Resistencias [diálogos con Peter Weiss] (2): teatro para convencidos
Sebastián Pérez fue al teatro de la Universidad Mayor a ver «Resistencias [diálogos con Peter Weiss]» de la compañía Teatro Público. La obra se presenta hasta fines de octubre.
La idea de “resistir” debe ser hoy una de las nociones más desgastadas en la constelación de prácticas y retóricas activistas, artísticas y políticas, y al mismo tiempo, una de las que más se reitera cuando se trata de tomar una posición, o más bien, una oposición al poder.
Precisamente desde este lugar trabaja Resistencias [diálogos con Peter Weiss], la última obra de Teatro Público que a partir de la representación de situaciones dialógicas acompañadas por música en vivo, busca dar cuenta de diferentes tesis sobre el rol del arte, el capitalismo, la violencia global contemporánea, etc.
Una de las primeras situaciones que vemos es una discusión entre dos hombres que buscan definir qué importa más, si hacer poesía o escribir sobre la realidad; luego vemos un par de turistas medio embrutecidos que observan completamente pasmados el Guernica de Picasso; sigue la travesía de un par de paramilitares latinoamericanos que deambulan muertos de miedo por alguna selva en medio de la noche; un tipo que decide levantar un muro para defenderse, pillándose al otro lado de la frontera con la voz amistosa de un palestino; un gentío que corre por el escenario buscando esconder y salvar los libros de la censura, en fin, todo un muestrario de representaciones de exagerado énfasis pedagógico que vuelve a contarnos algo que, en realidad, ya sabemos: que fuimos diezmados por el capitalismo, que el libremercado es una industria de muerte, que hay que defender la imaginación, que no hay que dejar de sentir amor por lo que nos es común, etc.
Todo se da cita aquí bajo frases que bien podrían estar en un avatar o portada de alguna red social: “nuestras balas son las palabras, las emociones”, “la imaginación es el único lugar de libertad que no nos podrán quitar” o bien “poner las energías al servicio de la imaginación es también un acto de rebeldía” son parte del repertorio. Pero el fraseo moralista no acaba allí. Es bastante más amplio el abanico de obviedades que despliega Teatro Público. Quizás una las frases más discutibles sea la que propone “hacer nuestra cualquier lucha que tenga como objetivo la libertad”. Paradójico, -por decir lo menos-, pues frente a ese objetivo ningún liberal estaría en desacuerdo.
Pero de todas las frases maniqueas, la más burda es la que intenta desmarcar el trabajo artístico de Teatro Público de su propia herencia ilustrada en tanto arte moderno. Afirman en la obra: “Nuestro arte hoy tiene más de oficio artesanal que de arte elevado, eso nos encanta”.
Con ello se insiste en instalar dos dicotomías altamente improductivas: la primera intenta diferenciar el lugar de la técnica u oficio teatral de la práctica profesional (como si Resistencias hubiese sido fruto de algún tipo de régimen de producción artesanal no autoreflexivo y no el resultado del trabajo profesional de artistas de reconocida trayectoria y vinculación académica).
La segunda dicotomía pretende diferenciar un tipo de arte popular de uno elevado. El gesto es vergonzosamente abajista y cínico. Es abajista porque se denuncia la museificación, institucionalización y elitismo del arte a través de la voz de un trabajador del aseo del mismo museo del Guernica, quien posee un saber experto en torno a la obra de Picasso devenido de la pura experiencia cotidiana de ir y venir por el salón.
Y es cínico, porque afirma, -aun sin pretenderlo- que las reflexiones y diálogos en torno al Guernica, pero también el Angelus de Millet, la obra teórica de Weiss, el análisis capitalismo, etc., son asuntos mundanos que no requieren detención, reflexión, estudio y trabajo. Resistencias [diálogos con Peter Weiss] cree estar por fuera del circuito académico, del arte elevado, burgués, elitista, cuando en realidad está en su centro, solo que pretendiendo establecer un disenso torpe y obtuso.
Resistencias opera fundamentalmente desde el maniqueísmo, intentando delimitar qué está bien y qué está mal, qué hay que hacer y –por omisión- qué no. De ahí el irritante tono moralista que da pie a una cantinela romántica de lugares comunes en torno a la utopía fracasada: Wallmapu, las milicias kurdas, el conflicto en Siria, las comunidades zapatistas en Chiapas, etc.
Discursivamente pobre y estéticamente escasa, la estructura narrativa de la obra es estucada con algo parecido a una estética de la capucha, un enmascaramiento impostado de rudeza, jeans y bototos que retrotrae al imaginario callejero de protesta, o más bien, del disturbio.
Por eso esta obra bien podría ser entendida como una pieza de teatro familiar en un doble sentido: por su pedagogía infantilizante y moralmente obvia, y también, porque precisamente no hay nada aquí, ninguna tesis política, ninguna mirada sobre la historia del arte, la economía global o las luchas decoloniales en Latinoamérica, etc., que no nos sea familiar. Y acaso de lo que se trataba era de hacer todo lo contrario, de mostrar la intencionalidad de las cosas, de establecer una distancia que haga infamiliar lo que se nos había vuelto cotidiano, desnaturalizar la violencia, la desigualdad estructural, etc.
En suma, ¿a qué podría oponer resistencias esta obra? podríamos dar crédito y decir: “al capitalismo”. Sin embargo, nos encontraríamos en el mismo punto muerto. Y es que decir que hay que oponer resistencia “al capitalismo”, hoy es no oponer resistencia a nada. En tanto no hay dimensión de la vida que no esté dominada por las lógicas del mercado, se trata de una respuesta en extremo general, inservible, equivalente a cero. Dicho de otro modo, si todo (la violencia, la economía, la ecología, la cultura, el trabajo, la educación, etc.) puede ser entendido como la movilización de fuerzas que determinan la hegemonía global del mercado, nada puede ser entendido en función de ellas.
Un elemento si resulta enteramente rescatable: la composición musical. En buena medida el maniqueísmo moral de Resistencias [diálogos con Peter Weiss] es digerible gracias a su trabajo musical y la elección de poner en escena a una banda que permite sentir en algo el caracter en vivo del teatro, ofreciendo un viaje musical desde el guitarrazo punk a un sofisticado postrock tipo Explosions in the sky.
Asistimos a un momento epocal que nos interpela sin concesiones al tiempo que nos enrostra todos nuestros fracasos del siglo pasado: utopías, vanguardias y proyectos estético-políticos. He aquí el problema último de Resistencias [diálogos con Peter Weiss]: se trata de un teatro para convencidos, para quienes buscan certificar en la obra (sean espectadores o artistas) que saben lo que saben, aunque se trate de una perspectiva que desatienda el presente y en cambio reitere una estética de la nostalgia. Resistencias le habla a un pueblo que ya no existe o que solo puede aparecer como fantasmagoría consumible.
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Ficha Artística
Dirección: Patricia Artés Ibáñez
Dramaturgia: Teatro Público
Diseño escenografía y vestuario: Fernanda González
Diseño iluminación: Fernanda González y David González
Diseño gráfico: David González
Música: Alejandro Miranda Raposo y Carmelo Guerra Leiva
Producción: Andrea Vera Puz
Elenco: Cristián Lagreze del Solar, Martín Muñoz Carriel, Benjamín Prati Martínez, Javiera Zeme Scala, Álvaro López Valdés