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Espíritu

Espíritu, ¿qué se necesita para ser feliz?

Javiera Arenas vio «Espíritu» de Teatro Anónimo. Una obra pensada presencialmente que fue adaptada al formato audiovisual en el contexto pandémico. Durante su participación en el taller de crítica realizado en el marco del Santiago OFF escribió este texto que hoy publicamos en Hiedra.

 

Javiera Arenas
Estudiante Escuela de Teatro U.Mayor

 

El segundo montaje de la compañía Teatro Anónimo, Espíritu, escrita y dirigida por Trinidad González, fue presentado en su adaptación fílmica en el marco del Festival Santiago a Mil 2021. Próximamente tendría funciones presenciales en Teatro La Memoria, sin embargo, estas han sido suspendidas hasta nuevo aviso por la contingencia sanitaria.

Antes de ahondar en el argumento, hablaré del formato para enmarcar el lenguaje que presenta la obra. El trabajo es definido por la compañía como una “adaptación fílmica”. Es decir, una grabación de algunos de los fragmentos esenciales de las escenas adaptados para un soporte que se aproxima más al lenguaje del cine. Aprovechando los cambios de toma y el juego de iluminación, las escenas van pasando de una a otra, a modo de collage. Se presenta una narración fragmentada, no lineal, en donde cada escena es una situación diferente.

La obra parte con tres personajes anónimos de los cuales no se da mucha información: están ideando un plan en medio de la noche para encerrar en una botella el mal que los aqueja. Luego, a través del trabajo realizado en la edición de la grabación respecto a los cambios de toma, la escena cambia a otra, pero sin transiciones entre situaciones, es decir, nunca se ve como el elenco transita de un personaje a otro. Tampoco se develan los cambios en la escenografía.

La compañía mencionó en un conversatorio post función que considera que el teatro requiere presencialidad, pues necesita del intercambio activo con el público. Independientemente de la discusión de si esta versión es teatro o no, les suma a la lista de compañías buscando levantar lenguajes híbridos en cl contexto actual. Sin embargo, esta propuesta grabada que fue transmitida por la página web de Santiago a Mil, duraría menos de la mitad de lo que sería la obra de manera presencial. Y aunque la duración funciona para el formato online, cabe la pregunta ¿Cuánto del mensaje se está transmitiendo realmente?

Teatro Anónimo defiende la idea de que en esta adaptación se encuentra lo esencial de la obra, no obstante, a ratos resulta confuso seguir el hilo de las historias porque, como mencioné más arriba, ya no existen las transiciones que habría en sala. En este sentido, si no se alcanza a captar del todo lo que se quiere contar, es discutible si efectivamente se dejó lo esencial o no.

La pregunta es: ¿hay que reducir la obra solo para adaptarla a un formato?, ¿Basta con recortar las escenas para transmitir el mensaje? Si el cine y la televisión, entendiendo que son lenguajes diferentes pero similares en cuanto al formato que presenta la obra, son capaces de mantener a las personas por más de una hora y media frente a una pantalla, ¿por qué no podría el teatro? ¿Qué hace falta?

Respecto a la escenografía, la compañía se caracteriza por utilizar los elementos mínimos, los cuales varían dependiendo de la escena. En este caso, el espacio cuenta con un par de butacas, un andamio de metal y algunos instrumentos musicales. Por lo mismo, los vestuarios son simples y opacos. No hay una gran particularidad, sino que los roles dependen más de la actuación. Además, no se entrega mucha información sobre sus vidas, ni del contexto en el que se encuentran. Estos personajes podrían tener lugar en cualquier parte del mundo, por eso serían anónimos.

La música, a cargo de Tomás González, es realizada en vivo por el elenco y juega un papel importante dentro del trabajo del colectivo ya que al igual que en su obra anterior Carnaval, no es simplemente un acompañamiento, sino que logra potenciar las situaciones. Por ejemplo, una de las canciones presentes en la obra genera una atmósfera nocturna que va marcando las historias, dando también un sutil guiño irónico a lo pretencioso de la vida bohemia. La escena de vida nocturna resulta cautivante cuando el toque de queda en Chile se sostiene hace más de un año y sin señales de acabarse pronto.

La obra presenta distintas historias que se cruzan a partir de personajes afectados por el neoliberalismo, lo que se relaciona directamente con temáticas como el consumismo o la búsqueda del éxito, pero poniendo el enfoque en la crisis del individuo, mostrando cómo este sistema ha llegado a instalarse incluso en las relaciones, en la forma en que se mira el mundo. El montaje se aleja de la crítica más general, como podría ser el discurso en contra del mall o la televisión, para apuntar hacia lo más particular. Ejemplo de esto es la escena donde vemos una pareja heterosexual discutir por los diferentes objetivos que tienen en la vida. La mujer reprocha al hombre diciéndole que no tiene ambición, mientras ella, quien llora sin tener claridad de los motivos de su angustia, quiere, o más bien, necesita, ser alguien en la vida.

La desconfianza aparece como un elemento que marca los diálogos en las diferentes historias, así como también la violencia que se desprende de las relaciones. Los personajes que en algunas escenas se van encontrando casualmente, sin siquiera conocerse, establecen relaciones desde un lugar de confrontación al mínimo problema o desacuerdo. En el fondo, esa rabia, miedo o descontento que aparece, no viene necesariamente de la situación que se está generando sino de un modelo de sociedad cansada y estresada, con personas que estallan con facilidad.

La pregunta que se levanta por la forma en que las personas se relacionan resulta interesante de analizar en tanto pareciera ser una discusión de menor relevancia frente al gran problema que presenta el capitalismo contemporáneo. Aunque hoy hay consciencia de que existen violencias que afectan de manera particular al individuo, como la deconstrucción del amor romántico o las reflexiones sobre la masculinidad, entre otras, sigue siendo parte de una discusión de una generación en específico que aún no se masifica a otros espacios de la sociedad. En ese sentido, la obra al mostrar la crisis de sentido en el individuo, da la posibilidad de pensar en cadena al individuo, sus relaciones, su vida colectiva, etc., haciendo que lo particular tome otra escala.

Así, la pregunta sobre hasta qué punto el sistema se ha infiltrado en nosotros, planteamiento que se mantiene durante toda la obra, puede extenderse hasta los deseos más intrínsecos, tomando en cuenta que la historia que se muestra no representa una realidad tan distinta a la nuestra. Finalmente, ¿qué necesito para ser feliz? ¿Qué entendemos por felicidad?

Ficha Artística

Dramaturgia y dirección: Trinidad González | Elenco: Matteo Citarella, Tomás González, Trinidad González | Música: Tomás González | Diseño lumínico: Nicole Needham | Escenografía y diseño de vestuario: Teatro Anónimo | Producción: Katy Cabezas.