TOP
Kalief Browder

In memoriam: Kalief Browder

Kalief Browder fue un joven estadounidense falsamente acusado y encarcelado a los 16 años. Hace unos años atrás decidió quitarse la vida luego de ser puesto en libertad sin probar delito alguno.

 

«No aquellos que mueren, sino aquellos que mueren antes de lo que deben y antes que quieran morir,
aquellos que mueren en agonía y dolor, son la gran acusación [… ]
ni siquiera el advenimiento último de la libertad puede redimir a aquellos que mueren en el dolor.

Es el recuerdo de ello y la culpa acumulada de la humanidad contra sus víctimas,
el que oscurece la posibilidad de una civilización sin represión».
Herbert Marcuse.

 

Mayo de 2010. Un joven afroamericano de 16 años llamado Kalief Browder es detenido en el Bronx luego de ser acusado de robar una mochila. Sus próximos tres cumpleaños los pasará en prisión mientras la justicia comprueba su participación en el delito. Curiosamente, es la misma justicia la que le ofrece “negociar”, declarándose culpable y pagando 3 mil dólares de fianza. Su familia no tiene ese dinero y Kalief decide defender su inocencia. Así, luego de tres años de tortura física, sicológica y sexual, a Kalief se le levantan todos los cargos y es puesto en libertad. Pero ya es demasiado tarde. Está libre, pero roto. Se ha vuelto una figura icónica del racismo crónico que sufre EEUU, pero no aguanta la presión. Un día como hoy, hace 5 años atrás se suicida en su hogar. Un día antes le había dicho a su mamá “no puedo más”[1].

A Kalief lo quebraron con más de 400 días de confinamiento solitario, con las constantes golpizas de otros internos pertenecientes a pandillas que reclamaban su sumisión, con la tortura a la que fue sometido por los propios guardias de esa cárcel privada (aunque poco importa en estas circunstancias si fuera pública). Kalief se transformó en un problema porque no se calló, porque demandó justicia, porque defendió su libertad. Tenía 16 años, pero sabía perfectamente lo que significa ser pobre y negro en EEUU. Por eso lo quebraron y lo dejaron solo, o lo dejaron solo y luego lo quebraron, ya da igual.

Kalief, joven adolescente, pobre, quebrado por la sociedad, enfrentado a una violencia indecible que se padece como soledad. No una soledad amorosa, no una soledad despechada, no una soledad perentoria: una soledad estructural cuya dimensión es tal, que se requiere, precisamente, de toda una estructura social para revertirla. El problema es que fue la propia estructura la que sistemáticamente rompió a Kalief en mil pedazos para luego ocultar las huellas de su delito, afirmando, en cambio, que todo se trató de un problema de orden individual: simplemente ÉL no fue lo suficientemente fuerte, se volvió paranoico y se mató.

Hoy Kalief tendría 27 años cumplidos hace poco más de una semana. ¿Qué hacía yo en mayo de 2010 mientras él era encarcelado y torturado? ¿Habré estado ensayando algún examen? ¿Habré estado teniendo una cita con una pareja? Ni idea. Lo que si sé es que él no tuvo derecho a vivir lo que yo sí. Él no tuvo graduación, no vivió esos primeros encuentros furtivos, esos primeros amores, esas salidas con amigas y amigos que uno atesora por siempre, esas vacaciones del recuerdo, el estrés de los primeros años en la educación superior o las primeras experiencias laborales, nada de eso.

Es 6 de junio, día del aniversario de la muerte de Kalief. Se cumplen 5 años ya, mientras otra muerte nos conmociona hace varios días: la de George Floyd asesinado por el policía de Minneapolis, Derek Chauvin. Han habido voces críticas, muy necesarias por cierto, que han notado la inconsecuencia que supone expresar solidaridad con lo que está sucediendo hoy allá, en Estados Unidos, y no hacerlo con las injusticias que se cometen aquí, en nuestro propio país.

En realidad, no creo que haya un allá y un acá. La impunidad es una verdadera forma de universalidad. Kalief es también Joane Florvile, es Manuel Gutiérrez, es Matías Catrileo, es Marcelo Catrillanca, son los asesinados durante el estallido social, son los 43 de Ayotzinapa, son todas y todos aquellos que, como afirma Marcuse, “mueren antes de lo que deben y antes que quieran morir”.

[1] Su madre, Venida Browder, sostuvo una larga lucha para hacer justicia por su hijo, sin embargo, su corazón no soportó los once ataques al corazón que sufrió durante su lucha y falleció un 16 de octubre de 2016, mismo día de la muerte de Radrigán. Hoy es el hermano de Kalief, Akeem Browder, quien mantiene viva la memoria de lo vivido por su familia a través de Kalief Fundation.

Imagen: Kalief Browder

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.