Fuimos a ver «Error» de la compañía porteña Teatro La Peste, su trabajo más reciente que explora en tópicos como la rabia y la violencia a partir del texto » Psicosis 4:48″ de la dramaturga inglesa Sarah Kane.

Cuenta la leyenda que Psicosis 4:48 fue escrito por la dramaturga inglesa Sarah Kane días antes de suicidarse. El texto en cuestión, impregnado de una profunda desesperanza y un radical escepticismo, no remite a ninguna situación dramática concreta, sino que más bien, despliega a través del lenguaje las sensaciones y emociones de quien se ha dejado conducir lentamente hacia su propia muerte.

Ahora bien, por diversos motivos se ha insistido en entender el texto de Sarah Kane como una carta de despedida escrita a partir de un aparente estado de lucidez que la autora habría alcanzado antes de su muerte. Pero, aunque sea posible evidenciar un motivo autobiográfico, esta mirada, -dominante hasta el día de hoy-, ha inducido al error de situar el mayor valor del texto en un hecho externo, limitando las posibles interpretaciones de sus cualidades estéticas (dadas por el uso de distintos registros escriturales como monólogos y diálogos fragmentarios, intertextos con prescripciones médicas y cortes sintácticos) a un puro ejercicio testimonial.

En Error, último estreno de la compañía porteña Teatro La Peste, presente en Teatro del Puente, se replica este principio de una manera similar. Aquí el texto de Kane es utilizado en términos relativos para construir una nueva dramaturgia, pero dicha dramaturgia no recoge las posibilidades formales que ofrece Psicosis 4:48, sino más bien su contenido, haciendo una escisión binaria que culmina con una traducción escénica tradicional de un texto no tradicional.

Así aparecen los dos personajes de la puesta, que mantienen un diálogo entrecortado, motivado por la imposibilidad de comunicar algo más que tristeza y soledad. Dichos personajes son dos: la “flaite” (interesante trabajo actoral de Katherine López Soto), una mujer al margen del margen que al hablar solo puede expresar rabia, y  su tutor/sicólogo/amante (Christian Riquelme Guerrero), un ser más bien parco y retraído, visiblemente hastiado de su trabajo.

El despliegue escénico de Error traduce la violencia presente en el texto de Kane en otro tipo de violencia, en apariencia igual de cruda y radical, que busca afectar al espectador.

La tesis tras esta estética de la violencia, es que el shock -verdadera condición de posibilidad para cualquier cambio estructural-, no tiene escala de grises y requiere ser visibilizado sin ambages. Pero al margen de la plausibilidad de esta idea, sucede que, en realidad, la violencia en Error está lejos de estremecer. Primero, porque no es realmente excesiva y frontal (al fin de cuentas nunca pone en duda el estatuto de la ficción). Segundo, porque dicha estética brutalista hoy no parece conmocionarnos demasiado.

Sea por la sobrecarga de realidad que nos impone cotidianamente el neoliberalismo o por la sobrexcitación de nuestros sentidos en esta sociedad espectacularizada, lo que sucede es mucho más paradójico y delicado. El crítico de cine Roger Koza ha denominado como estética del padecimiento al proceso de estetización (y despolitización) del sufrimiento humano en cierto circuito artístico que hoy “cotiza e impresiona a todos aquellos que creen que la verdad anida en el padecimiento extremo». Y agrega: «nunca veremos en la risa y el júbilo (es decir, jamás se vindicará a la comedia) la forma de expresión más humana y profunda”.

En este sentido, quizás la pregunta final exceda a Error y cuestione directamente si Psicosis 4:48 tiene hoy un rendimiento crítico capaz de disputar algo o si por el contrario, su radical escepticismo, su irreverencia y visceralidad, hoy tienden al efecto contrario: a la despolitización y estetización de aquello que buscaban cuestionar.

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