Ronald Heim, director de esta versión de Antígona, propone un montaje sin mucho brillo, aunque con gran ritmo escénico y destacadas actuaciones.

¿Por qué Antígona, una de las tragedias más representadas en la historia del teatro, sigue siendo revisitada hoy 2.457 años después?

Esta es una de las preguntas que me surgen al ver la Antígona de la Compañía de Teatro de la Universidad Mayor (TUM), integrada por estudiantes y egresados de la universidad, que por segundo año consecutivo revisita un “clásico universal” (antes fue el Gran Teatro del Mundo de Calderón de la Barca).

¿Qué relevancia tiene remontar un texto tantas veces llevado a escena? Dicho así, probablemente no haya nada. Pero es que tal vez hay que preguntar de otra manera como, ¿qué es lo que tiene Antígona que hace volver a la tragedia una y otra vez? Así es que su relevancia se examina atendiendo, necesariamente, a su pasado.

Veamos: la tragedia cuenta la historia de Antígona, hija menor de Edipo, quién decide desobedecer la orden de Creonte, hermano de Edipo y rey de Tebas por ese entonces, para enterrar a su hermano Polinices, quien por traicionar a la patria para su propio beneficio, ha sido castigado a no tener los ritos funerarios tradicionales que permiten el viaje de toda alma, siendo condenado a vagar eternamente. Por su parte Creonte tiene un hijo, Hemón, prometido de Antígona quien al conocer el castigo que tendrá su amada, decide morir con ella.

Como se ve, hay una serie de oposiciones entre fuerzas que pulsan durante toda la obra. Esto no es un descubrimiento. Las resumió hace tiempo George Steiner. Las fuerzas en conflicto serían cinco: juventud/vejez, hombre/mujer, divinidad/humanidad, individuo/comunidad, vida/muerte.

Pero hay además otro aspecto clave que dice relación con la idea del sacrificio de Antígona, quien decide morir por lo que cree. Y es que tras la figura del sacrificio, es decir la ejecución del rito, siempre hay un beneficiario, sin embargo, en Antígona se nos hace difícil determinar quién es el que gana con el sacrificio.

¿Es Creonte quien logra mantener el orden en Tebas aun al costo de haber perdido a su hijo o es Antígona que con su muerte vacía de sentido la idea de un orden por el orden? ¿Es Creonte, el viejo sabio (patriarca) respetuoso de los dioses y celador de la comunidad o es Antígona, la mujer que pone en cuestión la sabiduría del patriarca y hace valer su voluntad disidente?

“Lo realmente trágico, según Hegel, es que los dos tienen razón, y, como uno y otra se empecinan en sus tesis, el agón desemboca en la mutua destrucción”, afirma el crítico español Carlos García Gual.

¿Entonces lo realmente trágico para nuestra modernidad, sería que lo que sucede en Antígona sigue ocurriendo hoy como una paradoja sin solución que, sin embargo, estamos condenados a pensar y repensar, una y otra vez? O tal vez lo trágico hoy sea todo lo contrario: cuando se renuncia a pensar trágicamente para ya sólo vivir una farsa.  [/vc_column_text][/vc_row]