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CICLOS VITALES o el nuevo campo de fuerza

Nicolás Villavicencio Tejo escribe en Hiedra para comentar la primera fecha de Ciclos Vitales, iniciativa de NAVE y Sala de Máquinas, desde allí reflexiona sobre el campo de la danza y las implicancias de la actividad.

 

Nicolás Villavicencio Tejo

Investigador escénico

 

El centro de creación y residencia NAVE junto al espacio comunitario para las artes del movimiento Sala de Máquinas, se unen durante el mes de noviembre de 2020, a través de una curaduría en conjunto llamada Ciclos Vitales. La instancia busca generar contenidos desde nuevos lenguajes escénicos con base en la danza y la rotulada performance.

Los reiterados apostolados, grabados a fuego en estos últimos años: cruce de disciplinas, nuevos medios, avanzada, artes vivas, por mencionar las inclinaciones mas evidentes en la “nueva danza” nacional, nos perfila a considerar tres dimensiones sustanciales al momento de asociarse con las obras escogidas de esta iniciativa financiada con los Fondos de emergencia entregados por el gobierno durante el confinamiento.

En primer lugar, la confirmación del formato streaming, estandarización para quien desee y pueda arrojar sus producciones artísticas desde las multi posibilidades de ofertas que internet nos ofrece.

En segundo lugar, las características propias de cada espacio en su realidad objetiva. Quienes conocemos Sala de Máquinas (SDM), apreciamos un espacio carente de toda opción de comodidad, pequeño, frío, húmedo y muy ruidoso pero absolutamente tendiente a propuestas artísticas y de experimentación escénica. Contenidos estables, coherentes, alertando hacia reflexiones contemporáneas, no sólo artísticas, sino sociales, políticas y, sobre todo, económicas. Esto permite percibir las cualidades de trabajar “sin materialidad” o “sin estabilidad”,  precariedades que luego pasan a ser baluartes en los procesos representativos que ahí brotan. Quien exhibe, él o ella y su audiencia, limitada en número, y con poca visibilidad. Eso es SDM.

Por el otro lado esta Centro NAVE, parafernálico, exuberante, cómodo, querido, cuidado y reservado para ciertas ocasiones. NAVE ha acogido a decenas de artistas durante 5 o 6 años de existencia y se ha transformado en un bastión particular del arte local.

Generoso si, con todo su potencial para aquel suertudo y reducido número de artistas que han accedido, mediante postulaciones permanentes, al abanico de residencias y gestiones educativas que Centro NAVE proporciona.

Y Tercero, podemos apreciar entonces dos espacios, dos términos o dos interpretaciones y modos de maniobrar las artes completamente diferentes,  pero que tienen evidentes vértices y puntos en común. Desde el instante en que se proponen en sus especificidades, a replantear  el movimiento/uso del cuerpo hacia otras contingencias y riesgos ineludibles. Se refresca así la escena de nuestra danza nacional, postergada, atrasada, mal mirada y colgada del progreso constante de su par, el teatro. La bifurcación NAVE-SDM, de una u otra forma, viene a revertir esta y otras situaciones.

Ciclos vitales está compuesto de 6 artistas escénicos, 3 elegidos por la directora de Sala de Máquinas, Alexandra Mabes y 3 por el equipo de NAVE. El encuentro planea develar qué ocurre con el cuerpo en escena con una cámara y escasa luz, además de las peripecias inmediatas con el espacio, dándonos a entender el valor y uso de la improvisación como parte de las propuestas. Cada transmisión incluye a dos artistas, uno elegido por NAVE y el otro por SDM.

Es muy interesante entonces la aparición del diálogo inaugural en este Ciclo vital. El trabajo escénico expuesto aquí no contiene necesariamente la condición técnica que la Sala Negra de Espacio NAVE ha manifestado en aquellas oportunidades que se ha abierto a la comunidad. Aparece otra clave entregada por el invitado al featuring (en inglés, “presentando”, abreviado FT.). Sala de Máquinas, que invita a espacio NAVE a dialogar desde el despojo, desde la trinchera, sin más goce que el cuerpo frente a si mismo y frente a este negro espacio que es solo un lugar a ser utilizado bajo otras condiciones materiales.

El valor de NAVE es justamente plantear una invitación a su opuesto complementario -como es SDM- y hacer calzar perfectamente el margen que, probablemente, no aparece en su historia reciente, sin elevar pretensiones de un lado o del otro. Ciclos Vitales, como bien dice su nombre, es la amalgama inesperada que aguijonea la voluntad de simplificar y reducir recursos. Como si el arte tuviera más justificación cuando el ingenio frente a la auto-expoliación, en el caso de NAVE, emerge como motor eficaz y duradero.

