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Jürgen Berger: «El crítico debe poder elaborar un lenguaje que sea accesible para todo tipo de público»

Entrevistamos al crítico teatral alemán Jürgen Berger, quien recientemente estuvo realizando un Programa Intensivo de Crítica Teatral desarrollado por el Goethe Institut en conjunto con el Laboratorio Escénico del Festival Santiago a Mil. En esta entrevista conversamos de su mirada de la crítica y el teatro en latinoamérica.

-Jürgen, después de tu experiencia con Ágora Brasil, ahora Ágora Chile y prontamente Ágora México, podríamos pensar que has elaborado una suerte de panorama general de la crítica en Latinoamérica, ¿cuál sería ese?

Una característica que tienen en común todos estos países es la búsqueda de una crítica profesional. En Brasil, Chile y México todavía hay una crítica teatral a la que le falta cierta sistematización. Por otra parte, se concentra en grandes ciudades, aunque incluso en grandes teatros hace falta pensar a la crítica como parte de su planificación.

-¿Hay algo que puedas considerar característico de la crítica que se hace acá en Chile?

Si, algo me llamó la atención, -pero no es diferente a mi experiencia en Brasil-, y es la habilidad de describir el teatro analíticamente, aunque todavía falte mucho en la capacidad de describir de la puesta en escena. Esto es importante. Para darse a entender, uno tiene que describir lo que está pasando sobre el escenario, solo así se puede hacer comprensible un argumento.

El arte de escribir crítica consiste en encontrar las palabras precisas para darse a entender a personas ajenas a la materia.

-En una entrevista en Brasil afirmabas que la crítica no debe dar “palmaditas en la espalda”, sino que debe ser franca y hasta dura. ¿Cuál es el límite en el que uno se vuelve destructivo?

Para mí la respuesta es pensar y redactar argumentativamente. Si describes argumentativamente el por qué una puesta en escena no fue buena, nunca vas a pasar el límite de llegar a criticar despectivamente. Luego, si el artista te dice que no está de acuerdo con tu crítica puedes decirle “bueno, entiendo, pero aquí están mis argumentos”.

-En el taller de crítica que recientemente impartiste, surgieron dos ideas que uno podría considerar fundamentales para la crítica. Una es la que Federico Zurita enfatizó en más de una ocasión respecto de que la crítica decodifique ideológicamente a la obra, lo que supondría un tipo de lector más específico y escaso, mientras que contigo apareció la máxima de que la crítica debe ser capaz de llegar a todo público, ¿se trata de dos modelos distintos o al final se trata de lo mismo?

Ni lo uno ni lo otro. En la crítica uno puede discutir tanto la riqueza técnica como política de una obra. La pregunta es con qué lenguaje deseas expresarte. Si uno se decide a escribir en un lenguaje académico, con ciertas palabras que solo entenderán los que conocen el campo, entonces te dirigirás a cierto público. De cualquier modo, el arte de escribir crítica consiste en encontrar las palabras precisas para darse a entender a personas ajenas a la materia. Yo creo que el crítico debe poder elaborar un lenguaje que sea accesible para todo tipo de público.

-Otra cosa que quedó clara en el taller es que para cualquier proyecto de escritura sobre crítica, no importa el nivel, es necesario, tal como mencionabas al principio, sistematizar los procesos para profesionalizar la crítica. Pero, al menos en Chile, sucede que lo que entendemos como crítica profesional, tiene lugar en grandes medios periodísticos que pertenecen a grupos económicos cuyo vínculo con la cultura es cuestionable, sobre todo si se tiene en consideración el progresivo aumento de las secciones de panoramas y ocio versus la progresiva reducción del espacio para hacer crítica. Ni siquiera mencionamos el nivel de precariedad discursiva de esa crítica que aparece en los pocos espacios que quedan. Entonces, ¿dónde crees que está el futuro de la crítica?

Esta es una pregunta fascinante y central porque es lo que está en desarrollo ahora. Hoy estamos viendo lo que pasará. Mi impresión sobre lo que sucede acá, es que la gente joven que está haciendo crítica no tiene posibilidades de publicar en diarios nacionales, por lo que internet les brinda la posibilidad de tener un espacio y conectarse de modo instantáneo con otros portales del mismo estilo en el mundo. No sé si tal vez sea necesario en un principio invertir en difusión y promoción de estas iniciativas, pero cualquier plataforma va a crecer si publica continuamente y a tiempo. Luego podrá buscarse financiamiento para pensar en una plataforma web que tenga también una versión impresa para una discusión con críticas más largas. Y esa sigue siendo la ventaja del medio impreso: el vínculo físico. Es una oferta directa a entrar en diálogo.

-Jürgen, luego de dos viajes, y considerando el hecho de que solo pudiste ver una fracción del total de puestas en escena del medio local, ¿qué intuición e impresión tienes del teatro en Santiago?

Veo que el teatro tiene su propio lugar, es valorado y apreciado, lo que me hace pensar que la gente acepta el rol que el arte y el teatro debe tener en la sociedad.

No hay muchos ejemplos de personas con dos talentos, verdaderos genios que puedan hacer ambas cosas. Bertolt Brecht fue mucho mejor autor que director.

-¿Lo dices por la cantidad de gente que viste en cada montaje?

Claro, yo vi salas más menos llenas.

-Eso igual debe estar influenciado también por el contexto del Festival Santiago a Mil.

Sí, pero además se ve en las propias salas de teatro. Hay muchas, muy bonitas y bien acondicionadas. Ahora, claro, falta saber cómo funciona todo esto durante el resto del año.

-¿Y sobre las puestas en escena?

Algo interesante fue haber visto dos o tres obras donde el texto de la puesta en escena tematiza problemas sociales que te sumergen en situaciones cotidianas relacionadas con el trabajo, la familia, etc. Sin embargo, la realización en el escenario es menos convincente que el texto dramático. El texto me transmite información sobre la realidad chilena, pero el montaje no me convence. No sé cuál será la razón de esto, quizás, porque en varios casos el autor del texto es el director del montaje. Y no hay muchos ejemplos de personas con dos talentos, verdaderos genios que puedan hacer ambas cosas. Bertolt Brecht fue mucho mejor autor que director.