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Editorial: ¿Cuál es el rol de la crítica teatral hoy?

¿De qué sirve ser crítico hoy? Exploramos las posibilidades de la crítica, para entender el rol del teatro hoy.

La crítica teatral ha cumplido múltiples funciones en su ejercicio, muchas veces de forma contradictoria, bien instalándose como autoridad moral y norma de los discursos artísticos, o bien como ruptura del canon. Este movimiento de la crítica (y no solo de teatro) respecto a un campo en disputa, se corresponde históricamente con los diferentes momentos por los que ha transitado el arte desde su conformación burguesa, su querella contra el capitalismo de fines de siglo XIX, pasando por las vanguardias del siglo XX y hasta su estallido frente a los nuevos cruces interdisciplinarios de cara al siglo XXI.

Con todo esto presente, vale reafirmar una vez más que la crítica no es ejercicio antojadizo, por más que cierto residuo romántico quiera así entenderlo, presumiblemente, por el bien de su obra. Por el contrario, la crítica asiente o impugna una serie de intereses en juego que siguen en disputa hasta el día de hoy.

Y superando la noción negativa de ideología, -esa que afirma lo que es ideológico es malo y que el mayor valor moderno es la objetividad-, la crítica resulta ser un ejercicio sumamente ideológico: se sitúa históricamente, es decir, interpela al sujeto a tomar distancia de su contexto para hacer aparecer al presente en el arte.

Desarticulada esa supuesta neutralidad u objetividad, que enmascara más que devela, queda claro que el único requisito realmente esencial para hacer crítica es la demanda por la veracidad. Ser honesto con lo que se critica es fundamental. Y no hay otra manera de hacer crítica, sino estamos más cerca de funcionar como oficina de partes y certificados. El proceso es claro: el crítico se relaciona con la obra desde su prejuicio, el que debe poder suspender, luego se relaciona con la obra aplicando categorías, valores y sensibilidades, por último, organiza todo ello en una reflexión sobre el sentido de la obra situada en su contexto.

Hay quienes afirman que este contexto que nos convoca, es a la vez el mejor y el peor para el arte. Por una parte su creciente profesionalización y su inserción en contextos de circulación global, parece ser una promesa de desarrollo cultural para el país. Pero esta misma lógica productiva hoy parece anular toda su autonomía y transformar todo valor artístico en mercancía. Esta lógica de circulación capitalista, cada vez más institucionalizada, ha fracturado el campo del arte: hay una parte que evidencia su desorientación, mientras otra no parece darse por enterada.

Frente este panorama, ¿podrá la crítica desde su distanciamiento infinito con la obra, tener el rendimiento crítico necesario para marcar un punto de inflexión con las lógicas de nuestro contexto? La respuesta a esta interrogante motiva nuestro trabajo.