¿Qué sentido tiene?: nuevas danzas de la pandemia e hibridez audiovisual
Vesna Brzovic escribe en Hiedra para pensar la danza contemporánea en relación con el soporte audiovisual a partir del documental de danza ¿Qué sentido tiene? del colectivo Herederas y la dirección de Melisa Maturana y Sebastián Brown.
¿Qué sentido tiene? Es el documental danzado que colectivo Herederas estrena este 2020. Lleva por delante la tarea de realizar una reflexión sobre los procesos particulares de las intérpretes en cuarentena, buscando ser un reflejo para las y los espectadores: el particular reflejo danzado de sus protagonistas.
Danzas y documental: un formato de mixtura en el que asociando estos dos elementos se crea un resultado propio. ¿O es este un nuevo intento por darle un nombre disciplinar específico a una propuesta que se sale mínimamente de los formatos preestablecidos?
Últimamente, he escuchado aparecer muchas formas nuevas de nombrar piezas de cualquier arte, que se salen de los formatos que hasta ahora se conocen, o bien, que son una mixtura de dos -o más- de ellos.
Me parece que esto responde a una nueva manera de quebrar los límites de las disciplinas, de lo que entendemos por danza, o teatro, o artes visuales. Creo que existe un momento donde es necesario resetear las definiciones y que una nueva generación reconstruya los significados y significantes de las artes. De este modo, los nuevos nombres son una posibilidad de romper jerarquías y movilizar las estructuras y metodologías de la creación.
Sin embargo, también es una forma de auto definirse como artista y posicionarse desde un lugar original y único. Sin embargo, aquella forma corre el riesgo de generar distancias inútiles en circunstancias en las cuales es importante acercar lenguajes, sobre todo aquellos que tienden a ser crípticos, como la danza contemporánea.
La danza contemporánea habla desde la experiencialidad épica de los cuerpos que bailan, es decir, mostrando una determinada poética del movimiento a través de la experiencia danzada de la o el bailarín.
Atravesar con esta experiencia a las y los espectadores puede resultar muy difícil. Hay dos testimonios que resuenan en mi experiencia como bailarina y espectadora: primero, que las personas que ven danza contemporánea son las audiencias especializadas y, segundo, que las que no, utilizan siempre la misma expresión para referirse a lo que vieron: “qué lindo”. Esto es un problema.
Ahora bien, siempre es un riesgo asumir un nuevo formato, pero en el documental dirigido por Melisa Maturana y Sebastián Brown resulta un acierto, ya que habilita un lugar que tiene un gran potencial para ser explotado. Va más allá de un video-danza, un trabajo audiovisual que en términos simples es entre una película y un video clip. Más bien me recuerda a la película que dirigió Win Wenders sobre Pina Bausch, en la cual hay relatos hablados y danzados de quienes trabajaron con ella durante años en el Tanztheater Wuppertal. Sobre esta película, primero no supimos como nombrarla, si era una película o simplemente la señalábamos como video-danza porque en ella se bailaba. Ahora yo la llamaría documental danzado.
La introducción al trabajo del colectivo Herederas, es el momento más álgido y comprometedor: un momento donde se introduce este nuevo lenguaje y se explica, mediante la integración de la danza, el video y el zoom, por qué es un documental danzado y no un video-danza. La manera en que explica no es literal, es parte del ejercicio de sentido que realiza la danza.
De esta manera, mediante la relación que las personas que danzan establecen con su propio cuerpo, es que comprendemos parte de lo que se está diciendo en la obra. La experiencialidad de esos cuerpos en este trabajo atraviesa el horizonte de lo personal, de la contingencia y de lo político, dotando a la danza de ese sentido y permitiendo que el vínculo con ella sea mucho más fluido, más fácil y más simple. Mucho menos que entender: estamos hablando de las vidas de unas personas y esas vidas están atravesadas por las danzas y la poética del movimiento día tras día.
Algo que caracteriza al documental es su forma particular de hacer historia, seleccionando un núcleo de realidad y relatándolo a su modo. En la relación del documental danzado aparece una manera de hacer historia en la danza que es común tanto en el trabajo de Wenders como en el de Maturana y Brown.
De todas formas, en este último, se permite mucho más experimentación y juego con la cámara. El mismo zoom en un momento comienza a bailar y las bailarinas se comunican a través de él y lo atraviesan mucho más allá de las fronteras posibles que nos da esta herramienta. A su vez, el zoom es la herramienta que documenta una vida, entregando esos detalles que se acercan mucho más a una experiencia común y corriente, que a la espectacularización de la ciudad que nos muestra el documental de Wenders.
Claro que, a diferencia del trabajo de ¿Qué sentido tiene?, hablar de Pina Bausch es replicar un horizonte definido, una experiencialidad épica particular y reconocible. Pina alcanzó una experiencialidad épica que se baila más allá de su propia muerte. Es alguien que persistió en recrear una manera de moverse que aparece independiente de la temática de la obra.
Aun así, el paradigma de su danza puede ser cosa del pasado y aun peor, un guiño colonialista: es importante sospechar de una comparación hecha entre dos creaciones que no están a la par en cuanto a privilegios se trata. De todas formas, la particularidad que quiero rescatar busca poner el ojo en qué estamos bailamos. Qué horizonte de sentido buscamos con eso que bailamos. Qué experiencialidad épica replicamos con nuestras danzas.
Bailar desde casa, en espacios reducidos, sacando el máximo provecho de nuestro metro cuadrado, sea del tamaño que sea, es una experiencia nueva que está habilitando el desarrollo de millones de nuevos lenguajes para las danzas. Quien danza se encuentra en esa búsqueda atravesada por los estímulos particulares de su hogar. El significado de eso íntimo, en la experiencia épica de su movimiento, resulta un relato en sí mismo, pero ese relato no es una obra de danza de por sí. Nuestra fisicalidad épica debe tomar un significado más allá de la autorreferencia.
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Imagen: fragmento de ilustración de Alain Leal Teillier, en instagram @azulretrato