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El Circo Contemporáneo: la poesía de la acción de «Lo que parecía un día normal»

La dramaturga, investigadora teatral y docente Ana Harcha, expone su mirada sobre el llamado Circo Contemporáneo, las posibilidades interdisciplinares que presenta en su relación con la tecnología, situando su análisis en el trabajo del Circo Virtual y «Lo que parecía un día normal».

Por Ana Harcha Cortés

Las prácticas escénicas de nuestro territorio, en permanente transformación gracias a la relación que establecen con el contexto político y social local, así como con latitudes más lejanas, presentan, en el último período, una innegable diversificación en tanto formas de percepción y modos de hacer, en donde advertimos y asistimos a una experiencia fronteriza entre disciplinas: teatro, danza, música, sonido, visualidad, performance, etc., que nos invita a expandir nuestros tradicionales parámetros de comprensión de estas prácticas, como creadores, investigadores y espectadores escénicos.

Una de las prácticas que ha emergido con mayor perseverancia en los últimos 20 años, en nuestro contexto –y que ha puesto en cuestión nuestro tradicional modo de comprender la escena-, es la del Circo Contemporáneo. Territorio escénico umbral, liminal y fronterizo, en vínculo con elementos provenientes de la tradición circense que son revisitados, reutilizados y revitalizados desde otras y nuevas perspectivas, interrogándose sobre su relación con otras disciplinas, sus posibilidades estéticas y comunidad.

Dentro de este paisaje general, el trabajo de la compañía Circo Virtual, emerge desde el año 2001, como una de las propuestas particulares y sostenidas, respecto de una constante investigación sobre la posibilidad de generar una escena híbrida, multidisciplinar y arriesgada, en donde tanto la presencia física de cuerpos en escena, como la de visualidades provenientes de la experimentación con nuevas tecnologías, proponen encontrarse en un tiempo y espacio compartido, para posibilitar la existencia de otra forma de percibirse en esa relación, y por extensión, de percibir, junto a quienes son actores fundamentales de la experiencia escénica: espectadores, público.

Por estos días, la compañía ha estado presentando su último trabajo: Lo que parecía un día normal, en distintos lugares de Santiago. En esta puesta en escena Juan y Magdalena se presentan ante nosotros, abriendo la puerta del espacio público de su hogar (cocina y living), desarrollando una serie de acciones cotidianas que desde su ejecución rutinaria son progresivamente transformadas en rituales de juego y experiencia sensorial, haciendo surgir mundos fantásticos y poéticos, gracias a la interacción y encuentro entre las posibilidades de creación de disciplinas tan diversas como el circo, el teatro, la música y sonoridad a través de la percusión, la ilustración y el mapping (proyección de imágenes o videos en objetos tridimensionales).

A diferencia de comprender el circo, la música, el teatro o los nuevos medios, como disciplinas y medios de relación cultural en pugna por posicionarse en superación del otro, haciendo caso de discursos positivistas, futuristas y capitalistas, centrados en declarar la “muerte” de ciertas disciplinas artísticas (el circo, por ejemplo); a favor de la “superioridad” de la tecnología o los nuevos medios (video arte, por ejemplo); la apuesta del Circo Virtual y de Lo que parecía un día normal, insiste, desde su acción práctica, en el valor de la experiencia escénica, como posibilidad de encuentro, diálogo y creación de un nuevo territorio de encuentro físico, de expresión y percepción de mundo que, en vez de separar posibilidades y sabidurías pertenecientes a la tradición del desarrollo artístico de lo humano, de las pertenecientes a las vanguardias de las prácticas artísticas y estéticas actuales, las reúne.

El montaje, nos propone una experiencia estética, desde los cuerpos, el sonido, la visualidad, la relación con el espacio, de alto valor poético, desde una mirada lúdica y utópica sobre lo cotidiano que, desde su acción integral, recuerda lo sugerido por el poeta Rainer María Rilke, en las Cartas a un Joven Poeta, cuando en respuesta a la demanda de un escritor principiante (que pedía consejos y opiniones sobre sus poemas), señala:

Ahí donde las tradiciones se han manifestado seguras, numerosas, a veces brillantes, es donde el poeta debe aguardar la madurez de su fuerza. Huya de los grandes temas, escoja los que la cotidianeidad ofrece. Diga sus tristezas y deseos, los pensamientos que lleguen a su cabeza, su fe en la belleza. Diga todo esto con una sinceridad íntima, tranquila y humilde. Use para expresarse las cosas que lo rodeen; las imágenes de sus sueños, los objetos de sus recuerdos. Si su cotidianeidad le parece pobre, no la culpe. Cúlpese a usted mismo de no ser lo suficiente poeta para encontrar sus riquezas. Para el creador nada es pobre, no hay lugares pobres ni indiferentes.

Posibilidad poética de la existencia y su expresión artística que en Lo que parecía un día normal, se activa tanto desde el riesgo de cruces disciplinares que se proponen, como desde su relación escénica con las acciones cotidianas generando, desde la conjunción de todos estos elementos presentes en la escena, un contundente y comprometido ensayo de una práctica de la libertad.