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A 43 años del golpe: la censura de la dictadura al teatro chileno

Sebastián Pérez reflexiona sobre la quema de una carpa donde se montaba una obra teatral y el «memorándum sobre el teatro chileno» emanado de la CNI para vigilar de cerca el teatro chileno. Dos hechos que evidencian cómo la dictadura tenía más de un ojo puesto en las artes escénicas, y también, un soplón.

Qué duda cabe de que la dictadura se encargó de devastar la libertad de expresión en los espacios universitarios donde se desarrollaba la actividad teatral de la época. Pero dicha censura también aplicó a muchas compañías teatrales independientes. La quema de la carpa de la Compañía La Feria es hoy uno de los episodios más recordados del terrorismo de Estado en el mundo del teatro. El incendio, provocado en Marzo de 1977 durante la noche (en toque de queda), llamó la atención sobre la vigilancia y los límites de lo que se podía decir o no, dando rienda suelta, al menos por un tiempo, a la autocensura.

Juan Andrés Piña consigna en su Historia del teatro en Chile (1941-1990), que días antes de este episodio apareció en el diario La Segunda un extenso artículo sin firma donde se llama la atención respecto de la obra Hojas de Parra de la Compañía La Feria: “Una obra de neto contenido político y con un claro mensaje de crítica al actual gobierno se está exhibiendo en estos momentos en el centro más neurálgico del gran Santiago”.

Pero el mismo libro de Piña permite apreciar como la censura se ejercía también de forma indirecta, limitándose a «sapear», generando la sensación de miedo y ausencia de libertad creativa a los colectivos y compañías. Dentro de estas verdaderas políticas de espionaje, llama la atención la elaboración de un detallado «MEMORÁNDUM SOBRE EL TEATRO CHILENO» emanado de la Central Nacional de Inteligencia para el Ministerio del Interior en agosto de 1979. Decía el documento:

 

1. La representación de la obra teatral Tres Marías y una rosa ha venido a constituir un nuevo motivo de inquietud en lo que se refiere a ataques al gobierno militar, perpetrados a través de las actividades artísticas.

2. Al igual que El último tren, Te llamabas Rosicler, Loyola, Loyola y otras, esta obra es teatralmente de buena calidad. De todas las exhibidas a la fecha es la de mayor temática política y con alusiones claras y directas. Como ya es usual, las vivencias criollas le otorgan un toque de chilenidad y humor, de gran aceptación e identificación con sucesos reales cotidianos por parte del espectador.

3. Lo señalado motiva a críticos profesionales en los medios de comunicación masiva a difundir comentarios que son abiertamente favorables a esta pieza teatral y que incentivan al público a concurrir a verla (como ocurrió en Teletrece de Canal 13 de TV, en  una referencia a la obra hecha por Marina de Navasal el pasado 31 de julio, y en diversos medios de prensa escrita). Aunque esta clase de comentarios no son necesariamente motivados por intereses o afinidades de carácter político partidista, su efecto propagandístico, como obviamente cabe concluir, es particularmente inconveniente.

4. Es preciso tener en consideración que el movimiento artístico-cultural de izquierda en nuestro país se ha vigorizado debido a lo siguiente:

a) Como consecuencia directa a la natural resistencia política de la izquierda a todo régimen autoritario al cual se le califica como derecha.
b) Como canalización relativamente fácil de manifestaciones de resistencia y disidencia, a través de imágenes artísticas que, de ser anuladas o rechazadas por la autoridad constituida, encuadran al régimen en un ambiente de “anticultura”.
c) Como resultado de la incapacidad de los organismos estatales pertinentes para crear, fomentar, respaldar y promover en forma eficaz, constante y creciente, manifestaciones artístico-culturales de carácter nacionalista.

5. Debido a que el problema en cuestión es de carácter global antes que puntual, se reitera a US. que las acciones represivas, ya se trate de clausura de una obra como Tres Marías y una Rosa, o de medidas de fuerza contra sus realizadores, son altamente contraproducentes y no debe incurrirse en ellas en ningún caso, por las siguientes razones:

a) La obra no tiene ni tendrá capacidad de influencia masiva, sencillamente porque aun en las mejores circunstancias un grupo de espectadores ha de ser relativamente mínimo dentro de la masa poblacional metropolitana
b) Cualquier acción represiva tendría el efecto (no deseado) de despertar vivo interés nacional e internacional en la obra y en sus realizadores, con su consiguiente amplia difusión, si no en el teatro, a través de cualquier otro medio reservado clandestino.
c) se daría pábulo a un recrudecimiento de campañas internas y externas sobre el “apagón cultural” y medidas “fascistoides” del régimen chileno.

6. Por lo anteriormente consignado se sugiere la siguiente adopción de medidas tendientes a llevar a la práctica lo siguiente:

a) Que una comisión integrada por autoridades de gobierno y representantes del mundo artístico y cultural estudie, elabore y proponga un Plan de Fomento Extraordinario en su índole para dar el mayor auge posible, a corto plazo, a todas las expresiones artístico-culturales de neto carácter nacional y de recuperación de valores tradicionales.
b) Que dicho Plan de Fomento Extraordinario se apoye económicamente en un Fondo Complementario de Desarrollo Cultural, con aportes de organismos estatales y de la empresa privada.
c) Sin perjuicio de lo anterior, que se ejecuten realmente las medidas de presión indirecta sobre los organismos que cooperan directa o indirectamente al desarrollo, proliferación y expresión de grupos artísticos como el que motivó esta presentación.

7. Asimismo se sugiere que, de estimarse conveniente, se proceda a disponer que organismos dependientes de la Secretaría General de Gobierno den lineamientos a los medios propios de comunicación y traten de ejercer influencia en aquellos independientes, con el objeto de evitar o reducir el énfasis y alcance de comentarios destinados a exaltar este tipo de manifestaciones artísticas.

Quien fuera el encargado de investigar para este memorándum pareciera haber tenido más menos claras las dinámicas del campo. Podría haber sido un intelectual, o quizás, un crítico de teatro (comparten en común el juicio taxativo del crítico de púlpito que campeó durante la dictadura). La cosa es que este sujeto recomendaba, entre otras cosas, no actuar directamente, a sabiendas de que dicha acción sólo afectaría en términos comunicacionales el proyecto refundacional de la dictadura celebrado aquella noche de julio de 1977 en el cerro Chacarillas. ¿Quién habrá sido el soplón?

Puede que no lo sepamos nunca, como nunca sabremos a dónde podría haber llegado aquel teatro que se fundara treinta años antes junto a espacios universitarios como la U. de Chile, la UC, la U. de Concepción, la extinta UTE, etc. La dictadura marcó el fin de un proceso de desarrollo de más de dos décadas de consolidación profesional y formación de un teatro nacional. Nos queda imaginar nuestro propio futuro.

Foto: Hojas de Parra, la obra por la que fue quemada la carpa de la Compañía La Feria.

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.