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Carne de cañón

El gobierno echó pie atrás en la medida que pretendía prohibir poner música en restaurantes por el COVID en Chile, sin embargo, se ha vuelto evidente que tras el supuesto argumento sanitario, la ley no es pareja.

 

Carezco de los argumentos para oponerme fuertemente a la medida del Ministerio de Salud que buscaba prohibir la reproducción de música en restoranes, bares, etc. A priori, me parece una medida razonable: a menor ruido ambiente, menor necesidad de subir el volumen de la voz, por lo tanto, menor es el radio de expulsión de fluidos del hablante. Y si eso es así, parece lógico que las probabilidades de contagiarse en un bar sean menores hablando más bajo que fuerte.

Sin embargo, no hallé evidencia cuantitativa y determinante. O quizás la evidencia si existe y soy yo el que no supo dónde buscar. Pienso entonces que quizás, si fuera abril o junio, sí sabría buscar. Pero hoy no puedo. Estoy agotado, estresado, ansioso. Eso me hace creer que cada nueva medida que toma el gobierno busca, en el mejor de los casos, cuidar exclusivamente mi capacidad productiva, recortando todas las otras dimensiones que componen mi vida. En el peor de los casos, creo que el gobierno sencillamente me ocupa como carne de cañón en su guerra imaginaria.

En fin, como no sé qué opinar, busqué en Twitter posicionamientos claros. Hay gente que se pregunta por el timing y la eficacia de la medida en el control del COVID19, si ya todos los indicadores advierten que estamos tan mal como en invierno. ¿No deberíamos simplemente cerrar? No lo sé, pero hay quienes notan las incongruencias y se preguntan por qué no hay restricciones en la catedral del grito que es Fantasilandia, por qué no se es igual de estricto con los malls, el control fronterizo o el aeropuerto.

Pero hubo también posiciones que apoyaron la medida sanitaria. Un comentario en Facebook decía algo así como que todos estábamos perdiendo en esta pasada, cuestión que validaría la medida. Y si bien uno podría estar parcialmente de acuerdo con la idea de que «ley pareja no es dura», lo cierto es que ni las medidas tomadas ni la leyes se aplican a todos por igual. Además, esa justificación para prohibir música no es un argumento basado en su eficacia sanitaria sino en el sacrificio colectivo. Y el problema con el sacrificio colectivo es que siempre apela a una generalidad homogénea.

Para bien o para mal, quien dice «estamos todos en la misma» exhibe su desinterés por conocer lo particular de la realidad. Por eso resulta indolente a esta altura seguir escuchando la misma frase o sus variantes. En cualquiera de sus formas se puede leer el rechazo a elaborar el contenido de lo particular, es decir, a reconocer que en realidad hoy algunos pierden más que otros, y que incluso, hay quienes ganan.

Pues bien, si vamos a lo particular del sacrificio colectivo, veremos eso que últimamente se ha vuelto tan evidente: que el COVID19 no se vive igual en Zapallar que en San Antonio. Notaremos también que existe una brecha de género que pone en mejor condición económica a hombres que a mujeres y que eso solo se agudizó con esta pandemia. Y si vemos espacios productivos, pronto notaremos que sucede lo mismo en el mundo del arte y la cultura, sector que ha resultado más golpeado incluso que otras áreas que han contado con infinitas notas de prensa y cobertura de medios para exhibir las consecuencias de las cuarentenas, cierres, etc.

Decir que las y los artistas están en el piso no es exagerar. Este campo jamás ha asegurado estabilidad económica para sus agentes y la pandemia solo agudizó esa condición, empeorando las condiciones de trabajo… para quienes logran tener trabajo. Hoy, luego de 10 meses con un escaso -por no decir nulo- apoyo estatal, no hay nada que haga pensar que las cosas mejorarán. Por el contrario, todo se ve peor.

Y es que quien lidera el ministerio encargado de las culturas y las artes, se ha vuelto tristemente conocida por no llegar a las reuniones y por dar declaraciones a destiempo. Así, mientras otros ministros se despliegan en función de defender los intereses particulares de los protagonistas del sector para incluso modificar disposiciones sanitarias, la ministra de Cultura, Consuelo Valdés, nos dice que no se puede hacer nada más porque “un peso que se asigna a Cultura, se deja de colocar en otro programa”. Y al parecer, ni siquiera fue invitada a evaluar las medidas que afectarían su cartera (o quizás sí, pero no asistió). Por eso frente a la frustrada prohibición del el gobierno, no tuvo más que decir “estamos en conversaciones”.

Quizás en unas semanas más se vuelva a justificar la necesidad de esta medida. Sin embargo, con el pie atrás dado por el gobierno ante la presión social, se hace evidente que no era parte fundamental de un protocolo sanitario. Incluso se podría sospechar que quizás el ánimo siempre fue más prohibitivo que sanitario. Por lo pronto, luego de 10 meses de paralización casi total de actividades culturales con nulo apoyo estatal, escaso apoyo político, espacios prontos a quebrar y el doble estándar del gobierno, hay argumentos suficientes para oponerse a esta y futuras medidas que continúen profundizando la crisis del sector.

Imagen: Las Lanzas, La Tercera.

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.