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¿Qué hace una reseña de obra hoy?

Iván Insunza escribe en Hiedra sobre el rol que cumple la reseña de obra en tanto discurso autoral y, por lo tanto, como parte constitutiva de la misma ¿Qué expectativas intenta cubrir la reseña como medio de difusión? ¿qué relación guarda con la obra?

 

Quizás el verbo más adecuado para utilizar en una pregunta como esta no sea “hacer” sino “decir”, las reseñas dicen cosas, pero, pongámoslo así: decir es un modo de hacer y lo que nos interesará en estas líneas más atañe a las interacciones de una reseña que a su contenido en sí.

Es necesario, además, antes de ir al problema, que precisemos que nos referimos aquí a las reseñas que emanan de los autores, directores, compañías, colectivos, etc., habitualmente atravesadas por ciertos criterios de difusión de las salas, los festivales o la producción que los cobija y que tienen como destino la difusión de la obra.

¿Qué hace una reseña de obra hoy? Permiso para una respuesta un tanto pretenciosa en su radicalidad, pero no por eso menos efectiva en el delineamiento de una inscripción de inicio: nada, una reseña de obra hoy no hace nada salvo alimentar la esperanza de que alguien la leerá y en base a esa lectura se decidirá a asistir.

En términos generales y en función de cierto modelo de representación, aún muy anclado en el levantamiento de ficciones en formatos más o menos convencionales, las reseñas se limitan a describir la fábula, el argumento diegético, el relato ficcional (aun cuando en no pocos casos puedan abordarse cuestiones de orden formal de modo tangencial). En algunos casos difiriendo bien poco de las risibles reseñas que encontramos en las películas de Netflix. Estaremos de acuerdo en que si exclusivamente de ellas dependiera, muy pocas personas darían play. Sin embargo, habitualmente esa sencillez mal entendida es defendida precisamente bajo el argumento de la necesaria masividad.

Conversando sobre este asunto con un colega hace un tiempo, le hacía ver lo problemático que me parecía que la sala me sugiriera a mí, como director, darle determinado tono a la reseña, porque claro, el subtexto en esa sugerencia siempre es “necesitamos algo que venda más”, es marketing, no pretendo pecar de ingenuo. Sin embargo, la respuesta que recibí me hacía ver que,  una situación como esa, en Alemania, por ejemplo, sería inconcebible en la medida que la reseña se pondera como parte de la obra, o al menos como discurso estrictamente autoral. Sería como si el periodista le sugiriera al director una modificación en la escena.

Lo interesante aquí no es el habitual versus entre tercer y primer mundo o poner sobre la mesa nuevamente la precariedad de nuestro contexto. Me parece que lo que hay de fondo podría radicar en el modo en que se concibe, en la escena local, la autosuficiencia de la obra teatral, su carácter cerrado, la experiencia y sus límites espaciales y temporales. La obra por un lado, el mundo y sus discursos por el otro.

Por lo tanto, determinados procedimientos experimentales o simplemente no tan convencionales, podrían implicar una apertura en ese sentido y poner a la obra en dialogo con el mundo. La reseña aparece ahí como fundamental. En este flujo no sólo se borronea la frontera entre ficción y realidad, sino, además, entre teoría y práctica, autonomía y vínculo. Nuevamente podemos observar a las artes visuales como buen ejemplo de esto, textos de sala, reseñas, textos curatoriales, dialogan dentro y fuera, inscribiendo la obra en el mundo a través de una paradojal autonomía vinculada.

Hay los que prefieren leer las reseñas antes, después, en el programa ya al interior de la sala o nunca. Si se trata de reseñas convencionales parece ser que da un poco lo mismo, pero ¿qué ocurre con reseñas que despliegan en el texto asuntos en torno a los procedimientos, concepciones filosóficas, resumen del proceso, condiciones de producción? ¿No sería la lectura de ese texto parte constitutiva de la recepción de la obra? ¿No sería otro modo de avanzar contra la persistente subestimación del espectador?

Me parece que no debemos separar a los espectadores entre los que leen antes y después la reseña, sino más bien, separar las obras según sus propias exigencias. Determinados directores, compañías o espacios, sobre todo cuando tenemos alguna referencia sobre ellos, podrían estar demandando cierta preparación, predisposición, toma de posición, etc. En ese caso perdernos la reseña podría ser un modo de perdernos “algo” de la obra.

Evidentemente no podríamos demandarle este trabajo al espectador sin su correspondencia en los autores. Asumir esta potencia de las reseñas significa encarar la responsabilidad de poner a dialogar la obra con el mundo. Lo que implica un desplazamiento de fondo aún más problemático: que los autores dejen de concebir sus obras, por defecto, como universos cerrados y herméticamente clausurados en sus límites espaciales y temporales y que, simplemente, serán descritos “atractivamente” en la reseña para que la gente asista.

Una reseña de obra hoy no hace nada porque, por lo general, no le interesa mucho ni al autor ni al espectador (seguramente, al menos, no tanto como al periodista o al productor), ambos bajo el imperativo de: lo importante es la obra. Concebir entonces la reseña como parte de la obra, en tanto discurso autoral, obligaría a pensar ese asunto desatendido como un terreno por conquistar, como una potencia.

La posibilidad abre una disputa que, como toda cosa descuidada parcialmente hasta cierto momento, demanda un trabajo adicional. Ese esfuerzo sería el precio que todos debemos pagar por avanzar en la apertura de la obra al mundo en esa paradoja de una autonomía vinculada. Es también un interesante lugar donde puede hibridarse la nociva dicotomía entre reflexión y sensibilidad. Esa hibridez está en la producción y recepción de la obra, debería estar en la reseña.

 

Imagen: Homero Simpson y el arte contemporáneo.

Estudió Cine y audiovisual, es Actor (IP arcos), Magíster en Artes con mención en Dirección Teatral y Dr. - PHD (c) en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte (U. de Chile - Universität Leipzig, Alemania).