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Los Sueños de la Razón Producen Monstruos: perversión efectista

Fuimos a ver Los Sueños de la Razón Producen Monstruos. Estamos frente a una obra que pretende ser un experimento escénico, pero que más allá del estilo, no aporta nada novedoso a la investigación teatral.

 

 

En Los Sueños de la Razón Producen Monstruos la intertextualidad, lo fragmentario, una aparente voluntad por lo experimental y cierto coqueteo con lo performático, bien podrían instalar la idea de una obra que funciona en términos negativos, es decir, donde el objetivo de la obra es destruir la categoría misma de la obra de teatro, en la medida que genera un lenguaje que pone en crisis los límites discursivos a los que estamos habituados en el teatro.

Sin embargo, aquí nada de eso ocurre pues al poco andar la obra sintomatiza su inconsistencia, dando cuenta que el uso de los recursos disponibles no pasan del enunciado, al modo de estímulos primarios hipersubjetivizados que de tener sentido, solo es aprehensible por el elenco.

Esta imposibilidad de constituir un lenguaje propio se hace patente en una serie de decisiones –erráticas e incoherentes- tanto en la dramaturgia, como la dirección y actuación. Así, prontamente los espectadores son presa de los más obvios clichés estéticos, sonoros y actorales, detectables por ejemplo, en el interminable voceo gutural por parte de uno de los actores como pretendida metamorfosis de un cuerpo disfórico, así como también en una coreografiada danza estertórea entre dos actores que termina recalando en lo esperable: una lucha al estilo “grecorromano” heterosexual que ante la imposibilidad de estallar en perversión, la simula.

Pero tal vez lo más decepcionante del montaje sea el engrapado de imágenes y sonidos que en algún momento inicial logra establecer un umbral de entrada a otra dimensión escénica, donde se anuncia mediante la descomposición de una imagen de la naturaleza, que en lo que sigue nada podrá ser entendido como dado. El recurso de descomposición, aparte de ser un cliché, solo se constituye como un indicio, como visión recortada sobre la abyección, común denominador de una serie de temas que pone en juego la obra con aparente brutalidad, como la perversión y el hambre, pero que en última instancia son pura crueldad domesticada.

Baste preguntarse al salir de la obra ¿Cuál es la relación de la puesta con el cuadro de Goya que da el nombre a la obra? ¿Acaso refrendar algo que ya dijo el pintor español dos siglos atrás? ¿Cuál es el espacio en que vemos como los textos de los Hermanos Grimm o el Eqqus de Peter Shaffer generan relaciones de sentido con nuestro presente? ¿En qué modo se liga el Obama de Shepard Fairey puesto en el afiche?

Por cierto que nunca se espera que una obra mencione detalladamente cada una de las relaciones que establece con sus referentes. No se trata de sumarse al reclamo reaccionario y conservador de quien aborrece la experimentación. Muchas veces el arte ha comportado en sus entrañas la subjetividad de un tiempo que todavía no ha llegado. Sin embargo, resulta vital para el futuro del teatro local despejar los espejismos de cierto voluntarismo investigativo basado en lugares comunes que terminan por reificar la idea misma de experimentación. Porque por más que Los Sueños de la Razón Producen Monstruos aparente haber desarrollado un laboratorio escénico, lo cierto es que no estamos frente a un experimento, sino frente a un ejercicio incompleto y elemental, cuyas pretensiones artísticas a todas luces excedieron su capacidad de organizar su propia materialidad para transformarla en un discurso coherente, capaz de producir sentido en y de la obra.

De cualquier modo, genera sospechas que estos tópicos (perversión, hambre, etc) tratados décadas atrás, aún hoy sean tema para el teatro en la forma y fondo que hoy son puestos en escena, donde la espectacularidad y la estetización son un modelo de negocio.[/vc_column_text]

 Ficha artística

Puesta en escena: Sebastián Jaña

Elenco: Camila Dumas, Felipe Zepeda, Patricia Moreno y Brian Montalvo

Asistencia: Benjamín Villalobos

Diseño de iluminación: Pablo de la Fuente

Diseño y producción de vestuario: John Álvarez

Sonido: Pablo Garretón y Anselmo Ugarte

Video: Pablo Mois y Benjamín Villalobos

Prensa: Francisca Babul

Espacio Bunster. Matucana 100.

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Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.