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Públicos de teatro en Chile: ¿los mismos, los de siempre?

Si el impacto y la efectividad de las políticas públicas se miden en la manera en que inciden en las condicionantes de vida de la población, los resultados de la Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017 demuestran que las políticas culturales han tenido un efecto bastante acotado en la ciudadanía; al menos en su vinculación con la oferta teatral.

 

Por Javier Ibacache

 

Contrario a lo esperado, la Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017 no ha entregado noticias alentadoras para las artes escénicas. En momentos en que se tramita una ley para el sector, se fortalece la infraestructura cultural con espacios de gran escala y se pone en marcha la nueva institucionalidad, el estudio que encuestó a más de 12 mil hogares en centros urbanos del país sugiere que la afluencia al teatro ha disminuido significativamente.

Hay quienes se resisten a las comparaciones y advierten que las encuestas que desde 2004 se vienen aplicando en este campo por encargo del ex CNCA no son necesariamente equiparables dado que se han empleado metodologías distintas en algunos casos. Pero aun con esta salvedad a la vista, la tendencia no parece optimista: si en 2005 un 20,1% de la población declaraba ir al teatro al menos una vez al año, en 2017 ese porcentaje se limita a un 14,2% (1).

La cifra sigue una orientación distinta a la que insinuaba hace algunos meses el Anuario de Estadísticas Culturales del INE que para la temporada 2016 entregó un reporte al alza en el número de asistencias al teatro adulto con entrada pagada y gratuita en relación al año 2015 (más de 1.500.000 asistencias si se consideraba también el teatro familiar). Similar optimismo surgía de otros informes (2).

En rigor, no es posible establecer paralelos entre la Encuesta Nacional de Participación Cultural y el Anuario del INE u otros reportes que compilan totales de asistentes, pero sí es dable plantear algunas hipótesis para explicar esta aparente contradicción. Una de ellas es que el teatro ha ido profundizando el nivel de fidelización de sus espectadores y que en lugar de sumar nuevos públicos durante los últimos años ha fortalecido más bien la asiduidad de quienes tienen previamente incorporado el hábito de asistir a presentaciones escénicas. Esto explicaría que el total de asistencias a espectáculos se incremente (Anuario Cultura INE) y el porcentaje de quienes declaran ir disminuya (Encuesta de Participación).

De ser plausible tal hipótesis se diría que quienes van al teatro en Chile son los mismos y que últimamente lo están haciendo más veces.

La Encuesta 2017 aporta datos que permiten caracterizar a este público promedio a partir de las variables que adquieren relevancia en comparación con otros consumos culturales o prácticas de participación. Mientras más joven, más alto el nivel socioeconómico del hogar y mayor el nivel de escolaridad, es más probable que alguien sea espectador de teatro. El nivel de educación de la madre, un contexto familiar que estimula la vinculación temprana con las artes y la posesión de un automóvil conforman otros indicadores significativos.

Es decir, en el Chile actual conservan validez las ideas que el sociólogo francés Pierre Bourdieu articuló en La distinción hace cuatro décadas sobre los factores que determinan que las personas se conviertan en público de una disciplina artística y que están directamente relacionados con los agentes que median en su socialización y la pertenencia a las distintas capas sociales.

¿Por qué alguien no acude al teatro hoy en día? La Encuesta Nacional de Participación del año 2012 señalaba que las personas no lo hacían principalmente por falta de tiempo (38,9%), por no gustar o no interesarse por la oferta (19,3%) y por falta de dinero (13.7%). El cuestionario de la Encuesta 2017 amplió las alternativas y planteó la pregunta de manera genérica: ¿por qué usted no asiste a algunas de las actividades culturales mencionadas en esta encuesta? Un 46% dijo no asistir “porque me aburren”, seguido de un 15% que argumentó “porque no las entiendo” y un 12% “porque no me gusta salir” y “no las conozco”.

El cuadro se completa con el porcentaje de la población que declara haber asistido alguna vez en la vida al teatro que llega al 50,1% y la que señala no haber asistido nunca a una presentación teatral que alcanza al 35,8%, por debajo de quienes afirman no haber presenciado nunca una ópera (84,6%), un concierto de música clásica (74,7%) o una exposición de arte (53%).

Si el impacto y la efectividad de las políticas públicas se mide en la manera en que inciden en las condicionantes de vida de la población, las cifras demuestran que las políticas culturales han tenido un efecto bastante acotado en la ciudadanía; al menos en su vinculación con la oferta teatral.

La difusión de los resultados ha generado hasta ahora las conversaciones esperables en el medio, renuente a reconocer el estudio como una herramienta del todo legítima, sobre todo cuando se afirma con frecuencia que se hace teatro para todos y prima una percepción entusiasta a partir de la diversificación de las creaciones, la consolidación de eventos estacionales (como ciclos y festivales) y la exploración en enfoques comunitarios.