Ciclos Vitales en esta primera fecha no completó esta nueva pauta, justamente porque la danza ha transado muy poco con estos nuevos formatos, ya que su presencia en este tiempo ha estado en la labor educativa y la generación de fuentes de trabajo, con clases virtuales y seminarios

A priori, creímos que NAVE, como productor y ganador de estos Fondos de emergencia, no escatimaría en gastos respecto a las nuevas maneras de ver arte escénico. La sorpresa fue bastante conciliadora con el momento que vive el país. Se exhibieron dos piezas muy similares desde el punto de vista de la dirección de video. A ratos mala calidad de la imagen, debido a que YouTube nunca ha querido competir con otras plataformas en versión streaming, sólo para no colapsar la suya propia con este uso ascendente. Creo que sumaron en propuesta los 360px, que a veces eran 720px. de la primera emisión del ciclo.

Pablo Zamorano, bailarín e investigador escénico, con vasto curriculum internacional y destacables trabajos como Deuda, Guacho o Prácticas de Vuelo por nombrar las más notorias, es parte de la curaduría de SDM. Nos presenta un diálogo mediante un texto de su autoría respecto al “rastro” de un futuro permanente. Divide en dos partes el relato: una historia contada por el autor y, la segunda, lo que el auditor decida desde su condición digital como espectador.

Pablo ejecuta este texto que suena como audio permanente, mientras la cámara gira en torno a él en 360 grados. La Sala Negra, vacía, podría ser cualquier auditorio u aula magna. El texto sigue ahora cantado por Zamorano, explica el origen etimológico de la palabra cine: kine: movimiento, mientras desliza direcciones con sus brazos y tronco, estático en momentos, en un punto fijo.

La iluminación, exigua, muy precisa y clara. Probablemente el video está grabado en altísimas calidades, pero la transmisión streaming impide ver estas decisiones técnicas. Aun así, la disposición lumínica se expresa sin dificultades. El vestuario, camisa negra, pantalón del mismo tono y zapatillas, demasiado despreocupado o muy correcto. La escena está constituida de expectación sobre el siguiente relato.

El audio, que es aún el texto elegido y dicho por Pablo, en momentos tiene esbozos de poesía y desconstrucción lingüística. Aunque es evidente e inevitable caer en frases forzosas o lugares comunes propios de la danza institucional. Se extraña mucho ya avanzada la propuesta, ruidos ambientales, corporales. Al parecer, la eventualidad propositiva del video se concreta en la unión entre la elucidación del público y la fábula del danzante. Hacia el final aparecen sonoridades del folclor y la mística de los caporales de la zona norte del país. Un par de botas de opaco color plateado, culminan con el halito personal del artista.

En esta primera entrega, centro NAVE y su clásico reducto, Sala Negra, se neutralizan y contienen la propuesta mínima y sobria de Pablo Zamorano, quien representó sinceramente una de las intersecciones mas significativas que compone a Sala de Máquinas. Inmediatamente después, Andrés Salazar, artista escénico, arquitecto y dibujante, elegido por  NAVE, nos presenta un tramo del repertorio que viene trabajando durante este tiempo, que originó en Sala de Máquinas para perfeccionar en residencias de NAVE. Un artista de la casa. De ambas casas.

En enero, en el ciclo NOVA, última presentación en vivo de SDM antes del confinamiento, Andrés presentó Bioscopía que es la relación entre una estructura forjada por él, suspendida y empujada por hilos y cuerdas amarradas a su cuerpo. Visualmente muy potente. En esta oportunidad, los elementos y objetos son también varas de madera, pero mucho menos trabajadas, más rusticas y toscas, más largas también.

La escena es un círculo de luz amplio con las varas de madera haciendo una suerte de esqueleto a una posible habitación tribal. Triángulos formados por estos materiales. Sonoramente, es una pieza electrónica, oscura, no representa mucha novedad. Bastante experimental con sonidos metálicos y brillos filtrados, muy cercanos al trompe. Andrés entra en la estructura y se apodera de ella como acto de crucifixión, le pesa el manojo de palos. Posteriormente, domina el objeto y comienza un diálogo de flectación de rodillas y ensamble de su cuerpo con la combinación estructural.   Quizás aquí la alineación vestuario-escena fue un poco más elaborada, medio torso desnudo, con pantaloncillo ajustado, Andrés no escondió el cansancio y el sudor a medida que avanzaba la obra

En mitad de la transmisión el trabajo de Andrés Salazar se torna plano y quieto. Tampoco la sonoridad realiza grandes variaciones, donde también extrañamos ecos de sala o situaciones más in-situ.

Podemos considerar estos trabajos como “Vitales,”. Ambos espacios aciertan, uno propone texturas sensibles y el otro contiene y acepta el reto de ser “zona” de riesgo y propuesta sin desconectarse de las contingencias mutiladoras y apaleadoras que han hecho padecer nuestros cuerpos.

Las dos fechas restantes seguramente serán muy esperadas por quienes frecuenten este tipo de prácticas performáticas en un país que aún se divide en campos de fuerzas o trincheras como “viejas” y “nuevas”, “Institucionales” y “experimentales”. Podremos ver más de Ciclos Vitales durante el mes de noviembre a través de NAVE TV en YouTube. Toda la información relevante a este evento en redes sociales de dichos espacios.

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Imagen: Ciclos Vitales, en escena Andrés Salazar. Fotografía de Fernanda Ruiz @efe.ruiz