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Éxito y fracaso: o la eterna pregunta por qué estaría haciendo hoy Andrés Pérez

Iván Insunza escribe sobre las ideas de éxito y fracaso para preguntarse por nuestro medio teatral y su propia experiencia en él.

 

Hace poco en una entrevista me preguntaron cuál era mi relación con el éxito y el fracaso. Ambigua, siempre ha sido ambigua, pensé. No era aquello ningún descubrimiento, pero me quedaron dando vuelta algunas cuestiones que ahora despliego aquí.

Conocida es la idea de que determinado artista sufrió en vida por ser auténtico y fiel a sus intereses y luego de muerto, recibe el reconocimiento que no tuvo en vida. La misma figura tiene su versión más actual en el artista que incomprendido en su patria es reconocido fuera de ella. Todos queremos ser exitosos, ya sea por una cuestión de ego y poder, ya sea para pagar las cuentas y vivir tranquilo.

Ambas ideas han instalado la ilusión de que ser un fracasado es ser un exitoso de otro tiempo o lugar. Lo cierto es que el reconocimiento a los fracasados no siempre llega, conocemos sólo los casos en que sí se dio esta máxima. Les Luthiers despliega el siguiente diálogo entre dos políticos que buscan a quien pueda rehacer el himno nacional:

a) debe ser un compositor de éxitos, un artista de calidad
b) Sí, una de dos

Éxito-fracaso opera como un binarismo donde el exitoso es de algún modo un fracasado de la autenticidad y el fracasado un exitoso en potencia. La cosa es que la verdadera fórmula para el éxito concreto lleva un poco de ambas: Ser lo suficientemente marginal para ser reconocido como auténtico y lo suficientemente hábil para tener éxito a pesar de ese halo.

Pierre Bourdieu plantea que todo artista piensa y reconoce a su público, incluso el artista que dice no interesarse por el público, se interesa precisamente por ese público que se interesa por el artista que no se interesa por él. Si a estas alturas del texto usted no ha pensado ya en los casos que aparecen en la escena local quizás no deba seguir leyendo, no me interesa acusar a nadie, no daré nombres, sólo intento revisar estas oscilaciones.

Un amigo director me contó una vez que otro reconocido director le había dicho: el teatro que hay que hacer hoy para que te vaya bien es este, lo que se está llevando en Europa es esto. Aquel tenía la astucia suficiente para identificar lo que venía sin estudio de mercado mediante, incluso para leer su época y contexto cultural con maestría. La paradoja es que dicho director es reconocido por ser un rupturista, un vocero del fracaso. Es decir, suficientemente hábil para oler el éxito, suficientemente fracasado para hablar desde un margen.

Así mismo nos encontramos una y otra vez con colegas que con orgullo declaran no tener suerte con Fondart. Yo mismo lo he declarado un poco sorprendido de esa especie de sofisticación que parece embestir a quien lo declara.

Sin embargo, en el caso del teatro, la relación con los públicos parece no obedecer necesariamente a estas lógicas. El teatro comercial no es mal visto por tener la sala llena, sino por desplegar estrategias poco sutiles para lograrlo. Así mismo, una obra no comercial con éxito de público parece no ser mal vista a ojos del círculo artístico, aun cuando despliegue las mismas estrategias tomando sólo el resguardo de la sutileza. Y claro, tener la sala vacía podría ser señal directa de ser un fracasado total. Una vez un crítico me preguntó por qué no trabajaba con actores y actrices famosos, «te iría muy bien», me dijo. La escena ocurría a pocos días de terminar una temporada con todas las funciones llenas, repletas, y sin actores famosos.

He dejado fuera de este esquema la noción misma de éxito. Lo he hecho intencionadamente pues me parece que la cuestión opera igual si queremos llegar a ser ministros de cultura o simplemente tener para comer. Pero, claro, lo que no podemos dejar fuera de una reflexión como esta sería cuáles son los espacios y las instancias en que dicho reconocimiento podría jugarse: Fondart, Santiago a Mil, dar clases en escuelas de teatro, internacionalización de obra, parecen ser los principales polos en que se juega esta cuestión.

¿Qué le dirías a alguien que quiere estudiar teatro? Mi respuesta es siempre muy poco romántica: que estudie otra cosa. Es que no se trata sólo de que el panorama local sea considerablemente hostil en cuanto a precarización laboral, se trata sobre todo de que habitamos un campo sumamente extraño donde los hilos invisibles que mueven el éxito y el fracaso, además de ciertas condicionantes de clase, son ante todo aleatorios y constituyen un mercado donde hacer las cosas bien nunca es suficiente.

De a poco nos hemos empezado a interesar por el trabajo de la última etapa de Andrés Pérez, trabajo que estaría caracterizado en completa lejanía de lo que lo llevó al reconocimiento con el que cuenta actualmente. Y así como ocurre con Víctor Jara y otros aparece la pregunta por qué estaría haciendo hoy Andrés Pérez. La pregunta cae en el vacío, no hay una respuesta suficientemente buena, sin embargo hace emerger una mirada crítica que es fundamental para pensar los éxitos y fracasos de hoy. Hace aparecer la pugna invisibilizada entre la potencia del trabajo de un artista determinado y el provecho institucional que subyace siempre en las políticas de las salas, de Fondart y de los espacios de reconocimiento en general.

En definitiva, mi receta para el éxito: sea cortés, ande con cuidado, edúquese lo más que pueda, respete para que lo respeten…Y que Dios nos ampare!

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Imagen: Fry entre su permanente impulso hacia el fracaso y cierto destello de éxito.

Estudió Cine y audiovisual, es Actor (IP arcos), Magíster en Artes con mención en Dirección Teatral y Dr. - PHD (c) en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte (U. de Chile - Universität Leipzig, Alemania).