Fuimos a ver Violeta al Festival Santiago Off en el Teatro Principal de M100. Aquí compartimos nuestra mirada.

Violeta, parte de la Trilogía de Tiernos y Feroces de la compañía del mismo nombre, que cuenta con un FONDART de excelencia 2014, pone en escena un ensayo de una banda de rock que canta sus canciones intercaladas con los versos de Violeta Parra.

El diseño del espacio escénico presenta una sala de ensayo de una banda rockera juvenil, llena de botellas de cerveza vacías – también abren algunas en escena – cigarros, botellas de licor, es decir, el cliché de la banda idolatrada e indisciplinada. Los sillones de cuero y tapiz antiguo adornan la sala junto con micrófonos e instrumentos repartidos por todo el lugar. La iluminación crea una atmósfera de concierto que vale la pena rescatar.

La compañía Tiernos y Feroces propone una Violeta 2.0, rockera, angustiada y displicente. Una especie de Courtney Love de la música folklórica, cuya procedencia es un misterio para la puesta en escena, tanto por cómo actúa, como por lo que dice. Claudia Cabezas, actriz que encarna a esta Violeta, propone un monótono viaje donde pasa de recitar versos, a cantar gritando, tirarse en el suelo, pronunciar discursos de protesta y volver a recitar en el mismo tono del principio. La fórmula ya en su segunda repetición se vuelve agotadora, no solo por su ejecución, sino porque además el equipo técnico no la acompaña. Curiosamente, ocurren los problemas básicos de un concierto mal ecualizado: la batería esconde por completo la voz de Violeta, haciendo que perdamos todo el contenido de sus palabras.

En los 90 minutos que dura esta puesta en escena, vemos una larga conversación/ensayo carente de profundidad -que perfectamente podría desarrollarse en el living de una casa y no en el escenario de un teatro-, donde no se plantea ningún conflicto trascendente. Esto mismo dificulta entender el actuar de Violeta. ¿Por qué está tan enojada? Sin una línea de acción clara la dramaturgia falla, pues incluso en una propuesta fragmentaria ha de existir un hilo narrativo. Violeta no es el caso.

Violeta propone ser una actualización de los conflictos internos de Violeta Parra. La difusión incluso menciona la ardua investigación realizada para el montaje. Si ello es cierto, el fracaso está en el traspaso a la escena, pues esta obra es antes que nada un ensayo de cuatro músicos que, cuales adolescentes, transitan entre predecibles discursos de protesta y las canciones de rock que lamentablemente son ininteligibles. Y en todo eso, Violeta está ausente.

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