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pensamiento crítico

¿pensamiento crítico?

Sebastián Pérez Rouliez escribe a propósito del pensamiento crítico, un valor de peligroso sentido común.

 

Si uno busca en Google las palabras “pensamiento crítico” aparecerá como resultado una diversidad de sitios webs, blogs, revistas académicas y papers explicando qué es y por qué es importante. El concepto está en boca de todos y casi siempre recalca lo mismo: la relevancia para el desarrollo personal y para la sociedad de pensar por ti mismo, dudar, sospechar, interrogar, conocer, racionalizar, etc.

Está presente en los programas académicos de universidades, en las líneas editoriales de los medios de comunicación, en las bases para postular a fondos concursables del Estado y hasta en los requisitos para postulaciones laborales en algunas empresas privadas.

El senador de derecha Felipe Kast es conocido por usar el concepto desde hace años en charlas e intervenciones públicas. Según él, el pensamiento crítico funciona como remedio para “no comprarse eslogans ideológicos”. Seguramente su tío, el ex diputado ultraderechista José Antonio Kast, también estaría de acuerdo con esta afirmación. Si se lo preguntasen, sin duda que el ex candidato presidencial asumiría ser un sujeto (un “patriota”) que piensa críticamente y no se compra la “ideología marxista” o la “ideología de género”.

Por eso es tan problemático que desde la otra vereda política se continúe repitiendo que el pensamiento crítico sirve para anular los discursos de odio que articulan, precisamente, sujetos como José Antonio Kast. Por más que se repita que pensar críticamente es la cura para ese y otros males, evidentemente no sucede, no es suficiente, no sirve.

Valorar el pensamiento crítico se ha vuelto una cuestión de sentido común. No hay sociedad contemporánea que esté públicamente en contra de él. Se espera de cualquier ciudadano del siglo XXI que sea un sujeto crítico y reflexivo. Conservadores, progresistas y liberales, todos, de izquierda a derecha defienden el pensamiento crítico y creen estar pensando críticamente.

Para colmo, estamos muy dispuestos a defender el pensamiento crítico siempre y cuando no sea usado en nuestra contra. Porque cuando eso sucede la comunicación se llena de obstáculos: se espera que los comentarios sean “constructivos”, que se digan cuatro cosas positivas por una negativa (y ojalá no decir nada que pueda herir), que no se hagan juicios, que sean comentarios propositivos, que se hable desde la experiencia, etc., toda una serie de requisitos que terminan por dulcificar el juicio crítico hasta diluirlo en un comentario sin sentido.

Estamos atascados en un problema de época. Pensar críticamente se suponía que era una herramienta para visibilizar cuestiones ocultas al entendimiento y echar luz con el uso de la razón. Sin embargo, bajo la idea de estar pensando críticamente hoy se puede se ocultar todo, incluso, el fascismo eterno.

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.