsito de un estado a otro (fase liminal) y 3. Retorno del individuo en su nueva condición (fase pos-liminal).
Dicha estructura sumada al potencial transformador y la suspensión de la representación cultural vivida por la comunidad durante esa experiencia, son los elementos centrales de los que se ha apropiado la teoría teatral y de performance. Sin embargo hay un elemento más que ha resultado sumamente atractivo para las discusiones de un tiempo a la fecha, la capacidad de este concepto para desactivar las estructuras binarias para la comprensión del mundo.
Para Fischer-Lichte, por ejemplo, la liminalidad es el concepto que le permite equiparar la experiencia ritual y la experiencia estética propiciada por el teatro, ambas experiencias compartirían estructura general y estrategias de escenificación, aun cuando sus potenciales transformadores no sean equiparables. Por otro lado, las fases de esta estructura ritual le permitirán pensar algunas manifestaciones performativas que trabajan precisamente sobre esos límites de inicio y fin.
Diéguez por su parte, pondrá el énfasis en aquel potencial desactivador de estructuras binarias a partir de manifestaciones artísticas y políticas que trabajan específicamente sobre esa indiscernibilidad, activismos políticos que utilizan estrategias estéticas o artísticas y manifestaciones artísticas que trabajan directamente con operaciones en el plano político, aquel cronotopos será abordado por la autora para el análisis de diversos trabajos en Latinoamérica.
Dubatti propondrá que la liminalidad puede ser entendida en un doble sentido para el análisis de lo teatral, señalando que todo teatro es liminal, bajo argumentos que dialogan directamente con lo expuesto más arriba, y que existe un teatro liminal que operaría en la disolución disciplinar generando en el espectador el cuestionamiento de si ¿es esto realmente teatro?
Grumann ha aportado a esta discusión ingresando y desarrollando las propuestas de Fischer-Lichte acentuando el problema en torno a lo umbral y la experiencia estética, mientras Barría ha propuesto el concepto de producción de liminalidad para pensar el performance art, lo que permite concebir la liminalidad ya no sólo como una categoría teórica sino, además, como un asunto de la producción artística.
Si pensamos, por un lado, en una definición reducida de teatralidad, por ejemplo la propuesta por Óscar Cornago, que se base en la relación paradójica entre lo representado y quién representa, es decir en que la teatralidad estaría precisamente allí donde permanecen ambos visibles y generan una tensión propiciando un trabajo en el espectador. Y, por otro, en que dicha tensión ha sido uno de los principales lugares de trabajo del teatro contemporáneo de cara a lo que hemos llamado crisis de la representación, no es difícil entender de qué modo la liminalidad aparece como el concepto pertinente para desactivar la dicotomía realidad-ficción.
Desde esa disolución podríamos pensar también otras como la dicotomía actor-espectador en las propuestas de énfasis performativo que intentan transformar al público en participante o, a partir de esto, la división escenario-butacas que también tiende a ser puesta en crisis en propuestas como estas. En definitiva, la liminalidad permite pensar ese lugar de tránsito donde ambas cosas son al mismo tiempo y, por lo mismo, no permanece fija ninguna de las dos, dialogando directamente con otros conceptos de gran rendimiento en el ámbito de las reflexiones sobre posmodernidad como hibridez o lo trans en todas sus variantes (disciplinar, textual, cultural, medial), según propone Alfonso de Toro.
Por lo tanto, un concepto como este en la escena local nos puede ayudar a leer algunas estrategias de vínculo con lo real (José Antonio Sánchez) en la medida que tensionan esa relación entre realidad y ficción, proyectos de disolución disciplinar, en tanto que es ese un lugar de diálogo directo con el performance art, o derechamente los modos estetizados en que se pone en vínculo lo teatral y lo ritual.
De más estar decir que una reflexión como la levantada por Diéguez resulta sumamente pertinente en tiempos de repolitización de las prácticas artísticas y de estetización de las prácticas políticas en el plano local y que la liminalidad aquí podría servir para pensar esa relación estética-política o arte-política, al mismo tiempo que permitiría pensar los soportes y aparatos expositivos de los que se valen esas propuestas estéticas.
Por último, es pertinente señalar que para Turner la liminalidad generaría una exaltación de la communitas que sería algo así como un intenso sentimiento de comunidad ante la suspensión momentánea de las jerarquías y las estructuras de relación habitual, aquello sería además la posibilidad de fundar nuevos signos desde esa apertura y, por lo tanto, de fundar modos de relación inexistentes en el continuo social fuera de aquella suspensión. Es evidente de qué modo esta cuestión dialogaría estrechamente con las intenciones de buena parte de los artistas en la escena local.