Capitan: nadando en agua dulce
Constanza Araya fue a ver “Capitán”, obra argentina que forma parte de la programación internacional del Festival Santiago a Mil 2016. Estamos frente a una obra simple, bien actuada, sin grandes atisbos de trascendencia.
El teatro argentino (o lo que nos muestran como tal) nos tiene acostumbrados a espectáculos que se sustentan en el valor actoral. Capitán no es la excepción. El punto alto de esta puesta en escena radica en la actuación, lo que se agradece.
Capitán es una obra de teatro sobre el teatro o, más bien, sobre algunos clichés del mundo teatral. La puesta comienza mostrándonos a Nicolás Molinari, un antiguo director y más antiguo actor, que decide volver a escribir, dirigir, actuar y estrenar una obra. Su asistente, Marina, es una antigua estudiante que lo soporta, lo contiene y lo ayuda a guiar la escritura de su obra, “Radioteatro”. Además, Molinari convoca a dos actrices jóvenes, una reconocida en el circuito, y la otra, actriz de obras underground que está buscando algún trabajo para sobrevivir. Además está el hijo de Molinari, un profesor de ajedrez, que ronda constantemente la casa y se convierte en secreto aliciente para el trabajo de su padre.
El contendor físico de la obra es una sala de estar/escritorio/biblioteca llena de muchos libros de los que Molinari se quiere deshacer. Busca quebrar la rutina, tal como intenta hacerlo con su nueva obra que lo complica, lo aproblema y lo persigue con sus fantasmas del pasado y del teatro, por el recibimiento de su obra de parte de un panorama teatral porteño cuyos hilos se mueven de forma nueva y desconocida para él. Todo esto es, por supuesto, negado por la personalidad de Molinari, quien como un viejo mañoso y atormentado, vuelca su ansiedad comiendo postrecitos que compra tras largos paseos sin rumbo por la ciudad.
La comicidad es parte de la puesta. Le da frescura. Suma también el trabajo con el fragmento, que hace que el juego realista impreso en la propuesta se quiebre y devele la ficción. Y en cada uno de cambios de escena, aparece la música. Todo el resto de la obra no se musicaliza, lo que, a ratos, aletarga la propuesta. En la semioscuridad en que vemos estos cambios ejecutados por los actores, la precisión de movimientos y tiempos que solicita naturalmente la música no es tal, por lo que estos fragmentos se desordenan y la escena siguiente comienza disonante.
Formalmente la obra funciona, está bien pensada, es rítmica y hay diálogo, lo que permite que fluya y que la hora veinticinco minutos que dura no sea tortuosa. Un fragmento destacable es la entrevista que Molinari da a los locutores del programa de radio “Teatro Hoy” para promocionar su obra, donde prontamente al sentirse increpado, despotrica contra todo: las nuevas formas de hacer teatro, los nuevos autores, los actores, la crítica, el programa de radio y contra él mismo. Mientras todos perciben el fracaso inminente, la escena se vive realmente.
Sin embargo, el gran pero con Capitán está en la trascendencia de la situación planteada: no hay un conflicto que se desarrolle y que invite a la reflexión. Los personajes bordean el arquetipo, ya que el texto los encasilla rápidamente en los roles, sin haber mucho espacio al cambio y la sorpresa. De ahí los clichés de la actriz-garzona, del antiguo director que no entiende y menosprecia las nuevas exploraciones, el hijo que se refugia solapadamente en la casa del padre, la asistente abnegada, etcétera.
“Capitán” funciona, se agradece el despliegue actoral y el humor, pero es necesario cuestionar, reflexionar, definir, defender más allá de lo obvio. Después de todo, eso es el teatro.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
Ficha Artística
Dirección y dramaturgia: Agustín Mendilaharzu, Walter Jakob
Producción: Timbre 4
Actores: José María Marcos, Laura Lértora, Hernán Grinstein, Melisa Hermida, Magdalena Grondona
Escenografía y realización: Ariel Vaccaro
Diseño iluminación: Eduardo Pérez Winter
Grabación y edición de sonido: Rodrigo Sánchez