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¿Indisciplina? Una lectura desde J.A. Sánchez

Chery Matus escribe nuevamente en Hiedra para reflexionar ahora sobre la idea de indisciplina desde la lectura de José Antonio Sánchez del concepto.

 

Chery Matus
Pedagoga en danza,
performer y directora del proyecto ECEP

 

Conocido es el enorme disciplinamiento que experimentamos tanto en la formación como en el desarrollo profesional las y los artistas escénicos. Entonces surge la pregunta a raíz del proyecto El cuerpo es presente sobre ¿Qué sucedería si cada performer una vez obtenido el desarrollo disciplinar deseado -ya que supuestamente este nunca terminaría según la idea planteada por Spinoza “Nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo”- se planteara subvertir esa misma disciplina y hacer de ella otra cosa?

Para comenzar, debo aclarar que el concepto que comparto en este texto se lo he pedido prestado al profesor José Antonio Sánchez, teórico e historiador del arte, quien cada tanto nos tiene acostumbradas al desarrollo de nuevas ideas para dialogar con las artes vivas.

Reflexiono aquí sobre una idea que habilita la posibilidad de entender aún más las artes escénicas de manera no segmentada, sino como un gran universo. La práctica indisciplinar asociada a las artes escénicas pone de manifiesto muchas ideas que atraviesan el proyecto El cuerpo es presente, tanto respecto a la formación y pedagogía como al despliegue profesional de las y los artistas escénicos en la actualidad.

Pero qué entenderíamos por indisciplina o, más bien, como la define o se acerca a este concepto José Antonio Sánchez. Lo primero que hay que entender o conocer de la indisciplina es que condición de aparición es haber experimentado antes de buena manera la disciplina misma, pura y dura. Y de eso tanto actores, bailarines, músicos y performers bien sabemos, ya que la práctica corporal, por el simple hecho de ser corporal,  la tenemos asociada a la idea del disciplinamiento y al arrojo físico del cuerpo a un sin fin de lenguajes y técnicas.

Pero, ¿qué pasa una vez que ya se ha obtenido todo un bagaje de estudios, formaciones, grados y posgrados académicos, cuando ya ningún tipo de lenguaje completa el interés personal simplemente por lo purista que trae intrínseco? Es ahí cuando ocurre un fenómeno que la mayor parte de las/los artistas experimentan y dice de la rebeldía y desobediencia ante la disciplina.

Muchos ejemplos hay en la historia de las danzas y de las artes en este sentido. Y es que justamente la indisciplina en la práctica artística nada tiene que ver con ser un NO disciplinado, nada tiene que ver con el relajo o desgano ante una práctica disciplinar. Muy por el contrario, la indisciplina correspondería a una manera de tensionar la disciplina misma, para convertirla en otra cosa, una resistencia activa y consciente de la disciplina. El prefijo IN no funcionaría como negación, sino como una resistencia activa y consciente.

Podríamos decir que las prácticas indisciplinares desarrollan un gran sentido experimental. Podríamos decir también que para cada trabajo o práctica indisciplinar se instala una metodología distinta (esto se expone de buena manera en la entrevista a María Jerez para este proyecto). La práctica indisciplinar involucraría al cuerpo y, más aún, un estado físico particular. También podríamos pensar que la indisciplina, tal como un virus que contagia, se expande y obedece a una época. Sería difícil establecer un límite entre experimento y juego en la indisciplina, por una parte, diversión con tratamiento lingüístico insólito de un tema dado, por la otra diversión con formalización rigurosa aplicada a la invención poética, parafraseando al propio Sánchez.

Todos estos acercamientos son una idea sutil de lo que Sánchez ha desglosado en detalle durante diversos estudios respecto a las prácticas indisciplinares y mi intención con esta reflexión no es más que hacer dialogar las prácticas que se desgranan desde el proyecto El Cuerpo es presente y que van rozándose entre indisciplina e improvisación.

Y es que resulta muy interesante la idea de tensionar las disciplinas que cada cuerpo conoce para elaborar con ellas un nuevo registro. Sánchez, reconoce entre algunos artistas indisciplinados, por ejemplo, a Julio Cortázar en Rayuela, novela indisciplinar por excelencia, dirá, que atentaba contra la noción del tiempo, la escritura y la estructura de la narración y que, además, presenta a un grupo de personajes indisciplinados reunidos en torno un Club, que viven en la noche y que deambulan por la ciudad. Rayuela es una novela indisciplinar porque está escrita desde el cuerpo, aclara José Antonio.

Carmen Beuchat, otra Indisciplinada para mí, a propósito de la entrevista para este proyecto, dirá que la danza es un misterio. Y es que para poder romper con la jerarquía expuesta y propuesta desde los cuerpos y en las danzas hace falta primero desconocer lo conocido, salir de la disciplina, en tanto abre posibilidades de lenguajear. Alain Badiou, citando a Mallarmé dirá en el Pequeño Manual de Inestética que “la bailarina, no baila, debe olvidar lo que conoce, será la bailarina que no baila, la sustracción a la danza”.

Pienso también en Las yeguas del apocalipsis, Mapa teatro en Colombia, Natalia Tencer y el niño viejo en Argentina y, más actual, el colectivo Yeguada Latinoamericana, Desperformance, entre muchos otros que hoy en día nos cautivan con sus modos indisciplinados de pensar la escena, una escena cargada de calle, arrojada a la manifestación y en donde lo social, lo político y lo estético encuentran un camino de transformación o de intervención en lo social.

Habría entonces que entender la disciplina en todas sus gamas, desde las condiciones, desde los modos de producción, desde los formatos, desde los contenidos, desde el discurso, en fin, conocer la disciplina para luego tensionarla como quien tuerce un hilo al trenzar una cuerda para, desde esa tensión, sacar otro sonido, entender otra manera de hacer y pensar otras maneras de crear y proceder en las indagaciones y obras.

Para entender la indisciplina hacen falta años de disciplinamiento, para ser un “buen improvisador” hace falta años de práctica; por tanto, el camino no es la negación a la técnica o a la disciplina misma, sino más bien qué hago con ella cuando la tengo entre las manos. Quizás resulta difícil de entender, para nosotras que hemos sido formadas en su mayoría por disciplinamientos que provienen de otros cuerpos, modos de hacer y modelos que poco nos atraviesan. Por tanto, ¿Qué es lo que debemos olvidar de ese disciplinamiento y que es lo que debemos re-configurar?

Hoy y frente al cambio de paradigma o a los nuevos modos de relacionarnos que estamos experimentando, en donde no existe la posibilidad del contacto, debemos establecer nuevas lógicas de reconexión corporal, de implicancia disciplinar, que nos haga olvidar lo que conocemos para poder entender ese amplio y extenso universo que nos devuelve a los orígenes como conexión improvisatoria. Hoy la danza se hace en solitario, si bien se piensa en comunidad, se ejecuta en un solipsismo y contemplación nunca antes visto. Por tanto, reconectarnos con el origen se hace vital. Hay una gran intriga por el pasado que nos pertenece y es ahí donde habita nuestro terreno desconocido, en nuestros orígenes.

Hoy más que nunca insistimos en la reconexión con el cuerpo sensible y esa idea no tiene color ni forma, sino más bien resonancias y afectos. Por tanto, la posibilidad que se abre con el trabajo de la indisciplina atraviesa otros campos posibles y expande la noción sobre lo que entendemos por escena y trasciende, además, la construcción de nuevos paradigmas para las artes vivas en general.

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Imagen: Proyecto CUADROS de Chery Matus, ensamble Xatarra y Sergio Mora Díaz. Fotografía de Inti Gajardo