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¿El futuro se fue?: la revuelta enfrentada al COVID19

¿El futuro se fue? Sebastián Pérez escribe algunas ideas respecto a la revuelta social en el contexto de la pandemia global producida por el coronavirus.

«Eso es aquí. Eso es nuestro hogar.

Eso somos nosotros.

En él, todos los que amas, todos los que conoces,

todos de los que alguna vez escuchaste,

cada ser humano que ha existido, vivió su vida aquí».
Carl Sagan.

 

¿De qué enfermó el modelo?

La emergencia desatada por el COVID19 en Chile nos ha obligado a quedarnos en casa para evitar su propagación. Así, parece ser que el Coronavirus ha venido a desactivar -al menos temporalmente- la revuelta. Aprovechando las circunstancias, algunos sectores de ultraderecha han llamado a no realizar ningún plebiscito, y en cambio, avocarnos a trabajar en la crisis sanitaria del coronavirus así como la posterior crisis económica que dejará a su paso.

Pero así como habría que ser responsables a la hora de cuidarnos y cuidar al resto guardando cuarentena social, también habría que ser responsables al clausurar la revuelta por decreto. Una de las cuestiones que ha movilizado esta revuelta es el desajuste crónico entre las condiciones material y simbólicas que impone el orden neoliberal y las condiciones de vida de los sujetos inscritos en él. A ese desajuste le llaman también “malestar”. Y en tanto éste no ha logrado ser resuelto por el propio sistema, persiste allí a veces latente, a veces manifiesto.

Lo que vimos en octubre es una manifestación de proporciones inéditas en Chile. De ahí que en noviembre del año pasado, en pleno estallido social la periodista chilena, Mirna Schindler, afirmara que Chile era “un paciente grave” internado “en la UTI”. Creo que Schindler tenía razón al diagnosticar el estado de gravedad, pero se equivocó de paciente: no era Chile el paciente crítico sino lo que diversos sociólogos, abogados y economistas llaman “modelo neoliberal chileno”.

¿De qué se enfermó el modelo? Si prolongamos la metáfora clínica propuesta por Schindler, podríamos pensar el estallido como una enfermedad infectocontagiosa: aparecen los primeros síntomas antes del diagnóstico médico y cuando entra en su fase expansiva obliga al sistema inmunitario a actuar para contener la infección.

¿Cómo contiene el modelo la infección? Primero, con el uso de la fuerza pública. Luego la confección de campañas comunicacionales centradas en discursos que llaman a la paz y el orden mientras criminalizan las manifestaciones. Por último, comienzan las propuestas de negociación: agendas cortas con medidas sociales y proyectos de ley.

Hasta antes del 18 de octubre, aquella estrategia inmunitaria era más que suficiente para lograr contener cualquier infección. Funcionó para las protestas secundarias del 2006, las protestas universitarias de 2011, las protestas en Aysén el 2012, las protestas contra el sistema de pensiones el 2017 y hasta las protestas feministas de 2018. Retrospectivamente vemos que cada año fue un aviso de lo que se venía. De ahí la frase “no fueron 30 pesos, fueron 30 años”.

Sin embargo, algo sucedió ese 18O que las protestas estallaron con una virulencia incontenible que obligó al poder a redoblar medidas –como decretar toque de queda y sacar fuerzas militares a la calle-, y sin embargo, no fue suficiente. El estallido social aconteció en el cuerpo del neoliberalismo como una infección nunca antes vista: protestas ininterrumpidas durante cinco meses con masivas convocatorias ciudadanas a lo largo de todo el país que confluyeron en demandas transversales cultural, étnica, social, sexual y políticamente dirigidas al corazón del modelo.

Pronóstico reservado

Recientemente el filósofo Byung-Chul Han afirmó en un artículo que el coronavirus “no vencerá al capitalismo”. De este modo respondió al filósofo Slavoj Zizek quien ha afirmado que esta pandemia nos enfrentará a una decisión que marcará un antes y un después: o reinventamos alguna suerte de comunismo impuro para lograr sobrevivir a las pandemias globales o lo que queda es la barbarie. Zizek cree que el COVID19 hará entrar en una crisis inédita el modelo. Y quizás esto le desnude mostrando lo que es: una forma de vida invivible colectivamente. Han cree que el virus no tiene esa potencia.

Durante los próximos meses veremos que nuestro paciente UTI se agravará tanto en su condición que tendrá que ser conectado a un ventilador artificial (paquetes estatales de salvataje que le permitirán a grandes multinacionales respirar a través del Estado y hasta préstamos del FMI). Incluso allí puede que Han tenga razón. El capitalismo tiene una probada capacidad para enfrentar crisis y reconvertirse. Por eso habría que ser cautelosos en decretar su fin.

Pero el caso de Chile me parece que reviste cierta complejidad añadida. El modelo chileno enfermará a causa del COVID19 ya estando en la UTI. Si en lo venidero no es capaz de contener la crisis sanitaria y la posterior crisis económica (y ese parece ser el panorama de todas las economías del mundo), las protestas arreciarán demandando cambiar un modelo que ya venía siendo cuestionado y que ahora no solo no responde sanitariamente sino también económicamente. Entonces estaremos frente al agravamiento extremo de un paciente ya crítico. Por ahora, el pronóstico es reservado.

Foto: Archivo NASA.

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.