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99 La Morgue: para recobrar el presente

Continúa el Santiago a Mil 2017 y nuestra colaboradora Pía Salvatori fue a ver «99 la Morgue» la icónica obra de teatro dirigida por Ramón Griffero en dictadura que hoy vuelve para ser conocida por nuevas generaciones.

Por Pía Salvatori

Sin duda, el contexto en el que fue presentada 99 -La Morgue de Ramón Griffero con la compañía Teatro Fin de Siglo en diciembre del 1987 fue radicalmente diverso. También el contexto espacial lo era, la sala El Trolley en la que se montó fue sede de la resistencia cultural y de muchas otras formas artísticas importantes en las artes escénicas del periodo. Era una época de prohibiciones y de persistentes censuras en donde el nudo de un malestar histórico y social resonaba fuerte y claro.

Hoy es ya la cuarta noche de FITAM. La obra fue retomada y puesta en escena gracias al financiamiento de un FONDART a la trayectoria (2016). En la presentación, el autor dedica la función a la carrera de Verónica García Huidobro, quien también aparece en escena como lo hizo treinta años atrás. En este contexto, no podemos dejar de preguntarnos ¿Cuál es el interés de recuperar esta obra en el presente? ¿Cuál sería una clave de lectura interesante para el espectador de hoy?

La dramaturgia de Griffero marcó un momento decisivo en el teatro chileno contemporáneo. Su propuesta, entre otras cosas, se volcó hacia el texto y la construcción del espacio escénico buscando significarlo dramáticamente. Se habló así de la dramaturgia del espacio, es decir, una manera de concebir la escena dramática –ya presente tridimensionalmente en el texto – como un constructo escenográfico y, por tanto, visual. Una propuesta estética así concebida hace que se olvide el lugar del teatro propiamente tal para adentrarnos en los pliegues de “otro” espacio.

99-La morgue es la tercera parte de una trilogía compuesta por Historia de un Galpón abandonado y Cinema utoppia. En la concepción del espacio escénico y en el desarrollo de la propuesta fue decisiva la intervención del belga Herbert Jonckers. El escenario se presenta ante el espectador perfectamente configurado; una estructura compleja, rígida y versátil conserva la cuarta pared, pero conteniendo a la vez el espacio del espectador. Nada queda al azar: paredes recubiertas de un verde aguado, envejecido y sombrío, ventanas, puertas, lámparas, camillas, objetos varios y personajes funcionan bajo una extraña perfección de gestos y movimientos. El ritmo de las acciones parece estrictamente ligado a un protocolo, que a ratos configura cuerpos armoniosamente artificiales. Todo suspendido en un equilibrio precario de extraña languidez que contrasta con la rigidez del espacio escénico.

En la morgue se almacenan y profanan cadáveres, se miente sobre su causa de muerte. Se tejen utopías y mentiras, se pronuncian discursos, se les obedece y se les destruye. Las oraciones a la Virgen del Carmen, patrona de Chile, son inocuas. Las esperanzas en el porvenir de los padres de la patria son ridiculizadas ante el terror de un personaje que finge la muerte para salvarse, ante el secuestro de una mujer, ante la violación de un cadáver. La morgue se construye sobre continuas falsificaciones y en el silencio cómplice de quienes transitan sus pasillos.

Después de treinta años, después de museos, de libros, de canciones, de biografías, de otras obras, de casos judiciales, de misas y rituales varios, confesiones “públicas” y demás ¿es aún Chile su propia morgue? O mejor ¿cómo se hace cargo de sus propios muertos? El espacio de la morgue configurado en la obra supo contener y metaforizar un país herido, hoy esa memoria deviene una fantasmagoría. El pasado colectivo va perdiendo paulatinamente su dimensión vivencial, su arraigo a lo acontecido, a la verdad.

La falta de un pasado común, de un relato duradero interfiere con la manera en la que el individuo se pone en el mundo y le da sentido. El teatro propone partir desde el acontecimiento “en” la escena, devolviendo a los individuos la posibilidad de redescubrir y de redefinir el tejido vivo de una colectividad, construyendo en ello la pluralidad de un territorio. La contingencia del teatro se instala precisamente en la riqueza de una experiencia –más que tópicos, lenguaje y sus desbordes – propone una forma de convivialidad y de unión, de revivir inquietudes e incómodas preguntas. El reestreno de 99- La morgue se inserta en este esfuerzo por el reconocimiento de un pasado necesario para iluminar del presente.

*Crítica realizada en la temporada de enero 2017.

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Ficha Artística

Escrita y dirigida por Ramón Griffero

Actores: Paulina Urrutia, Carmina Riego, Verónica García Huidobro, Rafael Contreras, Ítalo Spotorno, Lucas Balmaceda, Ángeles Hernaez y Javier Salamanca

Asistente de dirección: Ricardo Balic

Diseño Integral: Javiera Torres

Música: Alejandro Miranda

Iluminación: Guillermo Ganga

¿Cúando?

Funciones hasta el 21 de abril hasta el 28 de mayo de 2017

21 hrs.

 

Teatro Camilo Henríquez