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Liceo de niñas: desconcierto en el espacio-tiempo

Fuimos a ver «Liceo de niñas» de la compañía La Pieza Oscura. Estamos frente a una interesante obra que cruza política, historia, ciencia ficción y teatro.

Según ellas, llevaban escondidas cinco meses. Según el profesor, treinta años. Lo cierto, lo que vemos, es a tres alumnas de un liceo en algún lugar de Chile, que decidieron esconderse en los ductos subterráneos del establecimiento una vez que la toma del colegio fue desalojada. El mismo día en que deciden salir, se encuentran con el profesor de física del liceo, quien ha decidido refugiarse en el laboratorio tras sufrir una crisis de pánico producida por el rebrote de una depresión que, en simple, se gatilló por una vida miserable que se escapa entre horas y horas de trabajo.

Esta es la historia troncal de Liceo de niñas de la compañía La Pieza Oscura. Desde aquí la dramaturgia de Nona Fernández y la dirección de Marcelo Leonart se despliegan circulando por, al menos, cuatro conflictos fundamentales entre pasado/presente, vida/muerte, realidad/ficción e infancia/adultez.

En efecto, a través de estos nudos la obra revisita una época que se presume hostil para ser joven en Chile, llena de adoctrinamiento marcial en el colegio, represión, miedo, sueños frustrados y muerte (la obra recoge los asesinatos de los hermanos Vergara Toledo, Mario Antonioletti y Mauricio Maigret).

Sin embargo, por más que Liceo de niñas provoque una especie de catarsis entre quienes logran evocar en ella su infancia colegial, pronto se hace patente que el lugar hacia el que nos pretende dirigir la obra excede cualquier intención por generar un efecto de reconocimiento del pasado (como quien observa fotos de la niñez), preocupándose antes que nada de instalar la idea de que tras esos recuerdos lo que abunda es desconcierto.

Y acaso esta sea la tesis central de Liceo de niñas: treinta años después, podemos reconocer los años previos y posteriores a la transición como el comienzo del fracaso de una generación de jóvenes estudiantes cuyas expectativas políticas y sociales fueron sometidas por el influjo de la realidad (que ahora podemos nombrar abiertamente neoliberal), o bien por muerte, o bien, por fuerza de la costumbre.

Pero hay algo más: frente a aquel desconcierto Liceo de niñas responde intencionadamente con más desconcierto: en determinado momento a las estudiantes solo les queda reconocer el tiempo perdido y asumir que nada ha cambiado. Sea o no el objetivo, lo desbordado con esta operación es la propia subjetividad en que se fundó el imaginario político de las estudiantes. El resultado es, la completa desorientación de aquel sujeto de transición. Entonces ¿qué podemos pensar? ¿qué podemos decir?

Para no entramparse en tamaña empresa, la obra inocula permanentemente altas dosis de humor negro a la narración, un recurso que de algún modo ya define a la compañía, aunque bien se pueda notar que en esta obra no se alcanzan los niveles de mordacidad de El Taller, su anterior obra (lo que también hace resentir la larga duración de la obra).

Más cosas destacables: la triada entre teatro, astronomía y ciencia ficción que este año ha sido frecuente en la cartelera local y que para Liceo de niñas es como su propio Big Bang, es decir, todo emerge desde allí: la dramaturgia, la dirección, el impecable diseño escénico, el preciso diseño de iluminación, el universo sonoro, la cita de bienvenida con Carl Sagan, las chapas con que se nombran los personajes, etc.

Ahora bien, si seguimos este triple cruce aparece la pregunta, ¿de dónde provienen las fantasmagóricas figuras de las y los estudiantes? ¿Son fantasmas del pasado o son alucinaciones del profesor de física? Continuando el juego propuesto en clave de ciencia ficción, sería posible afirmar que los estudiantes provienen de otra dimensión. Pero quizás sea al revés y seamos nosotros los que estos últimos treinta años hemos ingresado a un nuevo espacio-tiempo viajando a velocidades infinitas y en una escala de magnitudes insospechadas (algunos le llamarían a esto Globalización o Modernidad). Y si ese fuera el caso, tendríamos que tomar en consideración que el pasado, o sea, aquello que creemos superado, o sea, ellos, están ahí, esperándonos.

Como se ve Liceo de niñas, a pesar de que a ratos parezca presa de un querer decirlo todo, es decir, de un exceso narrativo (también visible en actuaciones al borde de la convulsión) que alarga la obra por sobre las dos horas entre apéndices y un par de falsos finales, destaca la composición de una obra de varias capas que no pierde de vista la lectura fundamental: hubo un golpe maestro a una generación de jóvenes estudiantes cuyos sueños fueron arrasados por el itinerario de una democracia pactada. Pinochet murió sin condena.

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Ficha Artística

Dramaturgia: Nona Fernández
Dirección: Marcelo Leonart
Elenco: Juan Pablo Fuentes, Francisco Medina, Carmina Riego, Roxana Naranjo y Nona Fernández
Diseño escenográfico y de vestuario: Catalina Devia
Iluminación: Andrés Poirot
Música: José Miguel Miranda
Realización: Rodrigo Iturra
Peinados: Rodrigo Cuevas
Fotografías: Maglio Pérez
Producción: Francisca Babul
Prensa: Rodrigo Alvarado

¿Cúando?

Funciones
Del 23 de octubre al 12 de diciembre

Mar-Sá 20.30 hrs

 

Lugar

Teatro UC

Reservas

Sin sistema de reservas.

¿Dónde?

Actor, Universidad Mayor. Magíster © Teoría e Historia del Arte U. de Chile.