Fondos de Emergencia: la consecuencia y la falsa conciencia
Franco Beghelli publica en Hiedra a propósito de los Fondos de Emergencia para el mundo de la cultura de parte del Estado y del llamado de algunas voces a no postular*.
“Je ne suis pas marxiste”
Karl Marx
Todas y todos hemos sido testigos, y la mayoría partidarios, de las campañas por redes sociales en contra o denunciando el (no) Plan de Emergencia en apoyo a las Culturas, las Artes y el Patrimonio que, a grandes rasgos, es un Fondart en modo ventanilla abierta, al cual postulamos todos los años, pero más simple al momento de postular.
Nos parece pésimo que la respuesta a nuestro sector por parte del Ministerio en este contexto de pandemia sea ¡fondos concursables! sabiendo el bajo nivel de cobertura de estos fondos (sólo un 17% de la demanda existente). Nos parece pésimo porque ante esta respuesta nos vemos obligados a generar proyectos artísticos a cambio de nuestro “bono de emergencia”, es decir, como trabajadores/as vemos supeditada nuestra ayuda social al curriculum, calidad e impacto de nuestra propuesta artística cultural.
A pesar de lo anterior, a algunos/as de nosotros/as nos parece paradójico que la respuesta “política” de algunos/as colegas sea no postular a los (no) Fondos de Emergencia alegando una inconsecuencia política con el #EstosNoSonFondosdeEmergencia.
Más allá de escribir una batería de argumentos a favor de la decisión de postular, que a modo personal se resume en que necesitamos plata para vivir los próximos 6 meses, lo que nos gustaría reflexionar es en lo paradójico de la estrategia de las y los colegas y su respuesta “política”.
¿Dónde está lo político en no postular? ¿Dónde se invirtió el orden establecido en la acción “política» de no postular? ¿Dónde se corrió el cerco? Lo paradójico en eso no es que se decida no postular, cada cual es libre de hacer o no hacer lo que quiera, lo paradójico es enunciar que no se va a postular revistiendo ese enunciado de un aura política, cuando de político no tiene nada. Como nos dice Rowan cuando se refiere al concepto de hegemonía cultural y su disputa, lo político no es solo lo que se presenta a sí mismo como tal. Desde esta mirada, lo político es generar una estrategia en contra de la precariedad y la hegemonía cultural que la reproduce y no reafirmar nuestra posición estratégica anterior desde una supuesta resistencia cultural derivada de una reafirmación identitaria, que funciona como una suerte de falsa consciencia del “artista consecuente”.
Pero, ¿de quién es la culpa? La culpa es nuestra, de la izquierda y su mirada anquilosada de sí misma, de considerar que el potencial político de la cultura reside en lo que esta, a través de sus obras o el artista como sujeto “consecuente”, puede decir o expresar en el discurso. La culpa es nuestra por ser incapaces de mirar al arte y la cultura más allá de sus enunciados, más allá de lo simbólico, confundiendo la disputa de la hegemonía cultural con la confección de propaganda. Así, desde este error, confundimos lo político con el deber ser, cuando lo político va más de la mano con el qué hacer. Creyendo que ser de izquierda, y consecuente, va en adherir a un canon de opiniones con respecto al mundo, cuando de lo que se trata es de transformarlo.
Lo relevante de la hegemonía cultural, como señaló Gramsci desde la cárcel, es lo político que no se enuncia, que funciona como un subtexto, que es parte del sentido común, que permite a las élites normalizar y regular la vida social. O parafraseando a Foucault, un poder que no se ejerce mediante la fuerza ni el monopolio de la violencia sino mediante dispositivos biopolíticos de gubernamentalidad, lo natural, lo aceptado, la norma. Lo que nos lleva a preguntarnos, parafraseando a Darío Sztajnszrajber, ¿lo que creemos que es resistencia acaso no es lo normal? ¿Acaso lo que consideramos resistencia es lo que el poder necesita que nosotros seamos? Si no nos cuestionamos esto caeremos en el mismo error que siempre hemos caído, creer que la disputa a la hegemonía cultural es la elaboración de panfletos, titulares y hashtags, eliminando toda la potencia política de la cultura.
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Imagen: un meme hecho realidad.
*La bajada de título original ha sido modificada pues hemos sido advertidos no se trata de una campaña propiamente tal, sino más bien de diversas voces en redes sociales replicando el llamado.