El período de aplicación de la encuesta ha coincidido con un entorno más proclive para las estrategias de desarrollo de audiencias, formación de públicos y mediación artística que bajo distintas denominaciones y modalidades han ganado presencia en las bases de algunos fondos concursables, la acción de centros y espacios culturales y la ejecución de proyectos. La administración saliente privilegió enfocarse en el sistema escolar, con una promesa de nuevos públicos a largo plazo al privilegiar en prácticamente todas las líneas de sus programas las funciones para escolares. Su incidencia podrá dimensionarse en diez años o   más a condición de que las iniciativas sean permanentes en el tiempo y no queden sujetas a los personalismos del sector.

Las estrategias dirigidas a los públicos actuales privilegian en la mayoría de los casos la reducción de la brecha de acceso a través de presentaciones gratuitas desprovistas de acciones complementarias para fortalecer la valoración de la experiencia, mientras se estimulan pautas de fidelización que el marketing cultural viene enseñando hace tres décadas pero que en Chile comenzaron a incorporarse hace menos de 10 años.

Para ampliar el concepto de participación y establecer otras maneras de indagar en ella, la Encuesta 2017 incorpora una compilación de casos anclados en distintos contextos que permiten comprender la vinculación de las personas con el campo cultural siguiendo las categorías establecidas en el modelo del norteamericano Alan Brown, quien estuvo en el país en 2014(3). Este apartado contrapesa los magros resultados de asistencia e invita a redefinir la implicación de los ciudadanos con las artes y los procesos creativos, aligerando la trascendencia de los otros indicadores del estudio.

Aun así, en el ámbito de los creadores y gestores se ha generado una conversación que revela en gran medida la falta de tradición de estudios de audiencias. Es un hecho que no conocemos suficiente a nuestros públicos; o al menos no se ha indagado en profundidad en sus percepciones sobre el quehacer artístico y las condicionantes culturales. Contamos más con investigaciones asociadas a casos o espacios específicos que con estudios cualitativos de escala nacional, y no es posible comparar de manera sistemática el material existente a falta de un observatorio que haga seguimiento al tema.

En ese escenario tampoco es factible dimensionar la incidencia que ha tenido para los públicos de teatro el masivo uso de plataformas digitales y el cambio que han generado en su relación con los contenidos (en especial, las plataformas de streaming) hasta modelar un espectador infiel, crítico y participativo, afín a las multipantallas y las narrativas fragmentadas, retratado en la Encuesta 2017 por el alto índice que alcanza el uso de internet al punto de desplazar a la televisión y la radio como principal actividad diaria de ocio (más del 93% en jóvenes y entre quienes tienen estudios superiores; es decir, los más proclives a ser espectadores de teatro).

Restan por conocer otras dimensiones del estudio que hasta ahora no se han difundido y que ayudarán a comprender si la participación y el consumo cultural están o no asociados a las particularidades de los territorios en regiones y qué variables inciden.

En lo inmediato es de utilidad la bibliografía internacional que ha abordado disyuntivas similares para trabajar en el desarrollo de audiencias y formación de públicos.

Uno de los aportes más recientes a esta discusión es el de Juan Prieto, María José Pérez y Sara Suárez de la Universidad de Oviedo, quienes han publicado un estudio sobre la base del consumo cultural en España y los factores que inciden en la asistencia a espectáculos en vivo. Constatando que las variables que determinan que alguien se convierta en espectador de artes escénicas son el nivel de escolaridad, el nivel de ingresos y, por extensión, el gusto por las artes, proponen que las políticas públicas en este ámbito trabajen sobre la base de “los no asistentes recuperables” que tienen características distintas a “los no asistentes absolutos”. Esto garantizaría eficacia en el impacto de las estrategias y permitiría enfocarse en los grupos que efectivamente podrían ser receptivos a la oferta de una disciplina artística (4).

Otra óptica es la que ha desarrollado la antropóloga mexicana Ana Rosas Mantecón respecto de los públicos implícitos y los no-públicos de las organizaciones culturales como un ejercicio que permite pensar en quiénes en verdad son los destinatarios de las políticas culturales, las creaciones y los programas de desarrollo de audiencias y mediación (5). Una conversación necesaria que en más de un caso echa por tierra ciertos discursos, como lo ha venido a hacer la Encuesta 2017.

(1) Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Página 101. https://www.cultura.gob.cl/wp-content/uploads/2018/03/enpc_2017.pdf

(2) Como el reporte del diario El Mercurio publicado el 28 de diciembre de 2017 que sobre la base de 38 salas de la RM constató un incremento de público en relación al año 2016 (829.506 asistentes en 2017 versus 794.585 asistentes en 2016). La plataforma Atrápalo estima un incremento de 28% de venta de entradas para montajes de teatro a través de su sistema para el mismo período.

(3) lan Brown participó en el IV Seminario Internacional de Formación de Audiencias realizado en 2014 en el Centro Gabriela Mistral, GAM. Su ponencia puede revisarse en el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=y5uCuPAdI88

(4) El consumo cultural: ¿cuestión de gusto o de precio? https://observatoriosociallacaixa.org/es/-/el-consumo-cultural_cuestion-de-gusto-o-de-precio

(5) ¿Qué es el público? Revista Poiesis. Artículo en portugués y en español puede descargarse en https://www.poiesis.uff.br/PDF/poiesis14/Poiesis_14_Publico.pdf