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Matar a Pinochet: está comenzando a suceder…

Iván Insunza escribe en Hiedra para pensar la potencia de la imagen de Pinochet desapareciendo junto a su Constitución y legado.

 

Hace un par de años vengo postulando sin éxito a los Fondos de Cultura un proyecto llamado FUSILES: un juego de rol para matar a Pinochet. En conversaciones con Karen Glavic, colega que aportó a la postulación una propuesta conceptual, apareció la idea de un deseo colectivo de matar a Pinochet, el concepto Pinochet, el significante Pinochet, la educación, la salud, el sistema de pensiones de Pinochet. En definitiva, el deseo no de asesinarlo ya estando muerto, sino hacerlo desaparecer de nuestra institucionalidad. Recordé aquello a partir de un tuit en referencia a la película Kill Pinochet y recordé las obras y textos que han querido matarlo, la proyección sobre el San Cristóbal y más.

En ocasión del histórico plebiscito que nos llevó al triunfo de la voluntad popular de aprobar una instancia que confeccione desde cero una Constitución que reemplace a la del asesino, Daniel Palma, diseñador de Hiedra, realizó un video tipo gif que, referenciando el efecto de la película Avengers infinity war, hace desaparecer la imagen del dictador en 6 segundos. El video se viralizó con contundencia fuera de las redes de la revista y hasta recorrió el mundo. Seis segundos, pienso, que cumplen uno de los principales deseos de nuestra posdictadura: Ver desaparecer a Pinochet y su legado.

 

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El mismo deseo se puede observar en la escena del Frente Patriótico Manuel Rodríguez atentando contra Pinochet y nuestra fantasía de éxito de la misión, nuestra propia Bastardos sin gloria mental que trae consigo la esperanza de un pasado menos pactado, un presente más justo y un futuro más digno. Ese deseo habita en el éxito del video-gif y en mi insistencia de postular una y otra vez el mismo proyecto sin éxito.

El optimismo inevitable que deja este 25 de octubre del 2020 nos hace imaginar un Chile al fin sin el legado de Pinochet y vemos con más claridad que nunca que el Rechazo no fue otra cosa que la marginal sobrevivencia de una clase privilegiada y asustada de perder las condiciones estructurales que propician ese privilegio, ese legado enquistado de Pinochet y sus muchachos de Chicago.

La transición para algunos empezó en el plebiscito y terminó con el traspaso de mando de Pinochet a Aylwin.

Para otros empezó en el traspaso de mando y terminó con el cambio de firma en la Constitución de Ricardo Lagos o la serie de hitos que marcaron el periodo y para otros recién termina con este plebiscito, seguro habrá quienes no crean que haya terminado. Como sea, debemos recordar que esa transición tuvo a Pinochet como comandante en jefe y como senador vitalicio bajo su propia ley hasta casi llegar el 2000. La detención de Pinochet en Londres nos golpeó en la cara y nos hizo ver la cantidad de concesiones hechas por el miedo a perder la democracia.

Una vez muerto Pinochet y una vez finalizadas las celebraciones que produjo, nos quedamos con la extraña sensación de que su muerte no era suficiente, sobre todo porque fantaseábamos con verle sufrir el horror que causó, cuestión imposible, pero también porque con su muerte no murió su legado, con su muerte no desapareció la sensación de vivir vidas indignas y precarias que a todas luces eran producidas por ese modelo que se instaló en Chile a la fuerza y a medida de una clase.

Una vez muerto Pinochet empezamos a desear su muerte más que antes, cuando de algún modo sabíamos que su muerte no sería más que un alivio pasajero. Como buen deseo reprimido se transformó en malestar junto a varios otros y ha venido explotando desde el 2006 hasta su expresión más nítida desde octubre del año pasado. La imagen de Pinochet en su ataúd no causó tanto placer como su imagen desapareciendo, siendo borrada por la historia.

La fantasía de que Pinochet hubiese muerto en manos del Frente no es entonces la simple idea de pensar al dictador muerto, es sobre todo el imaginar que, quizás y sólo quizás, esta Constitución, este modelo y todo este legado se pudo poner en cuestión antes y no después de 30 años. El deseo de ver desaparecer a Pinochet es un dedo en la herida de estos treinta años que parecen ahora tiempo perdido, una pesadilla adentro de la pesadilla, una posdictadura que es lo que viene después y lo que sigue siendo.

Si llegamos a tener una nueva Constitución que efectivamente no sea una versión 2.0 de la de Pinochet y sus muchachos, habremos derribado un pilar fundamental del legado del dictador, el deseo se desplaza entonces a querer ver desaparecer ese brutal negacionismo que sabemos vive en buena parte de quienes votaron por rechazar el cambio de Constitución.

Parece sensato aceptar que el deseo, así como el horizonte de sentido, se desplazan mientras avanzamos y que los seis segundos de Pinochet desapareciendo y dejando tras suyo un fondo negro -nada, ni rastro- seguirán siendo un placer para los ojos en este proceso que se inicia. Seguiremos volviendo a ver ese video una y otra vez, seguiré postulado mi proyecto para matarlo una y otra vez, seguiremos en la calle hasta que un día todo el legado del asesino y sus muchachos haya desaparecido, dejando sólo el fondo negro.

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Imagen: Con motivo del plebiscito del 25-O preparamos una serie de gifs con personajes icónicos de la dictadura e ideólogos del neoliberalismo Chileno. Su imagen se desvanece cada 6 segundos. Los publicamos cada 3 horas desde antes del cierre de las votaciones hasta la victoria del apruebo.

Estudió Cine y audiovisual, es Actor (IP arcos), Magíster en Artes con mención en Dirección Teatral y Dr. - PHD (c) en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte (U. de Chile - Universität Leipzig, Alemania).